30 de abril de 2018

Pay Parade




Los miembros de la Brigada Británica de la Brigada Internacional esperan en fila en 'Pay Parade' para recibir sus salarios como soldados. Los hombres se congregan en una terraza en la azotea, ya sea sentados en bancos que corren alrededor de su perímetro, o en sillas de mimbre.  Algunos están apoyados contra la pared.  Todos sus palabras y profundos en sus pensamientos.

Pay Parade

Los miembros de la Brigada Británica de la Brigada Internacional esperan en fila en 'Pay Parade' para recibir sus salarios como soldados. Los hombres se congregan en una terraza en la azotea, ya sea sentados en bancos que corren alrededor de su perímetro, o en sillas de mimbre.  Algunos están apoyados contra la pared.  Todos sus palabras y profundos en sus pensamientos.

FERIA DEL LIBRO EL 26 DE MAYO DE 1934

VISTA DE LA CASETA DE EDICIONES FAX Y DEL PUBLICO

DURANTE LA II FERIA DEL LIBRO EL 26 DE MAYO DE 1934.





PANORÁMICA GENERAL DEL PASEO DE RECOLETOS CONCURRIDO

DE PUBLICO DURANTE LA II FERIA DEL LIBRO EL 26 DE MAYO DE

1934.

En AGA, Sección de Cultura: Prensa Gráfica Nacional, Caja F. 721, nº 24.410.






FERIA DEL LIBRO EL 26 DE MAYO DE 1934

VISTA DE LA CASETA DE EDICIONES FAX Y DEL PUBLICO
DURANTE LA II FERIA DEL LIBRO EL 26 DE MAYO DE 1934.

PANORÁMICA GENERAL DEL PASEO DE RECOLETOS CONCURRIDO
DE PUBLICO DURANTE LA II FERIA DEL LIBRO EL 26 DE MAYO DE
1934.
En AGA, Sección de Cultura: Prensa Gráfica Nacional, Caja F. 721, nº 24.410.


25 de abril de 2018

SILLERO CALIZ, José



SILLERO CALIZ, José


Afiliado Sección de Montauban (Francia)


Fuentes de Cesna (Granada) 03/07/1893 -- [?]




Miembro de la UGT y afiliado al PSOE en España. Finalizada la guerra civil se exilió en Francia donde perteneció a las Secciones de la UGT y del PSOE de Montauban (Tarn et Garonne).



Fuentes: Archivo SDE (FFLC)





__ Fue Concejal por el Partido Socialista en Algarinejo en 1936, como se muestra en el documento que se acompaña. Carta de José Sillero a Ramon Lamoneda.






SILLERO CALIZ, José

SILLERO CALIZ, José
Afiliado Sección de Montauban (Francia)
Fuentes de Cesna (Granada) 03/07/1893 -- [?]
Miembro de la UGT y afiliado al PSOE en España. Finalizada la guerra civil se exilió en Francia donde perteneció a las Secciones de la UGT y del PSOE de Montauban (Tarn et Garonne).
Fuentes: Archivo SDE (FFLC)

__ Fue Concejal por el Partido Socialista en Algarinejo en 1936, como se muestra en el documento que se acompaña. Carta de José Sillero a Ramon Lamoneda.

24 de abril de 2018

El barranco de El Carrizal









Fue a finales del verano de 2003 en Órgiva, Granada. En el barranco de El Carrizal, en plena Alpujarra granadina, el Ministerio de Fomento descubría accidentalmente, durante unas obras, una fosa común cuyo osario presagiaba un capítulo hasta entonces desconocido de nuestra guerra civil: un genocidio perpetrado por los insurrectos y saldado con miles de víctimas del bando republicano.



Expertos investigadores de la universidad de Granada cifraron en miles el número de asesinados por los fascistas allí enterrados. Avezados catedráticos juzgaron el hallazgo como perfectamente documentado: se trataba de un exterminio por motivos ideológicos del que poco a poco iba despertando la memoria colectiva de Órgiva, aportando relatos estremecedores sobre lo que allí aconteció durante la guerra civil. Impregnadas en la retina de los vecinos, imágenes de camiones cargados de hombres, mujeres y niños, de cadáveres rodando pendiente abajo tras ser rociados con plomo franquista, de zanjas regadas de muerte en macabra procesión.Así lo publicaba El País el 1 de septiembre: El catedrático de Economía de la Universidad de Granada Juan González Blasco, cronista de Órgiva, calcula que allí fueron fusiladas y enterradas en «cal gruesa viva» unas «5.000 personas».

El barranco de El Carrizal



Fue a finales del verano de 2003 en Órgiva, Granada. En el barranco de El Carrizal, en plena Alpujarra granadina, el Ministerio de Fomento descubría accidentalmente, durante unas obras, una fosa común cuyo osario presagiaba un capítulo hasta entonces desconocido de nuestra guerra civil: un genocidio perpetrado por los insurrectos y saldado con miles de víctimas del bando republicano.

Expertos investigadores de la universidad de Granada cifraron en miles el número de asesinados por los fascistas allí enterrados. Avezados catedráticos juzgaron el hallazgo como perfectamente documentado: se trataba de un exterminio por motivos ideológicos del que poco a poco iba despertando la memoria colectiva de Órgiva, aportando relatos estremecedores sobre lo que allí aconteció durante la guerra civil. Impregnadas en la retina de los vecinos, imágenes de camiones cargados de hombres, mujeres y niños, de cadáveres rodando pendiente abajo tras ser rociados con plomo franquista, de zanjas regadas de muerte en macabra procesión.Así lo publicaba El País el 1 de septiembre: El catedrático de Economía de la Universidad de Granada Juan González Blasco, cronista de Órgiva, calcula que allí fueron fusiladas y enterradas en «cal gruesa viva» unas «5.000 personas».

20 de abril de 2018

La Nulidad de los procesos del franquismo







Los procesos ante los Consejos de Guerra, especialmente los sumarísimos, según los Art. 649 a 662 del C.J.M, vigente el 18 de julio de 1936, eran radicalmente nulos por varias causas. 


En primer lugar, no merecen la calificación de Tribunales de Justicia en cuanto fueron siempre constituidos, ya desde el Decreto 55 del general Franco, por el Poder Ejecutivo, es decir, por la máxima instancia de los sublevados contra la República. 


En segundo lugar, los militares miembros de dichos tribunales carecían radicalmente de cualquier atributo de independencia, propio de un juez, en cuanto eran estrictos y fieles servidores de los jefes de que dependían y compartían plenamente los fines políticos y objetivos represivos de los sublevados. Basta la lectura de cualquier sentencia de las dictadas por esos Tribunales en las que destaca su absoluta falta de objetividad e imparcialidad tanto en la exposición de los hechos como en los fundamentos jurídicos –si es que así pudieran calificarse– en los que asumen expresamente como legítimos los motivos y fines del golpe militar. 


En tercer lugar, era incompatible su posible independencia con la disciplina castrense impuesta por todos los jefes. Son numerosos los procedimientos en los que el Comandante Militar de la Plaza ordena al Juez Militar que eleve a “Procedimiento sumarísimo” el procedimiento ordinario que estuviera tramitando. Asimismo, las sentencias que dictaban carecían de todo valor en cuanto debían ser supervisadas y aprobadas por el Auditor de guerra, condición para que adquirieran firmeza y prueba indiscutible de la estructura jerarquizada del tribunal. La sumisión a las más altas instancias del Poder Ejecutivo quedaba de manifiesto cuando la ejecución de la pena de muerte exigía del “enterado” del Jefe de Estado.





Pero, sobre todo, en los procedimientos sumarísimos, también en menor grado en los ordinarios, concurría una total vulneración de todas las garantías y derechos fundamentales. La instrucción del procedimiento era inquisitiva y bajo el régimen de secreto, sin ninguna intervención del defensor. El Juez Militar instructor, practicaba diligencias con el auxilio exclusivo de las Fuerzas de Seguridad, Comisarías de investigación y vigilancia y otros cuerpos policiales y militares, limitándose la relación con los investigados, siempre en situación de prisión preventiva, a la audiencia de los mismos, naturalmente sin asistencia de letrado. El instructor acuerda una diligencia de procesamiento en la que relata los hechos y su calificación penal y, finalmente, emite un dictamen que, conforme al Art. 532 del C.J.M., resumía los hechos, las pruebas y las imputaciones y que elevaba a la Autoridad militar superior que solía ser el General jefe de la División correspondiente. 





Resumen que prácticamente es el documento que va a fundamentar la acusación y la sentencia ya que las diligencias practicadas por el instructor no se reproducían en el plenario con una manifiesta infracción del principio de inmediación en la práctica de la prueba y la correspondiente indefensión de los acusados. 





A todos estos procesos se refería el apartado 57 de la Declaración de la Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa sobre el franquismo denominándolos un “sistema de justicia militar expeditiva” en el marco de la imposición de la “ley marcial”.





Carlos Jiménez Villarejo, Ex Fical Jefe de la Fiscalía General Anticorrupción –destituido por el gobierno derechista de Aznar—, veterano de la lucha democrática en el ámbito de la justicia, y fue un destacado y generoso militante de la resistencia antifranquista.




La Nulidad de los procesos del franquismo


Los procesos ante los Consejos de Guerra, especialmente los sumarísimos, según los Art. 649 a 662 del C.J.M, vigente el 18 de julio de 1936, eran radicalmente nulos por varias causas. 
En primer lugar, no merecen la calificación de Tribunales de Justicia en cuanto fueron siempre constituidos, ya desde el Decreto 55 del general Franco, por el Poder Ejecutivo, es decir, por la máxima instancia de los sublevados contra la República. 
En segundo lugar, los militares miembros de dichos tribunales carecían radicalmente de cualquier atributo de independencia, propio de un juez, en cuanto eran estrictos y fieles servidores de los jefes de que dependían y compartían plenamente los fines políticos y objetivos represivos de los sublevados. Basta la lectura de cualquier sentencia de las dictadas por esos Tribunales en las que destaca su absoluta falta de objetividad e imparcialidad tanto en la exposición de los hechos como en los fundamentos jurídicos –si es que así pudieran calificarse– en los que asumen expresamente como legítimos los motivos y fines del golpe militar. 
En tercer lugar, era incompatible su posible independencia con la disciplina castrense impuesta por todos los jefes. Son numerosos los procedimientos en los que el Comandante Militar de la Plaza ordena al Juez Militar que eleve a “Procedimiento sumarísimo” el procedimiento ordinario que estuviera tramitando. Asimismo, las sentencias que dictaban carecían de todo valor en cuanto debían ser supervisadas y aprobadas por el Auditor de guerra, condición para que adquirieran firmeza y prueba indiscutible de la estructura jerarquizada del tribunal. La sumisión a las más altas instancias del Poder Ejecutivo quedaba de manifiesto cuando la ejecución de la pena de muerte exigía del “enterado” del Jefe de Estado.

Pero, sobre todo, en los procedimientos sumarísimos, también en menor grado en los ordinarios, concurría una total vulneración de todas las garantías y derechos fundamentales. La instrucción del procedimiento era inquisitiva y bajo el régimen de secreto, sin ninguna intervención del defensor. El Juez Militar instructor, practicaba diligencias con el auxilio exclusivo de las Fuerzas de Seguridad, Comisarías de investigación y vigilancia y otros cuerpos policiales y militares, limitándose la relación con los investigados, siempre en situación de prisión preventiva, a la audiencia de los mismos, naturalmente sin asistencia de letrado. El instructor acuerda una diligencia de procesamiento en la que relata los hechos y su calificación penal y, finalmente, emite un dictamen que, conforme al Art. 532 del C.J.M., resumía los hechos, las pruebas y las imputaciones y que elevaba a la Autoridad militar superior que solía ser el General jefe de la División correspondiente. 

Resumen que prácticamente es el documento que va a fundamentar la acusación y la sentencia ya que las diligencias practicadas por el instructor no se reproducían en el plenario con una manifiesta infracción del principio de inmediación en la práctica de la prueba y la correspondiente indefensión de los acusados. 

A todos estos procesos se refería el apartado 57 de la Declaración de la Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa sobre el franquismo denominándolos un “sistema de justicia militar expeditiva” en el marco de la imposición de la “ley marcial”.

Carlos Jiménez Villarejo, Ex Fical Jefe de la Fiscalía General Anticorrupción –destituido por el gobierno derechista de Aznar—, veterano de la lucha democrática en el ámbito de la justicia, y fue un destacado y generoso militante de la resistencia antifranquista.

Venancio Garcia Morante


Datos personales




Primer apellido: 



García













Segundo apellido: 



Morante





 Nombre: 



Venancio





Profesión: 



Campo






OcultarRegistro civil




Municipio registro civil: 








Provincia registro civil: 









OcultarNacimiento




Municipio de nacimiento: 



Alamedilla





 Provincia de nacimiento: 



Granada






OcultarResidencia




Municipio de residencia: 



Alamedilla





 Provincia de residencia: 



Granada






OcultarRepresión




Consejo de guerra: 








 Sentencia consejo de guerra: 



20 años de reclusión por auxilio a la rebelión













Venancio Garcia Morante

Datos personales
Primer apellido: 
García


Segundo apellido: 
Morante
 Nombre: 
Venancio
Profesión: 
Campo
OcultarRegistro civil
Municipio registro civil: 
Provincia registro civil: 
OcultarNacimiento
Municipio de nacimiento: 
Alamedilla
 Provincia de nacimiento: 
Granada
OcultarResidencia
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Alamedilla
 Provincia de residencia: 
Granada
OcultarRepresión
Consejo de guerra: 
 Sentencia consejo de guerra: 
20 años de reclusión por auxilio a la rebelión


Ingeniero Juan José Santa Cruz.




En recuerdo de José Fernández Castro, magistral biógrafo del ingeniero Juan José Santa Cruz.













Hoy, cuando Sierra Nevada se ha convertido en uno de los puntos más atractivos del turismo en Granada y cuando se cumplen 82 años de su fusilamiento ante las tapias del cementerio tras un burdo juicio sumarísimo, creo imprescindible recurrir a la Memoria de una ciudad para recordar a los pioneros de este magno proyecto: al ingeniero Juan José Santa Cruz, que proyectó la carretera más alta de Europa y al que se le pagó con la muerte más baja al ser fusilado en agosto del 36 en la sublevación militar que escribió lo más negro de la Historia de Granada.


Todo el mundo sabe -o se le debería recordar para que, al menos, nos sirviera de vergonzosa lección- cómo se diezmó a la ciudad arrancándole a su gente más preclara o a infinidad de ciudadanos inocentes que todavía yacen en fosas desconocidas. Que en sólo unos días, con juicios sumarísimos o sin ellos, se asesinara a gente de la talla de Federico García Lorca, a gran parte de los miembros de la Universidad, incluyendo a su rector poco más tarde; del Ayuntamiento, con su alcalde Fernández Montesinos a la cabeza, o de la Diputación, con su presidente, Virgilio Castilla, en el 'lote' de Santa Cruz, y a ilustres personalidades de la vida política y cultural de una ciudad, amén de millares de inocentes ciudadanos, es demasiado bestial y terrible como para pasar la hoja o seguir mirando para otra parte.


Una de aquellas personas fusiladas en las tapias del cementerio, como nos recuerda José Fernández Castro, el más fiel y justo biógrafo de aquellas víctimas y de sus verdugos, era nuestro recordado de hoy, el ingeniero Juan José Santa Cruz, el autor de la carretera de la Sierra, el que ayudó al duque de San Pedro de Galatino en la construcción del tranvía que llevaba al Maitena, ejemplo de la Granada creadora de principios del siglo XX y que por desidia e indiferencia desapareció en 1974. Un ingeniero al que se le deben muchas de las obras públicas de Granada y que, junto al duque, promocionó rutas para el turismo de una ciudad de las que actualmente vive en buena medida. Es curiosa coincidencia que el cadáver del duque llegara a Granada, en donde quería reposar definitivamente, el 17 de julio de 1936 en el mismo tren que trajo a Federico García Lorca.


El 'padre' del turismo moderno granadino, con su hotel Alhambra Palace, la carretera y el tranvía a la Sierra, y el de tantos proyectos realizados con visión de futuro, no pudo ver, para suerte suya, aquella infernal tragedia que devoró, pocas semanas después, a su amigo y colaborador en tantos proyectos ilusionados, Juan José Santa Cruz.


El amor de un intelectual por Granada


Juan José Santa Cruz y Garcés de Marcilla nace en Madrid el 15 de septiembre de 1880, hijo de un ingeniero de caminos descendiente de una familia nobiliaria. El 27 de agosto de 1914 lo trasladan a Granada, de la que no volvió a salir. Declinó, incluso, el cargo de ministro de Obras Públicas, atado a una ciudad que le fascinó. Conoció a la bailaora gitana Antonia Heredia, su pareja sentimental, con la que tuvo una hija, Teresa. Con Antonia se casó en prisión momentos antes de su fusilamiento y tuvo tiempo de escribirle una carta de despedida a su amadísima hija, llena de serenidad.


Presidente de aquel Centro Artístico, Literario y Científico, que integraba lo mejor de la intelectualidad granadina; Diputado en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, formando parte de la 'Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República', fue nombrado en 1931 Jefe de Obras Públicas, concentrando su trabajo en trazar la carretera más alta de Europa haciendo realidad lo que ya había pedido desde comienzos de siglo el duque de San Pedro de Galatino.


La carretera, todavía falta de muchos detalles, sobre todo su enlace con la Alpujarra, inconcluso aún, se inauguró oficialmente el 15 de septiembre de 1935. Era el verdadero galardón del famoso ingeniero y los desvelos de aquel prócer que fue el duque.


La última mirada


Es espantoso para la memoria de una ciudad que lo último que viera Juan José Santa Cruz, desde las tapias traseras del cementerio, fuese la Sierra Nevada que él tanto amó y de la que hizo posible su acceso. Dice Ian Gibson, el primero que investigó la represión en Granada y el asesinato de Federico García Lorca, que al ilustre ingeniero se le acusó, en uno de los dramáticos esperpentos de aquellos días, de querer volar el embovedado, cosa que ni siquiera figura en el burdo juicio sumarísimo que se celebró, durante menos de una hora, la noche del 1 de agosto, junto con los otros acusados. Fernández Castro cuenta que el tribunal estaba integrado por las siguientes personas: "Presidente, Antonio Muñoz Jiménez, coronel de Infantería, junto a sus compañeros Miguel Fortea García, Lorenzo Tamayo Orellana y Julio González Cárdenas, así como el Teniente Coronel de Artillería Luis Medrano Padilla; siendo suplentes, Rafael Lacal Pérez, Coronel de Caballería y Rafael Calderón Durán, comandante. Vocal-Ponente, Francisco de Angulo Montes, juez habilitado, y "Fiscal", Enrique Iturriaga Aravaca, alférez de complemento, Letrado. Entre otros defensores, el de Santa Cruz fue Fernando López Negrera".


Muerte para todos los de este 'lote' -Virgilio Castilla, presidente de la Diputación; Juan José Santa Cruz; José Alcántara, sindicalista de CNT y Antonio Rus Romero, dirigente de UGT-, excepto el gobernador civil, César Torres Martínez, por eximente de obediencia debida, al que se condenaba a reclusión militar perpetua. Añade Fernández Castro que entre los vocales del 'sumarísimo', el teniente coronel de infantería, González Cárdenas, puso reparos en firmar la condena, pero se le amenazó con aplicarle a él la misma receta. A las seis de la mañana siguiente, día dos, tendrían que ser fusilados en las tapias del cementerio, como ocurrió con infinidad de granadinos.


Santa Cruz pidió casarse con la gitana con la que había pasado su vida en Granada -quizá otro elemento añadido de la venganza de la burguesía granadina- y escribió una carta serena de despedida a su amada y bella hija Teresa. Decía así: "Querida hija, me voy sin verte. Necesito de todo mi valor y al ver que te perdía no podría tenerlo. Sé buena, no hagas daño; ten paciencia con tu madre y respétala. Trabaja en algo, pinta y canta en recuerdo mío. Odia todo lo que represente daño y sangre y acuérdate de quienes te dejan sin padre; no los odies, pero evítalos. Al entrar en la eternidad te besa con todo el cariño que te tuvo tu padre, para quien fuiste todo y que en su último momento se acordará de ti. (2 de agosto de 1936)".


Luego, casi al alba -la hora predilecta de aquellos criminales- uno de los camiones de la muerte le llevó hasta las tapias del cementerio. Quisieron taparle los ojos, pero él se opuso y el nudo de la venda se desató. Su última mirada fue para esa Sierra Nevada tan querida, cuya carretera -la más alta de Europa- abrió rutas al progreso de una ciudad donde se le pagaba de esta manera tan ignominiosa. Ya de mañana, Antonia llevó un ataúd y metió en él sus restos, que enterraron unos pocos amigos que se atrevieron a acercarse al lugar.


Después de aquel atropello, desvalijaron y confiscaron su casa en Santa Ana 2, torturaron y asesinaron a su chófer y mataron hasta a su perro. Su hija tuvo que irse a una casa deshabitada donde llorar a su padre.


Así terminó una historia de amor alto y de muerte baja, una historia más para esta Granada, la bella, convertida en la bestia cuando circunstancias excepcionales y cainitas la hacen rugir y teñirla de sangre y lágrimas. Unas historias dramáticas de las que se cumplen 82 años. Muchas de cuyas víctimas yacen ignoradas, sepultadas entre los trozos de una tierra que todavía no ha sido capaz de restaurar la memoria de tantos inocentes masacrados en un atroz genocidio. Todos eran Federico García Lorca, en sus variadas procedencias e importancia intelectual. Unidos por la muerte a manos de aquellos desalmados criminales de uniforme o de paisano.

Ingeniero Juan José Santa Cruz.

En recuerdo de José Fernández Castro, magistral biógrafo del ingeniero Juan José Santa Cruz.



Hoy, cuando Sierra Nevada se ha convertido en uno de los puntos más atractivos del turismo en Granada y cuando se cumplen 82 años de su fusilamiento ante las tapias del cementerio tras un burdo juicio sumarísimo, creo imprescindible recurrir a la Memoria de una ciudad para recordar a los pioneros de este magno proyecto: al ingeniero Juan José Santa Cruz, que proyectó la carretera más alta de Europa y al que se le pagó con la muerte más baja al ser fusilado en agosto del 36 en la sublevación militar que escribió lo más negro de la Historia de Granada.
Todo el mundo sabe -o se le debería recordar para que, al menos, nos sirviera de vergonzosa lección- cómo se diezmó a la ciudad arrancándole a su gente más preclara o a infinidad de ciudadanos inocentes que todavía yacen en fosas desconocidas. Que en sólo unos días, con juicios sumarísimos o sin ellos, se asesinara a gente de la talla de Federico García Lorca, a gran parte de los miembros de la Universidad, incluyendo a su rector poco más tarde; del Ayuntamiento, con su alcalde Fernández Montesinos a la cabeza, o de la Diputación, con su presidente, Virgilio Castilla, en el 'lote' de Santa Cruz, y a ilustres personalidades de la vida política y cultural de una ciudad, amén de millares de inocentes ciudadanos, es demasiado bestial y terrible como para pasar la hoja o seguir mirando para otra parte.
Una de aquellas personas fusiladas en las tapias del cementerio, como nos recuerda José Fernández Castro, el más fiel y justo biógrafo de aquellas víctimas y de sus verdugos, era nuestro recordado de hoy, el ingeniero Juan José Santa Cruz, el autor de la carretera de la Sierra, el que ayudó al duque de San Pedro de Galatino en la construcción del tranvía que llevaba al Maitena, ejemplo de la Granada creadora de principios del siglo XX y que por desidia e indiferencia desapareció en 1974. Un ingeniero al que se le deben muchas de las obras públicas de Granada y que, junto al duque, promocionó rutas para el turismo de una ciudad de las que actualmente vive en buena medida. Es curiosa coincidencia que el cadáver del duque llegara a Granada, en donde quería reposar definitivamente, el 17 de julio de 1936 en el mismo tren que trajo a Federico García Lorca.
El 'padre' del turismo moderno granadino, con su hotel Alhambra Palace, la carretera y el tranvía a la Sierra, y el de tantos proyectos realizados con visión de futuro, no pudo ver, para suerte suya, aquella infernal tragedia que devoró, pocas semanas después, a su amigo y colaborador en tantos proyectos ilusionados, Juan José Santa Cruz.
El amor de un intelectual por Granada
Juan José Santa Cruz y Garcés de Marcilla nace en Madrid el 15 de septiembre de 1880, hijo de un ingeniero de caminos descendiente de una familia nobiliaria. El 27 de agosto de 1914 lo trasladan a Granada, de la que no volvió a salir. Declinó, incluso, el cargo de ministro de Obras Públicas, atado a una ciudad que le fascinó. Conoció a la bailaora gitana Antonia Heredia, su pareja sentimental, con la que tuvo una hija, Teresa. Con Antonia se casó en prisión momentos antes de su fusilamiento y tuvo tiempo de escribirle una carta de despedida a su amadísima hija, llena de serenidad.
Presidente de aquel Centro Artístico, Literario y Científico, que integraba lo mejor de la intelectualidad granadina; Diputado en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, formando parte de la 'Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República', fue nombrado en 1931 Jefe de Obras Públicas, concentrando su trabajo en trazar la carretera más alta de Europa haciendo realidad lo que ya había pedido desde comienzos de siglo el duque de San Pedro de Galatino.
La carretera, todavía falta de muchos detalles, sobre todo su enlace con la Alpujarra, inconcluso aún, se inauguró oficialmente el 15 de septiembre de 1935. Era el verdadero galardón del famoso ingeniero y los desvelos de aquel prócer que fue el duque.
La última mirada
Es espantoso para la memoria de una ciudad que lo último que viera Juan José Santa Cruz, desde las tapias traseras del cementerio, fuese la Sierra Nevada que él tanto amó y de la que hizo posible su acceso. Dice Ian Gibson, el primero que investigó la represión en Granada y el asesinato de Federico García Lorca, que al ilustre ingeniero se le acusó, en uno de los dramáticos esperpentos de aquellos días, de querer volar el embovedado, cosa que ni siquiera figura en el burdo juicio sumarísimo que se celebró, durante menos de una hora, la noche del 1 de agosto, junto con los otros acusados. Fernández Castro cuenta que el tribunal estaba integrado por las siguientes personas: "Presidente, Antonio Muñoz Jiménez, coronel de Infantería, junto a sus compañeros Miguel Fortea García, Lorenzo Tamayo Orellana y Julio González Cárdenas, así como el Teniente Coronel de Artillería Luis Medrano Padilla; siendo suplentes, Rafael Lacal Pérez, Coronel de Caballería y Rafael Calderón Durán, comandante. Vocal-Ponente, Francisco de Angulo Montes, juez habilitado, y "Fiscal", Enrique Iturriaga Aravaca, alférez de complemento, Letrado. Entre otros defensores, el de Santa Cruz fue Fernando López Negrera".
Muerte para todos los de este 'lote' -Virgilio Castilla, presidente de la Diputación; Juan José Santa Cruz; José Alcántara, sindicalista de CNT y Antonio Rus Romero, dirigente de UGT-, excepto el gobernador civil, César Torres Martínez, por eximente de obediencia debida, al que se condenaba a reclusión militar perpetua. Añade Fernández Castro que entre los vocales del 'sumarísimo', el teniente coronel de infantería, González Cárdenas, puso reparos en firmar la condena, pero se le amenazó con aplicarle a él la misma receta. A las seis de la mañana siguiente, día dos, tendrían que ser fusilados en las tapias del cementerio, como ocurrió con infinidad de granadinos.
Santa Cruz pidió casarse con la gitana con la que había pasado su vida en Granada -quizá otro elemento añadido de la venganza de la burguesía granadina- y escribió una carta serena de despedida a su amada y bella hija Teresa. Decía así: "Querida hija, me voy sin verte. Necesito de todo mi valor y al ver que te perdía no podría tenerlo. Sé buena, no hagas daño; ten paciencia con tu madre y respétala. Trabaja en algo, pinta y canta en recuerdo mío. Odia todo lo que represente daño y sangre y acuérdate de quienes te dejan sin padre; no los odies, pero evítalos. Al entrar en la eternidad te besa con todo el cariño que te tuvo tu padre, para quien fuiste todo y que en su último momento se acordará de ti. (2 de agosto de 1936)".
Luego, casi al alba -la hora predilecta de aquellos criminales- uno de los camiones de la muerte le llevó hasta las tapias del cementerio. Quisieron taparle los ojos, pero él se opuso y el nudo de la venda se desató. Su última mirada fue para esa Sierra Nevada tan querida, cuya carretera -la más alta de Europa- abrió rutas al progreso de una ciudad donde se le pagaba de esta manera tan ignominiosa. Ya de mañana, Antonia llevó un ataúd y metió en él sus restos, que enterraron unos pocos amigos que se atrevieron a acercarse al lugar.
Después de aquel atropello, desvalijaron y confiscaron su casa en Santa Ana 2, torturaron y asesinaron a su chófer y mataron hasta a su perro. Su hija tuvo que irse a una casa deshabitada donde llorar a su padre.
Así terminó una historia de amor alto y de muerte baja, una historia más para esta Granada, la bella, convertida en la bestia cuando circunstancias excepcionales y cainitas la hacen rugir y teñirla de sangre y lágrimas. Unas historias dramáticas de las que se cumplen 82 años. Muchas de cuyas víctimas yacen ignoradas, sepultadas entre los trozos de una tierra que todavía no ha sido capaz de restaurar la memoria de tantos inocentes masacrados en un atroz genocidio. Todos eran Federico García Lorca, en sus variadas procedencias e importancia intelectual. Unidos por la muerte a manos de aquellos desalmados criminales de uniforme o de paisano.

Biblioteca de Lanjarón en Granada

Según el catálogo detallado de la biblioteca tipo de 300 volúmenes de 1934 y los pueblos donde se fundaron las bibliotecas municipales, en la Memoria de la Junta de Intercambio... Año 1934, pp. 20-30 y 50, tenemos la confirmación de la fundación de una BIBLIOTECA POPULAR EN LANJARÓN.



En la biblioteca de Lanjarón en Granada durante 1935 se realizaron 762 préstamos de libros, siendo 405 a varones, 181 a mujeres, 125 a niños y 51 a niñas. Además el movimiento en sala fue de 1.354 lectores, repartidos de la siguiente manera: 864 hombres, 262 féminas, 163 pequeños y 65 niñas. El servicio del préstamo se efectuaba 2 días a la semana pero, los encargados, un empleado del ayuntamiento y un botones de 14 años, eran acosados por gran cantidad de vecinos, que se agolpaban ante las dos ventanillas solicitando y devolviendo libros. A pesar de la celeridad de los bibliotecarios no daban a basto y ante el temor de que la biblioteca cerrara sin haberles atendido, el público gritaba y reclamaban para conseguir su objetivo.

Esta situación es muy representativa de la importancia y del impacto del préstamo domiciliario de obras en estas localidades rurales. A esta biblioteca asistían muchas mujeres en los primeros meses, unas 70 atendiendo a los carnets, aspecto raro en el sur, pero según le contó confidencialmente el bibliotecario al inspector un día visitó la sala el párroco, y mientras él servía al público, tomó nota de todas las muchachas inscritas.

Desde entonces se dedicó a disuadirlas de ir a la biblioteca porque las lecturas eran perniciosas para su formación y no era apropiado que se mezclaran con los hombres. Por este motivo durante algún tiempo las féminas dejaron de acudir a leer, aunque después volvieron casi todas. Sobre la hostilidad que despertaba la biblioteca entre algunos sectores sociales también destacaba el hecho de que durante un mes estuvo cerrada porque todas las noches 2 elementos armaban escándalo e impedían su funcionamiento.



Fuente:  JOSE VICENS DE LA LLAVE, "La formación profesional de los bibliotecarios para bibliotecas populares de España" en FEDERACION INTERNACIONAL DE ASOCIACIONES DE BIBLIOTECARIOS. ASOCIACION DE BIBLIOTECARIOS Y BIBLIOGRAFOS DE ESPAÑA, Actas y trabajos del II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, Tomo III: Bibliotecas populares, Madrid, 1936.

Biblioteca de Lanjarón en Granada

Según el catálogo detallado de la biblioteca tipo de 300 volúmenes de 1934 y los pueblos donde se fundaron las bibliotecas municipales, en la Memoria de la Junta de Intercambio... Año 1934, pp. 20-30 y 50, tenemos la confirmación de la fundación de una BIBLIOTECA POPULAR EN LANJARÓN.

En la biblioteca de Lanjarón en Granada durante 1935 se realizaron 762 préstamos de libros, siendo 405 a varones, 181 a mujeres, 125 a niños y 51 a niñas. Además el movimiento en sala fue de 1.354 lectores, repartidos de la siguiente manera: 864 hombres, 262 féminas, 163 pequeños y 65 niñas. El servicio del préstamo se efectuaba 2 días a la semana pero, los encargados, un empleado del ayuntamiento y un botones de 14 años, eran acosados por gran cantidad de vecinos, que se agolpaban ante las dos ventanillas solicitando y devolviendo libros. A pesar de la celeridad de los bibliotecarios no daban a basto y ante el temor de que la biblioteca cerrara sin haberles atendido, el público gritaba y reclamaban para conseguir su objetivo.
Esta situación es muy representativa de la importancia y del impacto del préstamo domiciliario de obras en estas localidades rurales. A esta biblioteca asistían muchas mujeres en los primeros meses, unas 70 atendiendo a los carnets, aspecto raro en el sur, pero según le contó confidencialmente el bibliotecario al inspector un día visitó la sala el párroco, y mientras él servía al público, tomó nota de todas las muchachas inscritas.
Desde entonces se dedicó a disuadirlas de ir a la biblioteca porque las lecturas eran perniciosas para su formación y no era apropiado que se mezclaran con los hombres. Por este motivo durante algún tiempo las féminas dejaron de acudir a leer, aunque después volvieron casi todas. Sobre la hostilidad que despertaba la biblioteca entre algunos sectores sociales también destacaba el hecho de que durante un mes estuvo cerrada porque todas las noches 2 elementos armaban escándalo e impedían su funcionamiento.

Fuente:  JOSE VICENS DE LA LLAVE, "La formación profesional de los bibliotecarios para bibliotecas populares de España" en FEDERACION INTERNACIONAL DE ASOCIACIONES DE BIBLIOTECARIOS. ASOCIACION DE BIBLIOTECARIOS Y BIBLIOGRAFOS DE ESPAÑA, Actas y trabajos del II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, Tomo III: Bibliotecas populares, Madrid, 1936.

15 de abril de 2018

La intervención exterior durante la No Intervención.






Durante
los años 1936-1939 ocurre la Guerra Civil Española, los
golpistas/nacionalistas se apoyaban en los grupos mas
representativos de la derecha, los carlistas, la iglesia católica,
Falange, los grupos monárquicos y la alta burguesía agraria a
través de los partidos que formaban básicamente la Confederación
Española de Derechas Autónomas.







Internacionalmente
hubo países que ayudaron a cada grupo, en mi opinión la ayuda a los
republicanos fue mas por coincidencias ideológicas en tanto que a
los golpistas lo hicieron por un beneficio político/económico. La
verdadera razón por la que Alemania e Italia ayudaron al
nacionalismo dirigido por los militares Mola y Sanjurjo y a la muerte
de estos, el general Franco fue que compartían la simpatía por el
pensamiento fascista o como se conocía en Alemania el nazismo;
Italia y Alemania fueron los principales patrocinadores de la España
nacionalista, ya que compartían algunas similitudes ideológicas, y
a cambio España les proporcionó buenas bases de prueba para sus
nuevas armas y tácticas.






Cuando
Mussolini llegó al poder, puso su mirada en millones de armas,
soldados, combatientes, tanques, etc. Mussolini acordó con los
golpistas el permitir que Italia estableciera bases en España si
había una guerra con Francia, entre tanto se confabulaban para
llegar a un acuerdo de no participación en la mayoría de los países
mas activos de Europa y los Estados Unidos con la colaboración de
Alemania, la Unión Soviética, Italia, Francia y otros.







Durante
los siguientes tres meses, Mussolini envió a España 130 aviones,
2.500 toneladas de bombas, 500 cañones, 700 morteros, 12,000
ametralladoras, 50 tanques Whippet y 3,800 vehículos a motor. Con la
ayuda de Mussolini y a los pocos días del golpe con la ayuda de la
Alemania nazi, Hitler le envió a Franco aviones, mecánicos, armas,
personal auxiliar... y los nacionalistas comenzaron a ganar más y
más territorio.







En
cuanto España fue declarada oficialmente en guerra civil, los
nacionalistas pidieron ayuda a Alemania, solicitaron diez aviones de
transporte de Marruecos a España, obviamente en base a los tratados
internacionales el canciller Constantin Von Neurath rechazó la
solicitud pero Adolf Hitler, líder de los nazis, se opuso
inmediatamente. y le dijo a Francisco Franco que el 26 de julio
España recibiría ayuda de Alemania, en lugar de diez aviones le
envió treinta Junkers 52 al aeropuerto de Tanger. Hitler justificó
su decisión argumentando que estaba tratando de salvar a Europa de
la barbarie comunista. La otra razón por la cual Hitler estaba tan
interesado en ayudar a los nacionalistas era que podía tener en la
cercana Italia una ayuda revolucionaria para España, tal vez Hitler
sabía que una victoria nacionalista podría darle un aliado
importante en su próximo movimiento contra Gran Bretaña y Francia.
Sin olvidar su interés en la obtención de hierro, mercurio y cobre
de España para su industria de armamentos.







Otra
factor por el cual Hitler estaba interesado en ayudar a España era
que quería probar sus ejércitos y entre las razones por las que
Benito Mussolini decide unirse a Hitler estaba demostrar su interés
en diseminar la influencia fascista por todo el Mediterráneo del que
se sentía líder natural, en clara imitación a los emperadores
romanos que tanto admiraba.



Sin
embargo, los franceses no apoyaron decididamente al Gobierno
democrático y constitucional de la República por que temían
desesperadamente que la Guerra Civil española desembocara en una
nueva guerra europea como ocurrió con la Segunda Guerra Mundial, de
hecho, una de las razones por las que Gran Bretaña no ayudó a
Francia durante esta época de crisis era que los británicos creían
que el Tratado de Versalles era injusto para Alemania, por eso no se
involucraron.







Guerra
civil española o ensayo de guerra europea, lo verdaderamente triste
es que los intereses de unos fanáticos trajo a esta tierra dolor y
muerte... durante demasiados años.