30 de enero de 2019

FERNANDO BONILLA REDONDO

Primer apellido: Bonilla

Segundo apellido: Redondo

Nombre: Fernando

Apodo: Ratón

Profesión: Arriero

Municipio de nacimiento: Huéto Tajar

Provincia de nacimiento: Granada



Municipio de residencia: Salar

Provincia de residencia: Granada



Fecha fallecimiento: 05/10/1950

Lugar fallecimiento: Barranco de la Culebra / Salar

Causa fallecimiento: Asesinado / Ejecutado extrajudicial Guardia Civil

Actividad guerrillera: Sí



Procedencia de la información:

R. Gil Bracero y M. Isabel Brenes "Jaque a la República (Granada 1936-1939)" Ediciones Osuna 2009.

JOSE MARIA AZUAGA RICO. Investigación inédita.

FERNANDO BONILLA REDONDO

Primer apellido: Bonilla
Segundo apellido: Redondo
Nombre: Fernando
Apodo: Ratón
Profesión: Arriero
Municipio de nacimiento: Huéto Tajar
Provincia de nacimiento: Granada

Municipio de residencia: Salar
Provincia de residencia: Granada

Fecha fallecimiento: 05/10/1950
Lugar fallecimiento: Barranco de la Culebra / Salar
Causa fallecimiento: Asesinado / Ejecutado extrajudicial Guardia Civil
Actividad guerrillera: Sí

Procedencia de la información:
R. Gil Bracero y M. Isabel Brenes "Jaque a la República (Granada 1936-1939)" Ediciones Osuna 2009.
JOSE MARIA AZUAGA RICO. Investigación inédita.

29 de enero de 2019

Liserán Larios, Gabriel

Apellidos y Nombre Liserán Larios, Gabriel

Nacido en (Población y Provincia) Águilas - Granada

Datos vitales conocidos Carabinero

Fallecido a los 34 años con fecha: domingo, 21 de febrero de 1937 Lugar del Fallecimiento Granada-El Campillo (Prisión)



Referencias de Búsqueda: estas informaciones se han obtenido de diversas fuentes documentales y estámos trabajando en la ampliación de las mismas. Si conocen algún dato más relativo a esta persona y quiere que aparezca en este blog, simplemente envienme un Email a: paco.roblesrodriguez@gmail.com.




Liserán Larios, Gabriel

Apellidos y Nombre Liserán Larios, Gabriel
Nacido en (Población y Provincia) Águilas - Granada
Datos vitales conocidos Carabinero
Fallecido a los 34 años con fecha: domingo, 21 de febrero de 1937 Lugar del Fallecimiento Granada-El Campillo (Prisión)

Referencias de Búsqueda: estas informaciones se han obtenido de diversas fuentes documentales y estámos trabajando en la ampliación de las mismas. Si conocen algún dato más relativo a esta persona y quiere que aparezca en este blog, simplemente envienme un Email a: paco.roblesrodriguez@gmail.com.

28 de enero de 2019

GALDEANO GARCÍA, FRANCISCO

GALDEANO GARCÍA, FRANCISCO. Natural y vecino de La Manola (Granada), de 22 años, soltero, jornalero. Afiliado a la UGT. Miliciano.



Por aquellos días ya se encontraban en Málaga gran cantidad de refugiados de los pueblos tomados, familias enteras a las que había que realojar. Estos grupos de refugiados venían encabezados por los lideres y militantes de los grupos políticos locales, los cuales venían armados, y una vez lejos del frente no se consideraban derrotados, pasando a formar patrullas con los consiguientes problemas con las patrullas locales, que les reprochaban haber abandonado sus puestos, por lo que los Comités les instaban a alistarse como acto patriótico.



         A este grupo armado se le denominó “Batallón Pablo Iglesias”.

         Mal armados y peor adiestrados, eran pocos los que tenían verdadera experiencia militar. A este respecto hemos de tener en cuenta lo que nos dice Gerard Brenan, que durante el mes de septiembre visitó aquel frente como corresponsal internacional; la opinión de este señor es digna de tener en cuenta ya que era veterano de la primera guerra mundial con el grado de capitán y medalla al mérito militar, además de no verse regido por los triunfalismos típicos de la prensa malagueña.

GALDEANO GARCÍA, FRANCISCO

GALDEANO GARCÍA, FRANCISCO. Natural y vecino de La Manola (Granada), de 22 años, soltero, jornalero. Afiliado a la UGT. Miliciano.

Por aquellos días ya se encontraban en Málaga gran cantidad de refugiados de los pueblos tomados, familias enteras a las que había que realojar. Estos grupos de refugiados venían encabezados por los lideres y militantes de los grupos políticos locales, los cuales venían armados, y una vez lejos del frente no se consideraban derrotados, pasando a formar patrullas con los consiguientes problemas con las patrullas locales, que les reprochaban haber abandonado sus puestos, por lo que los Comités les instaban a alistarse como acto patriótico.

         A este grupo armado se le denominó “Batallón Pablo Iglesias”.
         Mal armados y peor adiestrados, eran pocos los que tenían verdadera experiencia militar. A este respecto hemos de tener en cuenta lo que nos dice Gerard Brenan, que durante el mes de septiembre visitó aquel frente como corresponsal internacional; la opinión de este señor es digna de tener en cuenta ya que era veterano de la primera guerra mundial con el grado de capitán y medalla al mérito militar, además de no verse regido por los triunfalismos típicos de la prensa malagueña.

FERNANDEZ MILLÁN, JUAN MANUEL

FERNANDEZ MILLÁN, JUAN MANUEL. Natural y vecino de Alhedín (Granada), de 37 años, casado, campesino. Afiliado a la Sociedad de Trabajadores de la Tierra, afecto a la UGT. Miliciano.





Por aquellos días ya se encontraban en Málaga gran cantidad de refugiados de los pueblos tomados, familias enteras a las que había que realojar. Estos grupos de refugiados venían encabezados por los lideres y militantes de los grupos políticos locales, los cuales venían armados, y una vez lejos del frente no se consideraban derrotados, pasando a formar patrullas con los consiguientes problemas con las patrullas locales, que les reprochaban haber abandonado sus puestos, por lo que los Comités les instaban a alistarse como acto patriótico.


         A este grupo armado se le denominó “Batallón Pablo Iglesias”.

         Mal armados y peor adiestrados, eran pocos los que tenían verdadera experiencia militar. A este respecto hemos de tener en cuenta lo que nos dice Gerard Brenan, que durante el mes de septiembre visitó aquel frente como corresponsal internacional; la opinión de este señor es digna de tener en cuenta ya que era veterano de la primera guerra mundial con el grado de capitán y medalla al mérito militar, además de no verse regido por los triunfalismos típicos de la prensa malagueña.

FERNANDEZ MILLÁN, JUAN MANUEL

FERNANDEZ MILLÁN, JUAN MANUEL. Natural y vecino de Alhedín (Granada), de 37 años, casado, campesino. Afiliado a la Sociedad de Trabajadores de la Tierra, afecto a la UGT. Miliciano.


Por aquellos días ya se encontraban en Málaga gran cantidad de refugiados de los pueblos tomados, familias enteras a las que había que realojar. Estos grupos de refugiados venían encabezados por los lideres y militantes de los grupos políticos locales, los cuales venían armados, y una vez lejos del frente no se consideraban derrotados, pasando a formar patrullas con los consiguientes problemas con las patrullas locales, que les reprochaban haber abandonado sus puestos, por lo que los Comités les instaban a alistarse como acto patriótico.
         A este grupo armado se le denominó “Batallón Pablo Iglesias”.
         Mal armados y peor adiestrados, eran pocos los que tenían verdadera experiencia militar. A este respecto hemos de tener en cuenta lo que nos dice Gerard Brenan, que durante el mes de septiembre visitó aquel frente como corresponsal internacional; la opinión de este señor es digna de tener en cuenta ya que era veterano de la primera guerra mundial con el grado de capitán y medalla al mérito militar, además de no verse regido por los triunfalismos típicos de la prensa malagueña.

16 de enero de 2019

La herencia del olvido

La admisión a trámite por la Audiencia Nacional de la querella contra el asesinato de los jesuitas de El Salvador, hace 20 años, es el último episodio de un pasado que se niega a desaparecer. Su presencia incomoda a los responsables políticos salvadoreños, que se han apresurado a denunciar lo desestabilizador del caso, igual que los desaparecidos cuestionan la democracia en Argentina o los muertos en las cunetas españolas, la transición política. Son todos casos diferentes, pero tienen en común la resistencia del pasado vencido a darse por satisfecho con lo que la historia ha hecho con ellos y con lo que ha sido de la política que les ha sobrevivido.



Esa resistencia en el caso español es desconcertante. ¿Cómo se puede decir que haya habido olvido o menoscabo del pasado, se preguntan historiadores y protagonistas políticos, si hubo dos amnistías que fueron queridas, pactadas y celebradas por representantes de las dos Españas seculares?



Hacer presente el pasado de los vencidos amplía el campo de la justicia



Para avanzar ordenadamente en el debate actual entre defensores y críticos del uso de la memoria, habría que explicar que la memoria que ahora aflora tiene un contenido distinto al de la memoria que quedó saldada en el momento de la transición con las susodichas amnistías.



Hay que distinguir entre la memoria de los supervivientes o herederos de la Guerra Civil y la de las víctimas de la misma. Los primeros decidieron libremente clausurar un pasado fratricida. Nadie imaginaba entonces que las víctimas tuvieran algo propio que decir. Eran invisibles o mejor in-significantes. La política es de los vivos y con los muertos sólo cabía el gesto piadoso de darles honrosa sepultura. Pues bien, lo que ha cambiado desde 1979 hasta hoy es que los muertos son políticamente significativos y esto no por obra de la creencia en la resurrección de los cuerpos, sino en nombre de una nueva concepción de la justicia. Esta es la novedad. Durante siglos las teorías de la justicia nada quisieron saber del pasado. Desde Aristóteles a Habermas o Rawls, pasando por santo Tomás o Rousseau, la justicia significaba castigar al culpable o reparar el daño del afectado, pero si moría el culpable, no había justicia posible, y si había que juzgar un asesinato, se daba por hecho que la reparación era imposible. Los muertos son el pasado y con lo que ha sido sólo cabe pasar página



Eso es lo que ha cambiado en las dos últimas décadas. La reflexión sobre las víctimas del Holocausto ha colocado en el epicentro de la justicia la significación de las víctimas. Gracias a la memoria se hace presente el pasado. No cualquier pasado, sino el pasado de los vencidos (el de los vencedores siempre está presente). De esta suerte se amplía el campo de la justicia que deja de ser la búsqueda de un equilibrio entre las partes que están presentes, es decir, entre los vivos. Si esa realidad presente, pongamos la democracia española actual, tiene en su prehistoria tantas víctimas, está obligada a reconocer una deuda con el pasado. Decir que nacemos con una deuda contraída es reconocer el sufrimiento que ha jalonado su historia y la ha hecho posible. Nace así el deber de memoria que no es cosa de alemanes, sino propio de las generaciones que han tomado conciencia del precio de la historia, de la lógica violenta con la que se ha construido la realidad que ha llegado hasta nosotros.



Ese nuevo imperativo categórico tiene pues un componente político. Si queremos que la historia no se repita no basta controlar a los neonazis. Lo que procede es cambiar la lógica política que lleva a la catástrofe: que la historia progresa inevitablemente sobre víctimas. Ese cambio no se substancia sólo cambiando los sistemas totalitarios del siglo XX con democracias respetuosas con la libertad, que fue lo que ocurrió, sino también incorporando ese pasado luctuoso a nuestro presente. Éste fue el meollo del Debate de los historiadores alemanes, que se preguntaban cómo ser alemán después de la barbarie nazi. Entendían que la identidad colectiva alemana estaba marcada por ese acontecimiento. Unidos, por tanto, no por grandes gestas, sino por una responsabilidad compartida.



Nada tiene que ver esto con menoscabar la importancia de la transición. Se trata más bien de hacernos cargo de esa parte del pasado, el de las víctimas, que no quedó recogido, ni reconciliado, en la figura de las dos amnistías.



Reyes Mate, es profesor de Investigación del CSIC y autor de Medianoche en la historia. Comentarios a las Tesis de Benjamin sobre el concepto de historia.



* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de enero de 2009

La herencia del olvido

La admisión a trámite por la Audiencia Nacional de la querella contra el asesinato de los jesuitas de El Salvador, hace 20 años, es el último episodio de un pasado que se niega a desaparecer. Su presencia incomoda a los responsables políticos salvadoreños, que se han apresurado a denunciar lo desestabilizador del caso, igual que los desaparecidos cuestionan la democracia en Argentina o los muertos en las cunetas españolas, la transición política. Son todos casos diferentes, pero tienen en común la resistencia del pasado vencido a darse por satisfecho con lo que la historia ha hecho con ellos y con lo que ha sido de la política que les ha sobrevivido.

Esa resistencia en el caso español es desconcertante. ¿Cómo se puede decir que haya habido olvido o menoscabo del pasado, se preguntan historiadores y protagonistas políticos, si hubo dos amnistías que fueron queridas, pactadas y celebradas por representantes de las dos Españas seculares?

Hacer presente el pasado de los vencidos amplía el campo de la justicia

Para avanzar ordenadamente en el debate actual entre defensores y críticos del uso de la memoria, habría que explicar que la memoria que ahora aflora tiene un contenido distinto al de la memoria que quedó saldada en el momento de la transición con las susodichas amnistías.

Hay que distinguir entre la memoria de los supervivientes o herederos de la Guerra Civil y la de las víctimas de la misma. Los primeros decidieron libremente clausurar un pasado fratricida. Nadie imaginaba entonces que las víctimas tuvieran algo propio que decir. Eran invisibles o mejor in-significantes. La política es de los vivos y con los muertos sólo cabía el gesto piadoso de darles honrosa sepultura. Pues bien, lo que ha cambiado desde 1979 hasta hoy es que los muertos son políticamente significativos y esto no por obra de la creencia en la resurrección de los cuerpos, sino en nombre de una nueva concepción de la justicia. Esta es la novedad. Durante siglos las teorías de la justicia nada quisieron saber del pasado. Desde Aristóteles a Habermas o Rawls, pasando por santo Tomás o Rousseau, la justicia significaba castigar al culpable o reparar el daño del afectado, pero si moría el culpable, no había justicia posible, y si había que juzgar un asesinato, se daba por hecho que la reparación era imposible. Los muertos son el pasado y con lo que ha sido sólo cabe pasar página

Eso es lo que ha cambiado en las dos últimas décadas. La reflexión sobre las víctimas del Holocausto ha colocado en el epicentro de la justicia la significación de las víctimas. Gracias a la memoria se hace presente el pasado. No cualquier pasado, sino el pasado de los vencidos (el de los vencedores siempre está presente). De esta suerte se amplía el campo de la justicia que deja de ser la búsqueda de un equilibrio entre las partes que están presentes, es decir, entre los vivos. Si esa realidad presente, pongamos la democracia española actual, tiene en su prehistoria tantas víctimas, está obligada a reconocer una deuda con el pasado. Decir que nacemos con una deuda contraída es reconocer el sufrimiento que ha jalonado su historia y la ha hecho posible. Nace así el deber de memoria que no es cosa de alemanes, sino propio de las generaciones que han tomado conciencia del precio de la historia, de la lógica violenta con la que se ha construido la realidad que ha llegado hasta nosotros.

Ese nuevo imperativo categórico tiene pues un componente político. Si queremos que la historia no se repita no basta controlar a los neonazis. Lo que procede es cambiar la lógica política que lleva a la catástrofe: que la historia progresa inevitablemente sobre víctimas. Ese cambio no se substancia sólo cambiando los sistemas totalitarios del siglo XX con democracias respetuosas con la libertad, que fue lo que ocurrió, sino también incorporando ese pasado luctuoso a nuestro presente. Éste fue el meollo del Debate de los historiadores alemanes, que se preguntaban cómo ser alemán después de la barbarie nazi. Entendían que la identidad colectiva alemana estaba marcada por ese acontecimiento. Unidos, por tanto, no por grandes gestas, sino por una responsabilidad compartida.

Nada tiene que ver esto con menoscabar la importancia de la transición. Se trata más bien de hacernos cargo de esa parte del pasado, el de las víctimas, que no quedó recogido, ni reconciliado, en la figura de las dos amnistías.

Reyes Mate, es profesor de Investigación del CSIC y autor de Medianoche en la historia. Comentarios a las Tesis de Benjamin sobre el concepto de historia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de enero de 2009