30 de mayo de 2018

Guadix, 10 de Marzo de 1936 en el Balcón de los Corregidores



Fotografías de Propaganda fascista.

Biblioteca Nacional.





Hasta los primeros años del siglo XX el balcón mantiene su función decorativa. Poco después se convierte en sede de juzgados y la galería se cierra para albergar a la Justicia. Bajo sus soportales se hallaba la 'Botica de Paco' que además de ofrecer sus remedios para los males, era lugar de reunión de una tertulia conservadora. También estaba allí la 'Papelería Flores' y una sastrería. Pero la noche del 11 de marzo de 1936 un incendio intencionado originado en la farmacia destruyó el balcón. 


Fue un acto de sabotaje dentro de las protestas que se produjeron en toda la provincia de Granada por el fraude electoral en las elecciones generales de 1936 y que en la ciudad de Granada se vivieron de forma más virulenta. El fuego no devoró todo el conjunto, pero las tres últimas columnas fueron dinamitadas para evitar que el fuego se extendiese a los edificios colindantes. 
El alcaide de la época, el socialista Dionisio Pérez Leyva, escribía una carta que se conserva en el archivo de la familia García de los Reyes, al ministro de Instrucción Pública solicitando ayuda en la reconstrucción de lo que él llama «la admiración de los turistas, el encanto de la plaza y algo así como el rostro de la ciudad». 
Una cicatriz
El alcalde describe también «la horrible cicatriz del destrozo causado» tras los sucesos de marzo de 1936: «Un trozo del balcón cuelga al aire y los materiales, todos utilizables, esperan su acoplamiento». En la carta del munícipe accitano se puede comprobar que el Balcón de los Corregidores no figuraba en el Catálogo de los Bienes Nacionales: «Deficiencias burocráticas, quizás hayan impedido que el Mirador de los Corregidores de Guadix, figure en el Catálogo de Monumentos Nacionales. Pero la realidad enseña que debió figurar en el Catálogo los Monumentos de la provincia y sobre todo que sin figurar en dicho Catálogo, si forma parte del Patrimonio Artístico de la Nación». 
Esa «horrible cicatriz» permaneció más de una década. Tras la Guerra Civil, las primeras iniciativas para la rehabilitación del conjunto monumental datan del año 1940. El primer proyecto de rehabilitación del Ayuntamiento fue aprobado por el Consejo de Ministros de 25 de mayo de 1945. El Balcón de los Corregidores siguió un proceso de restauración distinto al resto de la plaza en un primer momento. Santiago Pérez documenta que desde que se inician los trabajos de reconstrucción de la Plaza Mayor fue propósito de la ciudad reconstruir el balcón de la misma forma y con los mismos materiales. No obstante, debido a que se debía argumentar una utilidad practica, fue cuando deja de ser una tribuna para festejos y pasa a ser fachada del nuevo ayuntamiento y cambia su ubicación. 

Guadix, 10 de Marzo de 1936 en el Balcón de los Corregidores

Fotografías de Propaganda fascista.
Biblioteca Nacional.

Hasta los primeros años del siglo XX el balcón mantiene su función decorativa. Poco después se convierte en sede de juzgados y la galería se cierra para albergar a la Justicia. Bajo sus soportales se hallaba la 'Botica de Paco' que además de ofrecer sus remedios para los males, era lugar de reunión de una tertulia conservadora. También estaba allí la 'Papelería Flores' y una sastrería. Pero la noche del 11 de marzo de 1936 un incendio intencionado originado en la farmacia destruyó el balcón. 

Fue un acto de sabotaje dentro de las protestas que se produjeron en toda la provincia de Granada por el fraude electoral en las elecciones generales de 1936 y que en la ciudad de Granada se vivieron de forma más virulenta. El fuego no devoró todo el conjunto, pero las tres últimas columnas fueron dinamitadas para evitar que el fuego se extendiese a los edificios colindantes. 
El alcaide de la época, el socialista Dionisio Pérez Leyva, escribía una carta que se conserva en el archivo de la familia García de los Reyes, al ministro de Instrucción Pública solicitando ayuda en la reconstrucción de lo que él llama «la admiración de los turistas, el encanto de la plaza y algo así como el rostro de la ciudad». 
Una cicatriz
El alcalde describe también «la horrible cicatriz del destrozo causado» tras los sucesos de marzo de 1936: «Un trozo del balcón cuelga al aire y los materiales, todos utilizables, esperan su acoplamiento». En la carta del munícipe accitano se puede comprobar que el Balcón de los Corregidores no figuraba en el Catálogo de los Bienes Nacionales: «Deficiencias burocráticas, quizás hayan impedido que el Mirador de los Corregidores de Guadix, figure en el Catálogo de Monumentos Nacionales. Pero la realidad enseña que debió figurar en el Catálogo los Monumentos de la provincia y sobre todo que sin figurar en dicho Catálogo, si forma parte del Patrimonio Artístico de la Nación». 
Esa «horrible cicatriz» permaneció más de una década. Tras la Guerra Civil, las primeras iniciativas para la rehabilitación del conjunto monumental datan del año 1940. El primer proyecto de rehabilitación del Ayuntamiento fue aprobado por el Consejo de Ministros de 25 de mayo de 1945. El Balcón de los Corregidores siguió un proceso de restauración distinto al resto de la plaza en un primer momento. Santiago Pérez documenta que desde que se inician los trabajos de reconstrucción de la Plaza Mayor fue propósito de la ciudad reconstruir el balcón de la misma forma y con los mismos materiales. No obstante, debido a que se debía argumentar una utilidad practica, fue cuando deja de ser una tribuna para festejos y pasa a ser fachada del nuevo ayuntamiento y cambia su ubicación. 

10 de mayo de 2018

Fosas Comunes del franquismo en el barranco de El Carrizal de Orgiva (Granada)


Fosas Comunes del franquismo en el barranco de El Carrizal de Orgiva (Granada)


A principio de agosto de 2003 se reciben llamadas avisando de que las obras de construcción de muros de contención del pantano de rules están afectando a las fosas comunes existentes en el barranco de El Carrizal(Orgiva-Granada). Se solicita información a los Ministerios de Fomento y de Medio Ambiente responsables de las obras, así como al Alcalde y a la Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía. Trasladados a la zona se solazan una serie de restos bajo una placa (foto) colocada por parte de la familia López Mingorance, fusilada en ese lugar.


Informada la Conserjería de Justicia se decide poner una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Orgiva, que posteriormente, y tras haber informado al juez de guardia, se desplaza al lugar señalizando un lugar cercano, pero diferente, como el sitio donde está la fosa común (según el catedrático e investigador Juan González Blasco, el número de fusilados puede alcanzar entre los 4.000 y 5.000), horas más tarde el forense, enviado por el juez, se hace cargo de los restos óseos aparecidos y son enviados a los laboratorios de la Universidad de Granada, que comunican, a través de los medios de comunicación, que dichos restos pertenecen a animales. Años más tarde, y con una subvención de la Consejería, el Ayuntamiento (PP) instala en la zona un monolito. La realización de las obras de construcción del monolito hace que los escombros resultantes del movimiento de tierras, se arrojen sobre la zona (barranco) donde se ubican las fosas comunes.


Desde el principio este Grupo de Trabajo ha venido planteando la necesidad de realizar las catas arqueológicas necesarias para confirmar la existencia de las fosas, su delimitación y protección jurídica, bajo el paraguas de Cementerio o una figura similar, hasta que se pueda exhumar.

Fosas Comunes del franquismo en el barranco de El Carrizal de Orgiva (Granada)

Fosas Comunes del franquismo en el barranco de El Carrizal de Orgiva (Granada)
A principio de agosto de 2003 se reciben llamadas avisando de que las obras de construcción de muros de contención del pantano de rules están afectando a las fosas comunes existentes en el barranco de El Carrizal(Orgiva-Granada). Se solicita información a los Ministerios de Fomento y de Medio Ambiente responsables de las obras, así como al Alcalde y a la Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía. Trasladados a la zona se solazan una serie de restos bajo una placa (foto) colocada por parte de la familia López Mingorance, fusilada en ese lugar.
Informada la Conserjería de Justicia se decide poner una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Orgiva, que posteriormente, y tras haber informado al juez de guardia, se desplaza al lugar señalizando un lugar cercano, pero diferente, como el sitio donde está la fosa común (según el catedrático e investigador Juan González Blasco, el número de fusilados puede alcanzar entre los 4.000 y 5.000), horas más tarde el forense, enviado por el juez, se hace cargo de los restos óseos aparecidos y son enviados a los laboratorios de la Universidad de Granada, que comunican, a través de los medios de comunicación, que dichos restos pertenecen a animales. Años más tarde, y con una subvención de la Consejería, el Ayuntamiento (PP) instala en la zona un monolito. La realización de las obras de construcción del monolito hace que los escombros resultantes del movimiento de tierras, se arrojen sobre la zona (barranco) donde se ubican las fosas comunes.
Desde el principio este Grupo de Trabajo ha venido planteando la necesidad de realizar las catas arqueológicas necesarias para confirmar la existencia de las fosas, su delimitación y protección jurídica, bajo el paraguas de Cementerio o una figura similar, hasta que se pueda exhumar.

Campo de Concentración de Benalua de Guadix (Granada)


Campo de Concentración de Benalua de Guadix (Granada)


Situado en lo que fuera edificio de la industria del esparto (pasta). Como en la mayoría de los campo de concentración de concentración la población reclusa estaba formada por prisioneros militares y civiles. En la zona existieron otros campos (Alamedilla y la azucarera de Guadix) por donde llegaron a pasar más de 5.000 presos. Estos campos, según parece cumplieron las funciones de Clasificación, pues desde allí hacia eran enviados la prisión provincial, a las cárceles de varios partidos judiciales de la provincia y hacia otras prisiones del país, e incluso a ser fusilados junto a la ermita de S. Antón de Guadix. El número de presos varia según la fuente (El benaluense Manuel Urendes, calcula que hubo unos 200 prisioneros. Javier Rodrigo, en su libro “Cautivos. Campos de concentración en la España franquista, 1936-1947”, Barcelona, Ed. Crítica, 2005 (p. 198), aumenta la cifra hasta los 5.000 prisioneros en abril de 1939).


En el campo de la espartera se produjeron varias fugas de reclusos. Una de las más divulgadas fue la del capitán de artillería Juan Francisco Medina García. Natural de Tocón de Quéntar (Granada) y conocido como “el Yatero” que, más tarde, lideró uno de los más conocidos grupos guerrilleros de la provincia de Granada, hasta que a finales de la década de los 40 pasaron a Francia.

Campo de Concentración de Benalua de Guadix (Granada)

Campo de Concentración de Benalua de Guadix (Granada)
Situado en lo que fuera edificio de la industria del esparto (pasta). Como en la mayoría de los campo de concentración de concentración la población reclusa estaba formada por prisioneros militares y civiles. En la zona existieron otros campos (Alamedilla y la azucarera de Guadix) por donde llegaron a pasar más de 5.000 presos. Estos campos, según parece cumplieron las funciones de Clasificación, pues desde allí hacia eran enviados la prisión provincial, a las cárceles de varios partidos judiciales de la provincia y hacia otras prisiones del país, e incluso a ser fusilados junto a la ermita de S. Antón de Guadix. El número de presos varia según la fuente (El benaluense Manuel Urendes, calcula que hubo unos 200 prisioneros. Javier Rodrigo, en su libro “Cautivos. Campos de concentración en la España franquista, 1936-1947”, Barcelona, Ed. Crítica, 2005 (p. 198), aumenta la cifra hasta los 5.000 prisioneros en abril de 1939).
En el campo de la espartera se produjeron varias fugas de reclusos. Una de las más divulgadas fue la del capitán de artillería Juan Francisco Medina García. Natural de Tocón de Quéntar (Granada) y conocido como “el Yatero” que, más tarde, lideró uno de los más conocidos grupos guerrilleros de la provincia de Granada, hasta que a finales de la década de los 40 pasaron a Francia.

La Casa Grande - Padul




El campo de concentración se ubicó en un viejo castillo-palacio (La Casa Grande) que poseía grandes salones, lo que permitía instalar dormitorios y las dependencias necesarias, a lo que ayudaba la amplitud de sus patios, imprescindibles en un recinto penitenciario. En Padul existieron otros dos centros; El Olivarillo, el Corralón de Negocios. Por ellos llegan a pasar más de 5.000 prisioneros.


El periodista y cronista, José Villena, decía en su libro de Crónicas que “Aquí fueron recluidos prisioneros traídos de distintos Frentes, especialmente de la zona de la Alpujarra, del lugar conocido como Cascajar Negro, escenario de duros combates. Los prisioneros están llegando al Padul desde finales de 1936. En El Olivarillo, en unos terrenos acomodados al efecto, también ha funcionado, durante un tiempo, un centro de detención ante la imposibilidad material de ubicarlos a todos en la Casa Grande. Los presos eran originarios de diferentes lugares de España, aunque el porcentaje más elevado procedía del País Vasco y se les conocía con el nombre de gudaris. Precisamente ellos construyeron un camino forestal en el Manar para facilitar los trabajos de plantación de pinos que, por esta circunstancia, es conocido como camino de los gudaris. Algunos de estos prisioneros gozaban del privilegio de trabajar fuera del recinto penitenciario como es el caso, entre otros, de un chico de Baracaldo, que lo hacía en una carretería situada a escasos metros de la Casa Grande. Está rodeado de casetas, algunas situadas en alto, como las de los dos extremos de la calle Santo Tomás, en las que los centinelas se mantenían atentos a cualquier incidencia. La imagen de los soldados con su fusil en la mano, el relevo de la guardia o las voces de alerta, que rompen el silencio de la noche, se convirtieron en algo habitual para los paduleños.”


La obra más conocida de la presencia de estos presos en Padul es el llamado ’camino de los gudaris’ construido por ellos en El Manar para facilitar la repoblación forestal de la montaña y aún existente y que forma parte de una ruta senderista muy concurrida.

La Casa Grande - Padul

El campo de concentración se ubicó en un viejo castillo-palacio (La Casa Grande) que poseía grandes salones, lo que permitía instalar dormitorios y las dependencias necesarias, a lo que ayudaba la amplitud de sus patios, imprescindibles en un recinto penitenciario. En Padul existieron otros dos centros; El Olivarillo, el Corralón de Negocios. Por ellos llegan a pasar más de 5.000 prisioneros.
El periodista y cronista, José Villena, decía en su libro de Crónicas que “Aquí fueron recluidos prisioneros traídos de distintos Frentes, especialmente de la zona de la Alpujarra, del lugar conocido como Cascajar Negro, escenario de duros combates. Los prisioneros están llegando al Padul desde finales de 1936. En El Olivarillo, en unos terrenos acomodados al efecto, también ha funcionado, durante un tiempo, un centro de detención ante la imposibilidad material de ubicarlos a todos en la Casa Grande. Los presos eran originarios de diferentes lugares de España, aunque el porcentaje más elevado procedía del País Vasco y se les conocía con el nombre de gudaris. Precisamente ellos construyeron un camino forestal en el Manar para facilitar los trabajos de plantación de pinos que, por esta circunstancia, es conocido como camino de los gudaris. Algunos de estos prisioneros gozaban del privilegio de trabajar fuera del recinto penitenciario como es el caso, entre otros, de un chico de Baracaldo, que lo hacía en una carretería situada a escasos metros de la Casa Grande. Está rodeado de casetas, algunas situadas en alto, como las de los dos extremos de la calle Santo Tomás, en las que los centinelas se mantenían atentos a cualquier incidencia. La imagen de los soldados con su fusil en la mano, el relevo de la guardia o las voces de alerta, que rompen el silencio de la noche, se convirtieron en algo habitual para los paduleños.”
La obra más conocida de la presencia de estos presos en Padul es el llamado ’camino de los gudaris’ construido por ellos en El Manar para facilitar la repoblación forestal de la montaña y aún existente y que forma parte de una ruta senderista muy concurrida.

7 de mayo de 2018

Misiones Pedagogicas, El Teatro y el Coro del Pueblo

Representación de 'El juez de los divorcios', de Cervantes, en Mombeltrán (Ávila), 16 de febrero de 1932. En el escenario, José Marzoa y Santa Bárbara. Residencia de Estudiantes, Madrid






El Teatro y el Coro del Pueblo estaban integrados por una cincuentena de estudiantes, dirigidos respectivamente por Alejandro Casona y Eduardo Martínez Torner. Llevaban un tabladillo de fácil montaje, de cuatro por seis metros, que rápidamente era ensamblado por los propios actores. Se quería acercar el teatro al pueblo, permitiendo el desarrollo de la farsa en medio de las gentes y en la plenitud del aire libre. El repertorio inicial se componía de piezas breves, elegidas entre los pasos y entremeses del teatro clásico (Juan del Encina, Lope de Rueda, Cervantes y Calderón de la Barca), a las que luego se fueron añadiendo otras, algunas de ellas adaptaciones que el propio Casona hacía de relatos clásicos, como el Entremés del mancebo que casó con mujer brava(escenificación con música y danzas del proverbio del Conde Lucanor).



El Coro llevaba un repertorio musical integrado por canciones recogidas del folclore en su más pura tradición. Además de cantar e integrar la música en algunas escenificaciones, los misioneros recitaban romances y, en ocasiones, letrillas de Góngora, así como aportaciones folclóricas de García Lorca. El romance de La loba parda fue emblemático en el recuerdo de muchos misioneros.

Misiones Pedagogicas, El Teatro y el Coro del Pueblo

Representación de 'El juez de los divorcios', de Cervantes, en Mombeltrán (Ávila), 16 de febrero de 1932. En el escenario, José Marzoa y Santa Bárbara. Residencia de Estudiantes, Madrid



El Teatro y el Coro del Pueblo estaban integrados por una cincuentena de estudiantes, dirigidos respectivamente por Alejandro Casona y Eduardo Martínez Torner. Llevaban un tabladillo de fácil montaje, de cuatro por seis metros, que rápidamente era ensamblado por los propios actores. Se quería acercar el teatro al pueblo, permitiendo el desarrollo de la farsa en medio de las gentes y en la plenitud del aire libre. El repertorio inicial se componía de piezas breves, elegidas entre los pasos y entremeses del teatro clásico (Juan del Encina, Lope de Rueda, Cervantes y Calderón de la Barca), a las que luego se fueron añadiendo otras, algunas de ellas adaptaciones que el propio Casona hacía de relatos clásicos, como el Entremés del mancebo que casó con mujer brava(escenificación con música y danzas del proverbio del Conde Lucanor).

El Coro llevaba un repertorio musical integrado por canciones recogidas del folclore en su más pura tradición. Además de cantar e integrar la música en algunas escenificaciones, los misioneros recitaban romances y, en ocasiones, letrillas de Góngora, así como aportaciones folclóricas de García Lorca. El romance de La loba parda fue emblemático en el recuerdo de muchos misioneros.

5 de mayo de 2018

La vida en México con el corazón y las raíces en España



Figura señera del exilio republicano, Adolfo Sánchez Vázquez, filósofo, formó a sus hijos en esa dualidad. “Siempre vivió agradecidísimo con México”, cuenta su hija, la investigadora Aurora Sánchez Rebolledo



cronica.com.mxcronica.com

Herencia del Exilio Español, sí, pero también un poderoso legado intelectual y cultural es el que hoy día atesora aún la descendencia del filósofo refugiado Adolfo Sánchez Vázquez (Algeciras, Cádiz, 1915- Ciudad de México, 2011). Tres hijos tuvo don Adolfo: Adolfo, Fito, periodista e importante activista de la izquierda mexicana (México,1942-2016), Juan Enrique, matemático, y Aurora, especialista en investigaciones literarias y en los escritores del Exilio. Es ella quien comparte la memoria familiar, enriquecida por una premisa esencial enseñada por el padre: “somos mexicanos”.



“Siempre estuvimos rodeados de libros, con una visión del mundo influida por la filosofía, la política, y crecimos en un mundo enriquecido. Mi padre tuvo la sabiduría de inculcarnos la cultura española que vivíamos cotidianamente en casa, pero también de hacernos sentir que éramos mexicanos: que por un lado, el corazón y las raíces estaban en España pero por el otro lado, la vida diaria y nuestro entorno era mexicano: los tres nacimos aquí. Hubo una especie de dualidad entre ambas culturas, que en algunos momentos pudo haber sido difícil, pero, a la distancia el saldo es profundamente enriquecedor”.



EL HUMANISMO COMO FORMA DE VIDA



“Casi no nos dábamos cuenta de la manera en que mi padre nos daba una formación humanista en todos los asuntos de la vida diaria”, reflexiona Aurora Sánchez Rebolledo. “En la casa se hablaba de todos los temas, desde la literatura hasta la política pasando por el futbol. Fue un aprendizaje importantísimo que no sólo benefició a los hijos, sino que pasó a sus nietos”.



El filósofo Sánchez Vázquez, que no tenía sino 24 años cuando llegó a México en 1939, traía en sus espaldas una intensa vida. Militante de las Juventudes Socialistas Unificadas, su involucramiento en la política en los agitados años de la Guerra Civil Española no podía menos que dejar una marca profunda. A diferencia de algunos refugiados, que guardaron para sí lo más difícil de sus recuerdos y experiencias de la guerra civil, don Adolfo compartió todas sus vivencias con sus hijos:



“Él siempre nos trasmitió, junto con mi madre, todas sus experiencias: la guerra, su postura política. Efectivamente, comparando las charlas que nosotros teníamos con mi padre, con las que algunos amigos, hijos de refugiados, tenían con los suyos, me encontré con que en algunos hogares no se hablaba  de la guerra, porque era muy doloroso y los padres preferían no tocar el tema. Nosotros fuimos a un colegio republicano —el Colegio Madrid— e incluso, allí no se hablaba mucho de eso. Contrariamente a todos esos casos, en mi casa se tocaba el tema. No en términos dramáticos, que tenía su parte, pero tuvimos una narración muy anecdótica, porque mis padres eran muy jóvenes. Así supimos de todo lo que tuvieron que asumir en las circunstancias de la guerra; nos lo contaban de manera conmovedora, a veces dura, porque en realidad sufrieron muchísimo la derrota y la salida de ­España, pero incluso con rasgos de humor”.



¿De qué hablaba a sus hijos aquel andaluz, con vocación literaria y filosófica, nacido en Cádiz pero que siempre se sintió malagueño? Allá había nacido su vocación intelectual, allá conoció a la que después se convirtió en su esposa, a cuya familia ayudó después a venir a México. Era una vida intensa para el joven escritor y militante socialista.



“Hablaba de cómo se alistó en la guerra, de su militancia política y del inicio de sus estudios en España, cuando estaba orientado a su primera vocación, que fue la literatura. Pero sobrevino el conflicto, y ni modo; había que tomar partido y dejar pendientes algunas tareas; así se fue a la guerra”.



LOS HIJOS Y LOS NIETOS DE DON ADOLFO



Los legados familiares nunca se asimilan de la misma manera entre los integrantes de una familia. En el ­caso de los hijos de Adolfo Sánchez Vázquez, no ­ocurrió de manera diferente.



“Mi hermano Adolfo, Fito, vivió esa experiencia de manera más intensa que nosotros, menores. Fito se integró inmediatamente a la realidad mexicana, con toda esa tradición española y republicana, desde muy joven tuvo muchas inquietudes y actividades políticas en el entorno mexicano. Allí estaba la herencia de mi padre, pero por otro lado decía: “Soy mexicano y me involucro”, de una manera excepcional entre los hijos de refugiados. En nuestra casa no hubo ese sentimiento que existía en muchos hogares de refugiados: con la esperanza de que un día volverían, se planteaban el conflicto interno de que no eran tan mexicanos. Con nosotros, eso no ocurrió. A nosotros mi papá siempre nos dijo “son mexicanos, y hay un compromiso con el país, más allá de la historia que traemos, y existe una conexión con el país que nos acogió. Mi papá siempre estuvo muy agradecido con ­México porque, como él siempre dijo, le permitió desarrollarse académica e intelectualmente, y ese sentimiento nos lo trasmitió”.



El saldo de la ruta de vida de los hermanos Sánchez Rebolledo reflejó esos matices: “Fito claramente se decantó por la cultura mexicana; mi otro hermano conservó raíces un poco más españolas, y yo, siendo la menor, tomé un poco de ambas raíces”.



Aurora Sánchez Rebolledo  se formó en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Forma parte del personal académico del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas, especializada en la literatura mexicana del siglo XX, y su gran proyecto de trabajo vinculado al Diccionario de Escritores dirigido por Aurora Ocampo, se centra en los escritores españoles que se refugiaron en México. “No puedo negar que en este trabajo pesó mucho la figura de mi padre y mi entorno familiar”.



¿Se mexicanizaron los Sánchez Rebolledo? “Quizá no mucho. Mi madre, doña Aurora Rebolledo, mantuvo muchas de las tradiciones españolas, empezando por la forma en que se comía en casa; toda la vida habló como andaluza, mantuvo relaciones con los exiliados republicanos toda su vida. Pero mi padre, con su trayectoria en la UNAM y el contacto con los estudiantes y con la vida política y social, fue más cercano”.



¿Tuvo Adolfo Sánchez Vázquez la expectativa de regresar a España? “Mientras Francisco Franco vivió, mi padre jamás pisó su patria. Después de la muerte de Franco, mis padres viajaban a España un par de veces al año a visitar a la familia, y cuando el prestigio de mi padre creció y tuvo obra reconocida, comenzó a ser invitado por las universidades españolas. Tal vez, en algún momento, hubo en la familia la idea de regresar, pero nunca se concretó. Por paradójico que pueda parecer, mi madre, tan española como fue, cada vez que viajaban allá, quería regresarse a México, porque finalmente, ése era su país, donde estaban sus hijos, y mi padre tenía la misma posición: aquí era donde echaron sus raíces, donde nos vieron crecer, donde cuidaron a sus nietos”.

La vida en México con el corazón y las raíces en España

Figura señera del exilio republicano, Adolfo Sánchez Vázquez, filósofo, formó a sus hijos en esa dualidad. “Siempre vivió agradecidísimo con México”, cuenta su hija, la investigadora Aurora Sánchez Rebolledo

cronica.com.mxcronica.com
Herencia del Exilio Español, sí, pero también un poderoso legado intelectual y cultural es el que hoy día atesora aún la descendencia del filósofo refugiado Adolfo Sánchez Vázquez (Algeciras, Cádiz, 1915- Ciudad de México, 2011). Tres hijos tuvo don Adolfo: Adolfo, Fito, periodista e importante activista de la izquierda mexicana (México,1942-2016), Juan Enrique, matemático, y Aurora, especialista en investigaciones literarias y en los escritores del Exilio. Es ella quien comparte la memoria familiar, enriquecida por una premisa esencial enseñada por el padre: “somos mexicanos”.

“Siempre estuvimos rodeados de libros, con una visión del mundo influida por la filosofía, la política, y crecimos en un mundo enriquecido. Mi padre tuvo la sabiduría de inculcarnos la cultura española que vivíamos cotidianamente en casa, pero también de hacernos sentir que éramos mexicanos: que por un lado, el corazón y las raíces estaban en España pero por el otro lado, la vida diaria y nuestro entorno era mexicano: los tres nacimos aquí. Hubo una especie de dualidad entre ambas culturas, que en algunos momentos pudo haber sido difícil, pero, a la distancia el saldo es profundamente enriquecedor”.

EL HUMANISMO COMO FORMA DE VIDA

“Casi no nos dábamos cuenta de la manera en que mi padre nos daba una formación humanista en todos los asuntos de la vida diaria”, reflexiona Aurora Sánchez Rebolledo. “En la casa se hablaba de todos los temas, desde la literatura hasta la política pasando por el futbol. Fue un aprendizaje importantísimo que no sólo benefició a los hijos, sino que pasó a sus nietos”.

El filósofo Sánchez Vázquez, que no tenía sino 24 años cuando llegó a México en 1939, traía en sus espaldas una intensa vida. Militante de las Juventudes Socialistas Unificadas, su involucramiento en la política en los agitados años de la Guerra Civil Española no podía menos que dejar una marca profunda. A diferencia de algunos refugiados, que guardaron para sí lo más difícil de sus recuerdos y experiencias de la guerra civil, don Adolfo compartió todas sus vivencias con sus hijos:

“Él siempre nos trasmitió, junto con mi madre, todas sus experiencias: la guerra, su postura política. Efectivamente, comparando las charlas que nosotros teníamos con mi padre, con las que algunos amigos, hijos de refugiados, tenían con los suyos, me encontré con que en algunos hogares no se hablaba  de la guerra, porque era muy doloroso y los padres preferían no tocar el tema. Nosotros fuimos a un colegio republicano —el Colegio Madrid— e incluso, allí no se hablaba mucho de eso. Contrariamente a todos esos casos, en mi casa se tocaba el tema. No en términos dramáticos, que tenía su parte, pero tuvimos una narración muy anecdótica, porque mis padres eran muy jóvenes. Así supimos de todo lo que tuvieron que asumir en las circunstancias de la guerra; nos lo contaban de manera conmovedora, a veces dura, porque en realidad sufrieron muchísimo la derrota y la salida de ­España, pero incluso con rasgos de humor”.

¿De qué hablaba a sus hijos aquel andaluz, con vocación literaria y filosófica, nacido en Cádiz pero que siempre se sintió malagueño? Allá había nacido su vocación intelectual, allá conoció a la que después se convirtió en su esposa, a cuya familia ayudó después a venir a México. Era una vida intensa para el joven escritor y militante socialista.

“Hablaba de cómo se alistó en la guerra, de su militancia política y del inicio de sus estudios en España, cuando estaba orientado a su primera vocación, que fue la literatura. Pero sobrevino el conflicto, y ni modo; había que tomar partido y dejar pendientes algunas tareas; así se fue a la guerra”.

LOS HIJOS Y LOS NIETOS DE DON ADOLFO

Los legados familiares nunca se asimilan de la misma manera entre los integrantes de una familia. En el ­caso de los hijos de Adolfo Sánchez Vázquez, no ­ocurrió de manera diferente.

“Mi hermano Adolfo, Fito, vivió esa experiencia de manera más intensa que nosotros, menores. Fito se integró inmediatamente a la realidad mexicana, con toda esa tradición española y republicana, desde muy joven tuvo muchas inquietudes y actividades políticas en el entorno mexicano. Allí estaba la herencia de mi padre, pero por otro lado decía: “Soy mexicano y me involucro”, de una manera excepcional entre los hijos de refugiados. En nuestra casa no hubo ese sentimiento que existía en muchos hogares de refugiados: con la esperanza de que un día volverían, se planteaban el conflicto interno de que no eran tan mexicanos. Con nosotros, eso no ocurrió. A nosotros mi papá siempre nos dijo “son mexicanos, y hay un compromiso con el país, más allá de la historia que traemos, y existe una conexión con el país que nos acogió. Mi papá siempre estuvo muy agradecido con ­México porque, como él siempre dijo, le permitió desarrollarse académica e intelectualmente, y ese sentimiento nos lo trasmitió”.

El saldo de la ruta de vida de los hermanos Sánchez Rebolledo reflejó esos matices: “Fito claramente se decantó por la cultura mexicana; mi otro hermano conservó raíces un poco más españolas, y yo, siendo la menor, tomé un poco de ambas raíces”.

Aurora Sánchez Rebolledo  se formó en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Forma parte del personal académico del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas, especializada en la literatura mexicana del siglo XX, y su gran proyecto de trabajo vinculado al Diccionario de Escritores dirigido por Aurora Ocampo, se centra en los escritores españoles que se refugiaron en México. “No puedo negar que en este trabajo pesó mucho la figura de mi padre y mi entorno familiar”.

¿Se mexicanizaron los Sánchez Rebolledo? “Quizá no mucho. Mi madre, doña Aurora Rebolledo, mantuvo muchas de las tradiciones españolas, empezando por la forma en que se comía en casa; toda la vida habló como andaluza, mantuvo relaciones con los exiliados republicanos toda su vida. Pero mi padre, con su trayectoria en la UNAM y el contacto con los estudiantes y con la vida política y social, fue más cercano”.

¿Tuvo Adolfo Sánchez Vázquez la expectativa de regresar a España? “Mientras Francisco Franco vivió, mi padre jamás pisó su patria. Después de la muerte de Franco, mis padres viajaban a España un par de veces al año a visitar a la familia, y cuando el prestigio de mi padre creció y tuvo obra reconocida, comenzó a ser invitado por las universidades españolas. Tal vez, en algún momento, hubo en la familia la idea de regresar, pero nunca se concretó. Por paradójico que pueda parecer, mi madre, tan española como fue, cada vez que viajaban allá, quería regresarse a México, porque finalmente, ése era su país, donde estaban sus hijos, y mi padre tenía la misma posición: aquí era donde echaron sus raíces, donde nos vieron crecer, donde cuidaron a sus nietos”.

Las milicianas en primera linea



Un artículo de Etheria Artay publicado en la Revista Crónica detallaba el entrenamiento militar que recibían varios batallones de mujeres y explicaba: "Las mujeres de Barcelona se preparan, en caso de que llegue el momento en que también ellas deben luchar". Varias horas cada semana, comenzando los domingos a las ocho de la mañana, estas mujeres se sometieron a entrenamiento militar. En su mayoría trabajadores de fábricas, se los conocía como "milicianas futuras", ya que se creía que la situación militar podría volverse tan grave que era necesario enviar a estas mujeres al combate en las líneas del frente para ayudar a los defensores republicanos. 

El artículo explicaba que no solo en Barcelona las mujeres de la retaguardia estaban recibiendo entrenamiento militar, sino que lo mismo estaba ocurriendo en Madrid, Valencia, Vizcaya, Santander y Asturias. La mayoría de los batallones de mujeres no se formaron con el propósito de ser transferidos al frente, sino más bien con la intención de que las mujeres estén militarmente preparadas para defender sus propios pueblos o ciudades. 

El Batallón Lina Odena en Madrid se formó poco después de que comenzara la guerra, con el propósito de proporcionar entrenamiento militar a las mujeres en la retaguardia. El batallón no estaba destinado a ser utilizado en el frente, excepto como una emergencia si la retaguardia alguna vez se convirtió en la primera línea de combate. Un artículo publicado en ABC declaró: "Las mujeres, decididas a defender a la República con armas, se preparan para la guerra. Estas chicas, alistadas en el Batallón Lina Odena, aprenden instrucción militar "(ABC, 31 de octubre de 1936, p.4). 

Luisa Gómez, organizadora del Secretariado de Mujeres del POUM en Barcelona, ​​decidió que era necesario formar un batallón de mujeres poco después del comienzo de la guerra. Low se convirtió en miembro poco después de su llegada a España y escribió sobre sus experiencias en sus memorias (Low and Breà, 1937). Informó que el regimiento se reunió y entrenó diariamente, participando en simulacros, practicando marchas, recibiendo entrenamiento con armas y practicando prácticas de tiro. Low escribió en detalle sobre el entrenamiento con armas que su batallón recibió. Informó que después de las prácticas de tiro y los ejercicios, las mujeres recibieron capacitación especializada en el uso de ametralladoras:




Era lo único que era realmente difícil. No tuvimos ningún problema mecánico a su vez, y pasamos mucho tiempo aprendiendo a desmontar todas las partes de la máquina (ametralladora pesada) para hacerla piezas y volver a colocarlas juntas correctamente, y además, la máquina era muy dura y pesada para nosotros.


Pero aprendimos. Al final, yocreo que podríamos haber ensamblado las partes de una ametralladora en la oscuridad, sin un ruido metálico para mostrar al enemigo dónde estábamos ocultos y dispararla por sorpresa....

Tal era el aprecio de Low por el armamento que más tarde, cuando ella y Breà se marchaban de España y cruzaban la frontera hacia Francia, ella "no podía soportar la separación" de su revólver. El papel militar desempeñado por las mujeres durante la Guerra Civil española fue sofisticado y extenso. Las mujeres de la milicia encuadradas en unidades estacionadas en el frente no estaban limitadas en los puestos de combate que podrían jugar en defensa de la República y la sociedad revoluciónaria. Los miembros de batallones de mujeres en la retaguardia también realizaron un valioso papel militar, y sirvió como ejemplos para el público en general de los roles de género para las mujeres que ahora existían en la zona republicana.

Las milicianas en primera linea

Un artículo de Etheria Artay publicado en la Revista Crónica detallaba el entrenamiento militar que recibían varios batallones de mujeres y explicaba: "Las mujeres de Barcelona se preparan, en caso de que llegue el momento en que también ellas deben luchar". Varias horas cada semana, comenzando los domingos a las ocho de la mañana, estas mujeres se sometieron a entrenamiento militar. En su mayoría trabajadores de fábricas, se los conocía como "milicianas futuras", ya que se creía que la situación militar podría volverse tan grave que era necesario enviar a estas mujeres al combate en las líneas del frente para ayudar a los defensores republicanos. 
El artículo explicaba que no solo en Barcelona las mujeres de la retaguardia estaban recibiendo entrenamiento militar, sino que lo mismo estaba ocurriendo en Madrid, Valencia, Vizcaya, Santander y Asturias. La mayoría de los batallones de mujeres no se formaron con el propósito de ser transferidos al frente, sino más bien con la intención de que las mujeres estén militarmente preparadas para defender sus propios pueblos o ciudades. 
El Batallón Lina Odena en Madrid se formó poco después de que comenzara la guerra, con el propósito de proporcionar entrenamiento militar a las mujeres en la retaguardia. El batallón no estaba destinado a ser utilizado en el frente, excepto como una emergencia si la retaguardia alguna vez se convirtió en la primera línea de combate. Un artículo publicado en ABC declaró: "Las mujeres, decididas a defender a la República con armas, se preparan para la guerra. Estas chicas, alistadas en el Batallón Lina Odena, aprenden instrucción militar "(ABC, 31 de octubre de 1936, p.4). 
Luisa Gómez, organizadora del Secretariado de Mujeres del POUM en Barcelona, ​​decidió que era necesario formar un batallón de mujeres poco después del comienzo de la guerra. Low se convirtió en miembro poco después de su llegada a España y escribió sobre sus experiencias en sus memorias (Low and Breà, 1937). Informó que el regimiento se reunió y entrenó diariamente, participando en simulacros, practicando marchas, recibiendo entrenamiento con armas y practicando prácticas de tiro. Low escribió en detalle sobre el entrenamiento con armas que su batallón recibió. Informó que después de las prácticas de tiro y los ejercicios, las mujeres recibieron capacitación especializada en el uso de ametralladoras:

Era lo único que era realmente difícil. No tuvimos ningún problema mecánico a su vez, y pasamos mucho tiempo aprendiendo a desmontar todas las partes de la máquina (ametralladora pesada) para hacerla piezas y volver a colocarlas juntas correctamente, y además, la máquina era muy dura y pesada para nosotros.
Pero aprendimos. Al final, yocreo que podríamos haber ensamblado las partes de una ametralladora en la oscuridad, sin un ruido metálico para mostrar al enemigo dónde estábamos ocultos y dispararla por sorpresa....
Tal era el aprecio de Low por el armamento que más tarde, cuando ella y Breà se marchaban de España y cruzaban la frontera hacia Francia, ella "no podía soportar la separación" de su revólver. El papel militar desempeñado por las mujeres durante la Guerra Civil española fue sofisticado y extenso. Las mujeres de la milicia encuadradas en unidades estacionadas en el frente no estaban limitadas en los puestos de combate que podrían jugar en defensa de la República y la sociedad revoluciónaria. Los miembros de batallones de mujeres en la retaguardia también realizaron un valioso papel militar, y sirvió como ejemplos para el público en general de los roles de género para las mujeres que ahora existían en la zona republicana.