22 de septiembre de 2017

El Valle de los Presos, llamado de los Caídos.


LOS
PRISIONEROS CONSTRUCTORES








-No
se conocen las cifras de los fusilamientos habidos entre 1939 y 1945.
Oficialmente (estadísticas del Ministerio de Justicia en el año
1974) se reconoce que el número de personas condenadas a muerte y
ejecutadas se eleva a 192.584.



El
fascista italiano y colaborador de Mussolini, el Conde Ciano, en su
diarío anota en julio de 1939 que "doscientas cincuenta
personas son fusiladas diaríamente en Madríd y ciento cincuenta en
Barcelona". Estos muertos no tenían reservado otro alojamiento
que la fosa común.


En
doce años, entre 1939 y 1950, hubo un total, según el análisis de
las cifras oficiales elaborado por Ramon Tamames de 875.000
hombres/año perdidos. "Lo que para tener una idea gráfica
equivale a 875.000 reclusos


durante
todo un año (alrededor del 8 por 100 de la población activa de
entonces) o bien 74.672 hombres en prisión durante 12 años
seguidos.






En
1940 había en prisión 213.640 personas. De este enorme contingente
de hombres y mujeres hacionados


en
las cárceles y en los conventos convertidos en prisión, se formaron
tres destacamentos compuestos por unos trescientos penados cada uno
para trabajar en las obras del Valle de los Caídos. Se ha exagerado,
siempre por falta de información adecuada, el número de
presidiaríos políticos que intervinieron en la


construcción
del monumento. En realidad, no llegaron a mil. Habían sido
reclutados voluntaríamente. A


la
mayoría de ellos les había sido conmutada la pena de muerte por la
de treinta años de reclusión y antes


que
sufrír las penalidades del encierro, con el trágico espectáculo de
las "sacas" nocturnas, prefiríeron aceptar un trabajo cuya
dureza desconocían.


A
cambio de su esfuerzo la Dirección General de Prisiones les ofrecía
redimir tres días de condena por uno de trabajo.






Los
destacamentos estuvieron formados principalmente por campesinos,
mayores de treinta años, que ignoraban el rudo trabajo de las
canteras y del encofrado. Andando el tiempo llegarían a
especializarse e incluso, cumplida la condena decidirían continuar
en las obras. Si el rancho de la cárcel era malo, el del campamento
no lo mejoraba. Sin embargo, el propio Franco, obsesionado desde sus
tiempos de legionario por la buena alimentación de sus hombres,
intervino en más de una ocasión para que los penados dispusieran


de
comida abundante. La disciplina era muy severa, pero con el paso de
los meses y comprobada la escasa


afición
de los presidiaríos a fugarse (excepto tres sobrinos de Sánchez
Albornoz), gozaron de una cierta libertad y se les permitió vivir
con sus familias en los barracones.


El
titánico trabajo de perforación de la montaña fue realizado
exclusivamente por los presos políticos. Las


obras
no se paralizaban y tres turnos se sucedían día y noche.






Autor:
Eliseo Bayo


INTERVIU,
Numero 28 de 1 de Diciembre de 1976, pagina 14