5 de febrero de 2019

Blas Infante (hijo), emigrante en Amsterdam



Luis Blas Infante trabaja en el restaurante Iberia de Amsterdam. ¿Cómo es

que Blas no está en Andalucía, como Luisa, María de los Ángeles y Alegría, sus

hermanas? Porque al único hijo varón del padre de la Patria Andaluza le tocó

también la amarga suerte de coger el pasaporte de la emigración. Luis Blas llegó

a través de Emigración, con contrato de la Ford como montador de tractores,

aunque no tenía ni idea de ese oficio.



—“Nunca me han hecho una entrevista, ¿eh? Nunca. Porque, ¿qué interés puedo yo tener? Ninguno, hombre, ninguno.

Yo soy un trabajador más de los veinte mil españoles que estamos en Holanda

(…). Con mi expedición llegamos cien personas. Cuarenta veníamos a la Ford,

y el resto traía contrato para la Philips de Rotterdam.

En la Plaza de España de Sevilla nos dieron ochenta pesetas a cada uno y nos

montaron en el tren. Cuando llegamos a Madrid nos metieron en el hotel Ronda y nos volvieron a dar ciento cincuenta pesetas. De Madrid a París, y de París a Amsterdam”.

—“

Se vivía en pensiones. Eso era criminal. Si te tocaba con más emigrantes, te

daban una habitación para seis en literas. Y para ducharnos teníamos que ir a

las duchas públicas. Yo encontré pronto otro sitio, cuando conocí a Mariana (su

compañera). La gente ha estado muy engañada con la emigración. To el que

llegaba a España con un coche y se paseaba por el pueblo, daba una imagen

falsa de los sufrimientos del emigrante.

En el pueblo, el que menos dice que es director de una fábrica o que gana

tantos miles de florines. En aquellos años, la gente se venía sin papeles. Los

ponían como esclavos a fregar suelos.

Si las horas de trabajo que echa aquí un emigrante, las pudiera desarrollar en

España.... Llegaban muchos creyendo que esto era un paraíso”.

—“

¿Cuántas horas trabajabais en 1963?”

—“Pues mira, yo cuando vine terminaba en la Ford a las cinco de la tarde,

luego me iba a fregar suelos hasta lasdiez y media; y además, los sábados y domingos me iba a los hoteles también a fregar suelos. Aquí hay gente que ha

ahorrado mucho dinero a base de no parar de trabajar, de no salir, de no

tomarse nunca una copa.La emigraciónes algo muy triste. Cada uno de nosotros

ha emigrado por unas circunstancias.

¡Aquí se ha dado cada caso! Cuandollegamos, todos decíamos que dos años

más, que tres y luego al pueblo. Pero el destino de muchos emigrantes es seguir

hasta la jubilación”.

—“Siempre andaluz. Pero yo no soy fanático de región o de patria. Yo detesto el

centralismo. Lo único importante que yo sé, es que el obrero tiene que pensar en que por encima de todo es obrero y luchar por los de su clase”.



Luis Blas Infante murió en Ámsterdam en 1998.



Extracto de la entrevista realizada por


Antonio Ramos Espejo que fue publicada


en el número 897 de la revista Triunfo,


de abril de 1980.


Blas Infante (hijo), emigrante en Amsterdam

Luis Blas Infante trabaja en el restaurante Iberia de Amsterdam. ¿Cómo es
que Blas no está en Andalucía, como Luisa, María de los Ángeles y Alegría, sus
hermanas? Porque al único hijo varón del padre de la Patria Andaluza le tocó
también la amarga suerte de coger el pasaporte de la emigración. Luis Blas llegó
a través de Emigración, con contrato de la Ford como montador de tractores,
aunque no tenía ni idea de ese oficio.

—“Nunca me han hecho una entrevista, ¿eh? Nunca. Porque, ¿qué interés puedo yo tener? Ninguno, hombre, ninguno.
Yo soy un trabajador más de los veinte mil españoles que estamos en Holanda
(…). Con mi expedición llegamos cien personas. Cuarenta veníamos a la Ford,
y el resto traía contrato para la Philips de Rotterdam.
En la Plaza de España de Sevilla nos dieron ochenta pesetas a cada uno y nos
montaron en el tren. Cuando llegamos a Madrid nos metieron en el hotel Ronda y nos volvieron a dar ciento cincuenta pesetas. De Madrid a París, y de París a Amsterdam”.
—“
Se vivía en pensiones. Eso era criminal. Si te tocaba con más emigrantes, te
daban una habitación para seis en literas. Y para ducharnos teníamos que ir a
las duchas públicas. Yo encontré pronto otro sitio, cuando conocí a Mariana (su
compañera). La gente ha estado muy engañada con la emigración. To el que
llegaba a España con un coche y se paseaba por el pueblo, daba una imagen
falsa de los sufrimientos del emigrante.
En el pueblo, el que menos dice que es director de una fábrica o que gana
tantos miles de florines. En aquellos años, la gente se venía sin papeles. Los
ponían como esclavos a fregar suelos.
Si las horas de trabajo que echa aquí un emigrante, las pudiera desarrollar en
España.... Llegaban muchos creyendo que esto era un paraíso”.
—“
¿Cuántas horas trabajabais en 1963?”
—“Pues mira, yo cuando vine terminaba en la Ford a las cinco de la tarde,
luego me iba a fregar suelos hasta lasdiez y media; y además, los sábados y domingos me iba a los hoteles también a fregar suelos. Aquí hay gente que ha
ahorrado mucho dinero a base de no parar de trabajar, de no salir, de no
tomarse nunca una copa.La emigraciónes algo muy triste. Cada uno de nosotros
ha emigrado por unas circunstancias.
¡Aquí se ha dado cada caso! Cuandollegamos, todos decíamos que dos años
más, que tres y luego al pueblo. Pero el destino de muchos emigrantes es seguir
hasta la jubilación”.
—“Siempre andaluz. Pero yo no soy fanático de región o de patria. Yo detesto el
centralismo. Lo único importante que yo sé, es que el obrero tiene que pensar en que por encima de todo es obrero y luchar por los de su clase”.

Luis Blas Infante murió en Ámsterdam en 1998.
Extracto de la entrevista realizada por
Antonio Ramos Espejo que fue publicada
en el número 897 de la revista Triunfo,
de abril de 1980.