31 de julio de 2016

ARRIAGA MARTÍNEZ, Juan



ARRIAGA MARTÍNEZ, Juan


Afiliado Agrupación Socialista de Baza (Granada)


[?] 28/02/1921 -- [?]




En el censo de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE figura como incorporado a la organización el 2 de abril de 1939.



Fuentes: PSOE/CEF. Censo

ARRIAGA MARTÍNEZ, Juan

ARRIAGA MARTÍNEZ, Juan
Afiliado Agrupación Socialista de Baza (Granada)
[?] 28/02/1921 -- [?]
En el censo de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE figura como incorporado a la organización el 2 de abril de 1939.
Fuentes: PSOE/CEF. Censo

ARREDONDO NOGUERA, Agustín



ARREDONDO NOGUERA, Agustín


Afiliado Partido Socialista Obrero Español


Zújar (Granada) [?] -- [?]




Zújar (Granada) [1904 o 1905] - [?]
Secretario judicial y secretario de ayuntamiento. Desarrolló su carrera profesional en los juzgados de Baza (Granada), Pozo Alcón (Jaén), Alquería de Aznar (Alicante) y en Charches (Granada) donde se encontraba el 19 de julio de 1936. Afiliado a la UGT desde 1929 y al PSOE desde 1930. Durante la guerra civil fue oficial de Carabineros en Batallón de Ametralladoras y capitán de la 3ª Brigada en el Estado Mayor de la Sección de Operaciones en los frentes de Granada (1936 y 1937) y Aragón (1937 y 1939). Partió rumbo a México en el Nyassa, donde llegó en octubre de 1942 a la edad de 37 años. [FPI]



Fuentes: Archivo JARE/AMAE (M). Caja 18 (Documento 19.X.1942)

ARREDONDO NOGUERA, Agustín

ARREDONDO NOGUERA, Agustín
Afiliado Partido Socialista Obrero Español
Zújar (Granada) [?] -- [?]
Zújar (Granada) [1904 o 1905] - [?]
Secretario judicial y secretario de ayuntamiento. Desarrolló su carrera profesional en los juzgados de Baza (Granada), Pozo Alcón (Jaén), Alquería de Aznar (Alicante) y en Charches (Granada) donde se encontraba el 19 de julio de 1936. Afiliado a la UGT desde 1929 y al PSOE desde 1930. Durante la guerra civil fue oficial de Carabineros en Batallón de Ametralladoras y capitán de la 3ª Brigada en el Estado Mayor de la Sección de Operaciones en los frentes de Granada (1936 y 1937) y Aragón (1937 y 1939). Partió rumbo a México en el Nyassa, donde llegó en octubre de 1942 a la edad de 37 años. [FPI]
Fuentes: Archivo JARE/AMAE (M). Caja 18 (Documento 19.X.1942)

ARREBOLA ORTIGOSA, Antonio



ARREBOLA ORTIGOSA, Antonio


Afiliado Agrupación Socialista de Zafarraya (Granada)


Zafarraya (Granada) 1899 -- Granada (Granada) 17/05/1939




Campesino. Miembro de la UGT y afiliado a la AS de Zafarraya (Granada). Al producirse el golpe de Estado de julio de 1936 formó parte del Comité Revolucionario de dicha localidad. Finalizada la guerra civil fue detenido el 10 de mayo de 1939 falleciendo en la prisión provincial de Granada el día 17 de ese mismo mes.



Fuentes: E. RODRÍGUEZ PADILLA y F. GONZÁLEZ ARROYO. República, guerra civil y represión franquista en Zafarraya (Granada) (1931-1945).- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2011, pp. 68 y 190 a 192

ARREBOLA ORTIGOSA, Antonio

ARREBOLA ORTIGOSA, Antonio
Afiliado Agrupación Socialista de Zafarraya (Granada)
Zafarraya (Granada) 1899 -- Granada (Granada) 17/05/1939
Campesino. Miembro de la UGT y afiliado a la AS de Zafarraya (Granada). Al producirse el golpe de Estado de julio de 1936 formó parte del Comité Revolucionario de dicha localidad. Finalizada la guerra civil fue detenido el 10 de mayo de 1939 falleciendo en la prisión provincial de Granada el día 17 de ese mismo mes.
Fuentes: E. RODRÍGUEZ PADILLA y F. GONZÁLEZ ARROYO. República, guerra civil y represión franquista en Zafarraya (Granada) (1931-1945).- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2011, pp. 68 y 190 a 192

Manuel Arrebola Martin



ARREBOLA MARTÍN, Manuel


Concejal por Zafarraya (Granada)


Zafarraya (Granada) 07/05/1879 -- Zafarraya (Granada) 22/02/1963




Campesino. Miembro de la UGT de Zafarraya (Granada) de la que fue tesorero. Conocido como “Fantasías”. Concejal del ayuntamiento de dicha localidad en 1931 ejerciendo como segundo teniente de alcalde. Finalizada la guerra civil fue detenido e internado en el campo de concentración de Benalúa-Guadix (Granada). En Consejo de Guerra celebrado en Granada el 24 de enero de 1942 fue condenado a 30 años de reclusión, pena que le fue rebajada a 20 años el 12 de febrero de ese año. Falleció en Zafarraya el 22 de febrero de 1963.



Fuentes: E. RODRÍGUEZ PADILLA y F. GONZÁLEZ ARROYO. República, guerra civil y represión franquista en Zafarraya (Granada) (1931-1945).- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2011, pp. 25 y 289 a 293

Manuel Arrebola Martin

ARREBOLA MARTÍN, Manuel
Concejal por Zafarraya (Granada)
Zafarraya (Granada) 07/05/1879 -- Zafarraya (Granada) 22/02/1963
Campesino. Miembro de la UGT de Zafarraya (Granada) de la que fue tesorero. Conocido como “Fantasías”. Concejal del ayuntamiento de dicha localidad en 1931 ejerciendo como segundo teniente de alcalde. Finalizada la guerra civil fue detenido e internado en el campo de concentración de Benalúa-Guadix (Granada). En Consejo de Guerra celebrado en Granada el 24 de enero de 1942 fue condenado a 30 años de reclusión, pena que le fue rebajada a 20 años el 12 de febrero de ese año. Falleció en Zafarraya el 22 de febrero de 1963.
Fuentes: E. RODRÍGUEZ PADILLA y F. GONZÁLEZ ARROYO. República, guerra civil y represión franquista en Zafarraya (Granada) (1931-1945).- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2011, pp. 25 y 289 a 293

Epifanio Arraez Moreno



ARRÁEZ MORENO, Epifanio


Miembro de la UGT de Albuñol (Granada)


[?]




Miembro de la UGT de Albuñol (Granada). Finalizada la guerra civil fue detenido siendo condenado a muerte en Consejo de Guerra celebrado el 28 de julio de 1939. Posteriormente le fue conmutada la pena por la inferior de 30 años de reclusión.



Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, p. 85

Epifanio Arraez Moreno

ARRÁEZ MORENO, Epifanio
Miembro de la UGT de Albuñol (Granada)
[?]
Miembro de la UGT de Albuñol (Granada). Finalizada la guerra civil fue detenido siendo condenado a muerte en Consejo de Guerra celebrado el 28 de julio de 1939. Posteriormente le fue conmutada la pena por la inferior de 30 años de reclusión.
Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, p. 85

Lorenzo Arrabal Gomez



ARRABAL GÓMEZ, Lorenzo


Afiliado Agrupación Socialista de Deifontes (Granada)


Deifontes (Granada) [1904 o 1905] -- [?]




Carrero. Miembro de la UGT y afiliado a la AS de Deifontes (Granada). Durante la guerra civil fue miliciano en dicha localidad. Finalizada ésta fue detenido, a los 34 años, e internado en la prisión de Granada. En Consejo de Guerra celebrado en julio de 1939 fue condenado a 12 años de reclusión. Fue trasladado a la prisión de Guadix (Granada) y en agosto de 1941 a la cárcel de Valdenoceda (Burgos) donde permaneció hasta octubre de 1942 que fue enviado al destacamento penal de Pedrosa de Valdeporres (Burgos) para trabajar en la construcción del túnel de La Engaña para la empresa ABC. En diciembre de ese año salió en libertad condicional regresando a Deifontes.



Fuentes: AGA/Alcalá de Henares (Prisiones); F. CARDERO AZOFRA y F. CARDERO ELSO. El penal de Valdenoceda. – Palencia: Cálamo, 2011, DVD (Sentencias nº 76)

Lorenzo Arrabal Gomez

ARRABAL GÓMEZ, Lorenzo
Afiliado Agrupación Socialista de Deifontes (Granada)
Deifontes (Granada) [1904 o 1905] -- [?]
Carrero. Miembro de la UGT y afiliado a la AS de Deifontes (Granada). Durante la guerra civil fue miliciano en dicha localidad. Finalizada ésta fue detenido, a los 34 años, e internado en la prisión de Granada. En Consejo de Guerra celebrado en julio de 1939 fue condenado a 12 años de reclusión. Fue trasladado a la prisión de Guadix (Granada) y en agosto de 1941 a la cárcel de Valdenoceda (Burgos) donde permaneció hasta octubre de 1942 que fue enviado al destacamento penal de Pedrosa de Valdeporres (Burgos) para trabajar en la construcción del túnel de La Engaña para la empresa ABC. En diciembre de ese año salió en libertad condicional regresando a Deifontes.
Fuentes: AGA/Alcalá de Henares (Prisiones); F. CARDERO AZOFRA y F. CARDERO ELSO. El penal de Valdenoceda. – Palencia: Cálamo, 2011, DVD (Sentencias nº 76)

Mateo Arquero



ARQUERO, Mateo


Afiliado Agrupación Socialista de Motril (Granada)


[?]




Miembro de la UGT y afiliado a la AS de Motril (Granada). Al producirse el golpe de Estado de julio de 1936 formó parte del Comité de Enlace Permanente de dicha localidad.



Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, p. 50

Mateo Arquero

ARQUERO, Mateo
Afiliado Agrupación Socialista de Motril (Granada)
[?]
Miembro de la UGT y afiliado a la AS de Motril (Granada). Al producirse el golpe de Estado de julio de 1936 formó parte del Comité de Enlace Permanente de dicha localidad.
Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, p. 50

Domingo Arnedo Bautista



ARNEDO BAUTISTA, Domingo


Alcalde de Guájar Faragüit (Granada)


Guájar Faragüit (Granada) [1897 o 1898] -- [?]




Campesino. Miembro de la UGT de Guájar Faragüit (Granada). Conocido como “Hijo de Juan de la O”. Fue alcalde del ayuntamiento de dicha localidad. Finalizada la guerra civil fue detenido, a los 41 años, siendo condenado a 12 años de reclusión en Consejo de Guerra celebrado el 24 de abril de 1944.



Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, pp. 668 y 736

Domingo Arnedo Bautista

ARNEDO BAUTISTA, Domingo
Alcalde de Guájar Faragüit (Granada)
Guájar Faragüit (Granada) [1897 o 1898] -- [?]
Campesino. Miembro de la UGT de Guájar Faragüit (Granada). Conocido como “Hijo de Juan de la O”. Fue alcalde del ayuntamiento de dicha localidad. Finalizada la guerra civil fue detenido, a los 41 años, siendo condenado a 12 años de reclusión en Consejo de Guerra celebrado el 24 de abril de 1944.
Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, pp. 668 y 736

Ramon Ariza Vaca



ARIZA VACA, Ramón


Miembro de la UGT de Granada


Guadix (Granada) [1907 o 1908] -- [?]




Trabajador de Obras Públicas como ayudante de maquinista. Miembro de la UGT de Granada. Al producirse el golpe de Estado de julio de 1936 formó parte del Comité de Abastos de Guadix (Granada). Finalizada la guerra civil fue detenido, a los 31 años, siendo condenado a 20 años de reclusión en Consejo de Guerra celebrado el 27 de mayo de 1943.



Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, pp. 306 y 350

Ramon Ariza Vaca

ARIZA VACA, Ramón
Miembro de la UGT de Granada
Guadix (Granada) [1907 o 1908] -- [?]
Trabajador de Obras Públicas como ayudante de maquinista. Miembro de la UGT de Granada. Al producirse el golpe de Estado de julio de 1936 formó parte del Comité de Abastos de Guadix (Granada). Finalizada la guerra civil fue detenido, a los 31 años, siendo condenado a 20 años de reclusión en Consejo de Guerra celebrado el 27 de mayo de 1943.
Fuentes: J. HIDALGO CÁMARA. Represión y muerte en la provincia de Granada 1936-1950.- Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2014, pp. 306 y 350

1936. La Granada de aquel verano. Una ciudad entre la victoria y la muerte







Nuestra Memoria La Guerra Civil
Escrito por Miguel Ángel Del Arco Blanco   
Domingo, 14 de Agosto de 2011 06:16


Fue en aquellos días de julio y agosto cuando comenzaba, no sólo la guerra civil, sino también la victoria de los que apoyaron la sublevación, y la derrota -y muerte- de los que fueron leales a la República








 

En la Granada del verano de 1936 sucedió lo que siempre sucede en cualquier realidad. En el mismo espacio, en las mismas calles, en las mismas plazas, y tal vez al mismo tiempo, se producen fenómenos diferentes, aparentemente opuestos pero nunca ajenos. Igual que la riqueza es el anverso que posibilita la pobreza, la victoria es la otra cara de la derrota. Fue en aquellos calurosos días de julio y agosto cuando comenzaba, no sólo la guerra civil española, sino también la victoria de los que apoyaron la sublevación, y la derrota -y muerte- de los que fueron leales a la República. 

Puede parecer imposible recrear la atmósfera de una ciudad en la que convivieron dos realidades opuestas, la celebración de la victoria y la fiesta de la muerte llevada hasta sus últimas consecuencias. Pero desgraciadamente, todo ello está marcado por una indudable lógica histórica en la que, conviene decirlo, casi nada fue casual. Ni las banderas que engalanaron los balcones de Granada, ni los himnos que sonaron entonces, ni los gritos de muerte a la democracia, ni la bendición de la Iglesia a lo que estaba sucediendo... pueden desligarse de la represión física, los paseos, el silencio o la desaparición de una forma distinta de pensar. Poner todas estas imágenes juntas y ligarlas lo mejor posible es una tarea que debe realizar el historiador, ofreciendo su trabajo a la sociedad que se lo reclama, para superar los traumas del pasado y, efectivamente, hacer brotar un perdón que asiente la democracia en el conocimiento de las vergüenzas y errores de nuestro pasado común. 

Tras el golpe, la violencia 

El golpe de estado se produce de forma tardía en Granada. No tendrá lugar el 18 de julio como en la mayoría de las ciudades de la península, sino el 20. Ese día, lunes, los militares insurrectos toman la capital y hacen firmar a punta de pistola el bando de guerra al general Campins, máxima autoridad militar, leal a la República. Por la tarde, desde los lugares céntricos de la ciudad se dio a conocer a los granadinos dicho bando, poniendo en manos de la autoridad militar sublevada todo el control de la vida pública. 

Comienza entonces una historia que no se refleja del todo en los periódicos locales o nacionales. El Defensor de Granadalanzó su última edición el 19 de julio, con un titular de apoyo explícito a la República: «Ciudadanos: ¡Viva la República!». Tras la insurrección, el rotativo es clausurado y silenciado. La voz de los rebeldes será en adelante Ideal. La realidad atroz de entonces escapa a sus páginas. No suele haber menciones a la violenta represión desencadenada entonces. En el mejor de los casos, se dedica una breve nota en su última página, como la del 8 de agosto, en la que da cuenta del fusilamiento de «veinte individuos presos», siempre en «represalia por los bombardeos» de la aviación republicana. Pero generalmente las noticias se limitan a señalar las detenciones de las autoridades republicanas y de algunos líderes obreros, incidiendo en su «peligrosidad» por ir armados, y señalando que «pasaron a la Cárcel a disposición de la autoridad militar». Entonces, el rastro de sus vidas se pierde. El silencio era sinónimo de la muerte, como algún personaje del teatro de Lorca había presagiado. 

En Granada también las autoridades militares siguieron aquella «instrucción reservada número 1» del general Mola, redactada previamente a la insurrección, en la que ordenaba una acción «en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo» sobre «todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos». Encarcelar y ejecutar a todos los dirigentes políticos de izquierdas, en una sociedad tan politizada como la de la España de 1936, habla por sí misma de las dimensiones de la represión. De hecho, varios historiadores han llamado la atención sobre la virulencia de la violencia franquista en la provincia de Granada, máxime cuando aproximadamente la mitad de la provincia estuvo en manos republicanas durante la contienda. Así, en su majestuoso último libro, Paul Preston habla nada menos que de 5.500 víctimas para la provincia sólo entre 1936 y 1939. 

Tradicionalmente se ha tendido a responsabilizar de la represión al militar José Valdés Guzmán, que ocupó el gobierno civil hasta mediados de 1937. Sin duda su papel, fue fundamental y su responsabilidad en las masacres extrema. No obstante, ni Valdés fue el único gobernador civil durante la guerra civil, ni estuvo solo en sus labores represivas. Hay que extender la responsabilidad a los oficiales que apoyaron el golpe y tuvieron mando en aquel entonces, pero también a los no pocos granadinos que tomaron parte activa en las labores de represión. Uno de ellos, el católico Juan Luis Trescastro, al presentarse como voluntario declaró entonces que estaba «dispuesto a degollar hasta a los niños de pecho». Los grados de responsabilidad en todo aquello, desde luego, variaron enormemente, yendo de la adhesión al Alzamiento y la participación directa en las labores represivas a una gran «zona gris» que permaneció impasible o miró hacia otro lado. Pero debemos abrir las ventanas del pasado y reconocer que la colaboración con la aniquilación del enemigo no comenzaba sólo al disparar el gatillo: fueron muchos los que señalaron con el dedo a los militantes o simpatizantes del Frente Popular, sellando su destino. 

Fueron abundantes las instituciones que formaron parte del engranaje de la violencia en Granada. Vinculadas al Estado o al ejército, los rebeldes contaron con la comandancia militar, el gobierno civil, la Legión Extranjera (que llegaría a la ciudad a comienzos de agosto), la guardia civil, la guardia de asalto y la policía. Pero además, surgieron multitud de milicias y agrupaciones cuyas filas pasaron a engrosar numerosos jóvenes granadinos: Falange Española, la milicia ciudadana «Españoles Patriotas» o el Requeté carlista. También hubo agrupaciones donde tuvieron cabida granadinos no tan jóvenes, como pudo ser el caso del Batallón Pérez del Pulgar, organizado por el tristemente conocido Ruiz Alonso, o Defensa Armada de Granada: según Ian Gibson, a este grupo pertenecieron personas que por su edad o profesión no podían combatir activamente, tales como Antonio Gallego Burín o Antonio Marín Ocete; no obstante, sus labores de vigilancia y delación comprometieron a sus integrantes en labores represivas. Y por supuesto, no cabe olvidar a la nefasta «Escuadra Negra», casi una quincena de hombres que, con la aquiescencia del gobernador Valdés, cometieron multitud de asesinatos sin el menor juicio previo. 

Mientras que la guerra comenzaba y los titulares de periódicos y radios alentaban a la población asegurando la inminencia de la toma de Madrid... el aparato represivo se ponía en marcha en Granada. Líderes políticos y sindicales fueron detenidos rápidamente. Milicias o fuerzas de seguridad se presentaban entonces en su domicilio. Ante una familia aterrorizaba, eran detenidos. En otros casos, eran ellos mismos quienes se entregaban a la autoridad, sin esperar grandes castigos. A veces, atónitos ante la ferocidad de la represión, se escondían donde podían, tratando de pasar al bando republicano más tarde o más temprano. Un testigo de entonces relató a Molina Fajardo que, al llegar a su casa, encontró a alguien «escondido en el ascensor, parado este entre dos pisos», tratando de no ser descubierto en los frecuentes registros. José Palanco Romero, antiguo alcalde republicano y rector de la Universidad, tras ser detenido, maltratado y enviado a la cárcel, fue excarcelado y conducido al manicomio municipal gracias a la gestión de sus amigos, donde encontró refugio; no obstante éste no le libraría de la muerte el 16 de agosto. 

El terror inundó la ciudad. Los periódicos anunciaban las detenciones. En la noche, algunos oyeron la llegada de milicianos, los golpes en la puerta del vecino, los gritos de terror. El rumor, como en todos los momentos críticos, tendió al pánico: la mayoría de los granadinos tuvieron conocimiento del arresto de algún vecino o conocido. En ese clima de miedo implacable, muchos temieron la delación de un vecino, de un enemigo personal o político. No era extraño, pues las propias autoridades y su propaganda animaban a desenmascarar a los «malos patriotas». En una edición de Ideal de aquel verano, se podía leer: «cuando te encuentres con un sujeto de esos, no dudes en cumplir con tu deber: DENÚNCIALO». 

Una vez encarcelados, muchos fueron sometidos a torturas y vejaciones. Fueron comunes en el gobierno civil, entonces sito en la céntrica y concurrida calle Duquesa. Hace tiempo, los porteros de dicha institución aseguraron a Ian Gibson que entonces se empleó asiduamente un aparato de tortura («el aeroplano») que consistía en izar hasta el techo a los prisioneros con los brazos atados a la espalda hasta romperles los omóplatos. Los alaridos de las víctimas podían escucharse desde la calle, y en varias ocasiones algunos se arrojaron por la ventana para escapar a la tortura. Más conocido es el golpe que, con una culata de fusil, recibió el notable periodista y director de El Defensor de Granada, Constantino Ruiz Carnero. Sus gafas quedaron aplastadas contra sus ojos, provocándole numerosas heridas. Al llegar donde iba a ser fusilado, ya había encontrado la muerte. 

En una Granada sitiada y tan provinciana como aquella, la represión no escapó al conocimiento de nadie. La prensa la presagiaba, el rumor alargaba su sombra y los propios acontecimientos afirmaban su existencia. Sin duda, el sonido de los fusilamientos no llegaba cada noche a los oídos de todos los granadinos. No obstante, los camiones de presos puede que sí: durante días, cruzaron repletos las vías principales de la ciudad. Gran Vía, Reyes Católicos, Paseo de los Tristes... hasta llegar por la Cuesta de los Chinos al Cementerio. En su correspondencia a la familia Rodríguez Acosta, José María Bérriz dejó constancia sobrada de tener conocimiento de las ejecuciones, informando puntualmente sobre quiénes habían sido encarcelados y fusilados, ofreciendo incluso la fecha exacta en la que algunas personalidades, incluido García Lorca, fueron asesinados. 

En el Cementerio tuvieron lugar la mayoría de las ejecuciones. Helen Nicholson, una americana partidaria de la insurrección que residía junto a la Alhambra escribió sobre aquellas tristes madrugadas: «alrededor de las dos me despertó el ruido de un camión y varios automóviles que subían por la colina hacia el cementerio, y poco después oí una descarga de fusilería, y luego los vehículos que regresan. Todos estos ruidos llegaron a serme demasiado familiares, y se repetían con tal regularidad que llegué a sentir verdadero terror». 

Después, quedaba el silencio. No volvía a hablarse del que había perdido la vida. Por miedo, no se pedían explicaciones a las nuevas autoridades. Las familias renunciaban a evocar en público a sus seres queridos. Tan sólo les quedaba la ausencia y el duelo interior. La sobrina de García Lorca e hija del Manuel Fernández Montesinos, alcalde de la ciudad en el momento de la sublevación y ejecutado en los primeros días, era sólo una niña en 1936. No obstante, guardó en su memoria aquel extraño verano en la Huerta de San Vicente, en la que la imagen de su madre y otros familiares vestidos de riguroso luto coincidió con la desaparición de su padre y de su tío. Mientras tanto, esta Granada del silencio, de la ausencia y del dolor contemplaba triste a la Granada de la victoria. 

Aquella Granada de los vencedores ha sido muy bien tratada por Claudio Hernández Burgos en su Granada Azul. Cuando miramos al pasado es difícil creer que, mientras la brutal represión tenía lugar, miles de granadinos participaban de forma activa en desfiles, discursos, himnos y ceremonias patrióticas. Pero es precisamente la naturaleza de esa «Nueva España» que se forjaba entonces con la movilización ciudadana, la que explica su actitud contra los republicanos. Tal como reconocía José María Bérriz entonces, «estamos en guerra civil y no se da cuartel, y cuando la piedad y misericordia habla en nuestra alma la calla el recuerdo de tantos crímenes y de tanto mal hecho por esa innoble y ruin idea que de hermanos nos ha convertido en enemigos». 

Entonces se forjó una forma excluyente de ver España. Como reflejan los columnistas granadinos de Patria e Ideal, los «rojos» no eran verdaderos españoles, sino seres corrompidos por el «materialismo», la «masonería», el «judaísmo» y el «marxismo» foráneo. Las viñetas del dibujante Miranda representaba al «rojo» como un ser inferior, pestilente, brutal y atroz. Carecía de valores morales, de heroísmo, de valentía o de fe. Súbitamente, ser partidario de la República o de la democracia se convirtió en una característica que conllevaba al error, al mal y a una moralidad deleznable. Es esta concepción del enemigo republicano, completamente deshumanizada, la que justifica la represión. Ejemplo de ello puede ser el libro publicado entonces por los ultrarreaccionarios Ángel Gollonet Mejías y José Morales López, Rojo y Azul en Granada. En él se glosan las atrocidades cometidas por los republicanos, cuestionando su humanidad, mientras que se oculta la represión franquista. La guerra era necesaria para «despertar a la Patria adormecida», y así lavar «con sangre el pecado de España, para conseguir un renacer grandioso de prósperas y gloriosas gestas». Como se escribiría en un semanario falangista de octubre de ese año, era «preciso amputar el miembro gangrenado, para que no perezca el organismo entero». Es importante reflexionar sobre la responsabilidad de escritores y periodistas a la hora de justificar e incitar la represión. 

La descalificación total del enemigo coincidió con la efervescencia patriótica. Granada se vistió de azul mahón falangista. La Falange, hasta entonces un partido minoritario, se convirtió tras el 18 de julio en un partido de masas, del que miles de granadinos pasaron a engrosar sus filas. Algunos militarían en él para escapar a sospechas sobre su pasado político, es cierto, pero la mayoría lo haría con convencimiento, identificando al partido con la adhesión completa al golpe de Estado y a la dictadura encabezada por Francisco Franco. 

Los granadinos no permanecieron impávidos. Muchos jóvenes fueron a luchar al frente. Algunos dejaron constancia de esas campañas en publicaciones, como Bonifacio Soria Marco, miembro de la milicia «Españoles Patriotas», que concebía la guerra como una «reconquista, palmo a palmo, de un terreno que fue maltrecho por la barbarie y la destrucción». En la retaguardia, los periódicos y la radio sembraron sus columnas y alocuciones de crónicas de guerra. La población mostraba su adhesión por diversas vías. Fueron célebres las suscripciones económicas: en los periódicos aparecían no sólo los amplios listados de los contribuyentes, sino también las sumas aportadas. Pero existieron más formas de apoyo: asistencia a veladas, conciertos, corridas de todos, tómbolas benéficas, donaciones de ropa para los combatientes... 

La «Nueva España» que quería crearse vio la luz en aquella Granada movilizada, de brazos en alto y camisas azules. El espacio público fue ocupado por los símbolos, ritos y ceremonias de los rebeldes. A mediados de agosto, la bandera bicolor sustituyó a la tricolor republicana en Granada, siendo «besada y estrujada por la multitud». También entonces los crucifijos volvieron a las escuelas y calles de la ciudad, llevando a cabo una recatolización del espacio urbano. Especialmente llamativo fue el caso del Albayzín, donde se acometió una verdadera campaña de reposición de hornacinas y cruces; la iniciativa no era anecdótica, pues el barrio había sido durante la República un importante bastión obrero y, tras el golpe de estado, sus habitantes trataron de resistir a los sublevados. Durante la guerra, algunas calles y plazas se llenaron con emblemas de la Alemania nazi y de la Italia fascista, consideradas por los rebeldes como «países hermanos». Las calles y avenidas cambiaron su nombre, enterrando en el olvido el pasado y exaltando a los nuevos héroes de la «Cruzada». 

Las ceremonias, los discursos y los actos patrióticos fueron constantes, dando una oportunidad a la población para manifestar su adhesión a la causa franquista, algo que muchos no desaprovecharon. En la Plaza del Carmen se congregaban frecuentemente muchos granadinos, especialmente para celebrar la toma de alguna localidad importante. El 26 de julio, el general golpista Orgaz visitó la ciudad, celebrándose un desfile de las fuerzas militares «juntamente con las milicias y voluntarios, todos los cuales fueron delirantemente ovacionados por una inmensa muchedumbre que se agolpaba en las aceras de las calles y plazas». El entusiasmo de los granadinos obligó al general a «dirigir unas palabras desde el balcón de un hotel de la Puerta Real». A veces, cualquier ocasión era óptima para demostrar el fervor popular. En la tarde del domingo 17 de agosto, bastó el concierto de la Banda Municipal en la Plaza del Campillo para que el público hiciese «repetir un sinnúmero de veces los himnos de la Legión y Falange Española» a la banda, mientras que «todos saludaban y proferían gritos estusiásticos de ¡Viva España!». Más avanzada la contienda, en febrero de 1937, cientos de falangistas se congregaron frente al ayuntamiento en un acto en el que destruyeron urnas de cristal y destruyeron papeletas de voto, como símbolo evidente de su oposición a una democracia a la que contribuían decididamente a destruir. 

En definitiva, si desde el presente debemos rechazar esa «cultura de la victoria» surgida entonces o conocer las dimensiones de la brutal represión granadina, no es porque pretendamos hacer girar la historia y, tal como algunos periodistas ultraconservadores han afirmado, «ganar la guerra civil» casi 75 años después. Como demostrarían los años del franquismo, aquella concepción de España y de la guerra civil como «Cruzada» frente a un invasor, condujo a un tiempo de exclusión y no-reconciliación entre los españoles. Los valores plurales, democráticos y de justicia real, tardarían en brotar casi cuarenta años. Tal vez merezca la pena recordar que, durante bastante tiempo, no fueron mayoritarios. Hablar del pasado conduce a su defensa. Por el contrario, el silencio y el olvido sólo contribuyen a debilitarlos.


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Fuente:  Granada Hoy



1936. La Granada de aquel verano. Una ciudad entre la victoria y la muerte


Nuestra Memoria La Guerra Civil
Escrito por Miguel Ángel Del Arco Blanco   
Domingo, 14 de Agosto de 2011 06:16
Fue en aquellos días de julio y agosto cuando comenzaba, no sólo la guerra civil, sino también la victoria de los que apoyaron la sublevación, y la derrota -y muerte- de los que fueron leales a la República

 
En la Granada del verano de 1936 sucedió lo que siempre sucede en cualquier realidad. En el mismo espacio, en las mismas calles, en las mismas plazas, y tal vez al mismo tiempo, se producen fenómenos diferentes, aparentemente opuestos pero nunca ajenos. Igual que la riqueza es el anverso que posibilita la pobreza, la victoria es la otra cara de la derrota. Fue en aquellos calurosos días de julio y agosto cuando comenzaba, no sólo la guerra civil española, sino también la victoria de los que apoyaron la sublevación, y la derrota -y muerte- de los que fueron leales a la República. 

Puede parecer imposible recrear la atmósfera de una ciudad en la que convivieron dos realidades opuestas, la celebración de la victoria y la fiesta de la muerte llevada hasta sus últimas consecuencias. Pero desgraciadamente, todo ello está marcado por una indudable lógica histórica en la que, conviene decirlo, casi nada fue casual. Ni las banderas que engalanaron los balcones de Granada, ni los himnos que sonaron entonces, ni los gritos de muerte a la democracia, ni la bendición de la Iglesia a lo que estaba sucediendo... pueden desligarse de la represión física, los paseos, el silencio o la desaparición de una forma distinta de pensar. Poner todas estas imágenes juntas y ligarlas lo mejor posible es una tarea que debe realizar el historiador, ofreciendo su trabajo a la sociedad que se lo reclama, para superar los traumas del pasado y, efectivamente, hacer brotar un perdón que asiente la democracia en el conocimiento de las vergüenzas y errores de nuestro pasado común. 

Tras el golpe, la violencia 

El golpe de estado se produce de forma tardía en Granada. No tendrá lugar el 18 de julio como en la mayoría de las ciudades de la península, sino el 20. Ese día, lunes, los militares insurrectos toman la capital y hacen firmar a punta de pistola el bando de guerra al general Campins, máxima autoridad militar, leal a la República. Por la tarde, desde los lugares céntricos de la ciudad se dio a conocer a los granadinos dicho bando, poniendo en manos de la autoridad militar sublevada todo el control de la vida pública. 

Comienza entonces una historia que no se refleja del todo en los periódicos locales o nacionales. El Defensor de Granadalanzó su última edición el 19 de julio, con un titular de apoyo explícito a la República: «Ciudadanos: ¡Viva la República!». Tras la insurrección, el rotativo es clausurado y silenciado. La voz de los rebeldes será en adelante Ideal. La realidad atroz de entonces escapa a sus páginas. No suele haber menciones a la violenta represión desencadenada entonces. En el mejor de los casos, se dedica una breve nota en su última página, como la del 8 de agosto, en la que da cuenta del fusilamiento de «veinte individuos presos», siempre en «represalia por los bombardeos» de la aviación republicana. Pero generalmente las noticias se limitan a señalar las detenciones de las autoridades republicanas y de algunos líderes obreros, incidiendo en su «peligrosidad» por ir armados, y señalando que «pasaron a la Cárcel a disposición de la autoridad militar». Entonces, el rastro de sus vidas se pierde. El silencio era sinónimo de la muerte, como algún personaje del teatro de Lorca había presagiado. 

En Granada también las autoridades militares siguieron aquella «instrucción reservada número 1» del general Mola, redactada previamente a la insurrección, en la que ordenaba una acción «en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo» sobre «todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos». Encarcelar y ejecutar a todos los dirigentes políticos de izquierdas, en una sociedad tan politizada como la de la España de 1936, habla por sí misma de las dimensiones de la represión. De hecho, varios historiadores han llamado la atención sobre la virulencia de la violencia franquista en la provincia de Granada, máxime cuando aproximadamente la mitad de la provincia estuvo en manos republicanas durante la contienda. Así, en su majestuoso último libro, Paul Preston habla nada menos que de 5.500 víctimas para la provincia sólo entre 1936 y 1939. 

Tradicionalmente se ha tendido a responsabilizar de la represión al militar José Valdés Guzmán, que ocupó el gobierno civil hasta mediados de 1937. Sin duda su papel, fue fundamental y su responsabilidad en las masacres extrema. No obstante, ni Valdés fue el único gobernador civil durante la guerra civil, ni estuvo solo en sus labores represivas. Hay que extender la responsabilidad a los oficiales que apoyaron el golpe y tuvieron mando en aquel entonces, pero también a los no pocos granadinos que tomaron parte activa en las labores de represión. Uno de ellos, el católico Juan Luis Trescastro, al presentarse como voluntario declaró entonces que estaba «dispuesto a degollar hasta a los niños de pecho». Los grados de responsabilidad en todo aquello, desde luego, variaron enormemente, yendo de la adhesión al Alzamiento y la participación directa en las labores represivas a una gran «zona gris» que permaneció impasible o miró hacia otro lado. Pero debemos abrir las ventanas del pasado y reconocer que la colaboración con la aniquilación del enemigo no comenzaba sólo al disparar el gatillo: fueron muchos los que señalaron con el dedo a los militantes o simpatizantes del Frente Popular, sellando su destino. 

Fueron abundantes las instituciones que formaron parte del engranaje de la violencia en Granada. Vinculadas al Estado o al ejército, los rebeldes contaron con la comandancia militar, el gobierno civil, la Legión Extranjera (que llegaría a la ciudad a comienzos de agosto), la guardia civil, la guardia de asalto y la policía. Pero además, surgieron multitud de milicias y agrupaciones cuyas filas pasaron a engrosar numerosos jóvenes granadinos: Falange Española, la milicia ciudadana «Españoles Patriotas» o el Requeté carlista. También hubo agrupaciones donde tuvieron cabida granadinos no tan jóvenes, como pudo ser el caso del Batallón Pérez del Pulgar, organizado por el tristemente conocido Ruiz Alonso, o Defensa Armada de Granada: según Ian Gibson, a este grupo pertenecieron personas que por su edad o profesión no podían combatir activamente, tales como Antonio Gallego Burín o Antonio Marín Ocete; no obstante, sus labores de vigilancia y delación comprometieron a sus integrantes en labores represivas. Y por supuesto, no cabe olvidar a la nefasta «Escuadra Negra», casi una quincena de hombres que, con la aquiescencia del gobernador Valdés, cometieron multitud de asesinatos sin el menor juicio previo. 

Mientras que la guerra comenzaba y los titulares de periódicos y radios alentaban a la población asegurando la inminencia de la toma de Madrid... el aparato represivo se ponía en marcha en Granada. Líderes políticos y sindicales fueron detenidos rápidamente. Milicias o fuerzas de seguridad se presentaban entonces en su domicilio. Ante una familia aterrorizaba, eran detenidos. En otros casos, eran ellos mismos quienes se entregaban a la autoridad, sin esperar grandes castigos. A veces, atónitos ante la ferocidad de la represión, se escondían donde podían, tratando de pasar al bando republicano más tarde o más temprano. Un testigo de entonces relató a Molina Fajardo que, al llegar a su casa, encontró a alguien «escondido en el ascensor, parado este entre dos pisos», tratando de no ser descubierto en los frecuentes registros. José Palanco Romero, antiguo alcalde republicano y rector de la Universidad, tras ser detenido, maltratado y enviado a la cárcel, fue excarcelado y conducido al manicomio municipal gracias a la gestión de sus amigos, donde encontró refugio; no obstante éste no le libraría de la muerte el 16 de agosto. 

El terror inundó la ciudad. Los periódicos anunciaban las detenciones. En la noche, algunos oyeron la llegada de milicianos, los golpes en la puerta del vecino, los gritos de terror. El rumor, como en todos los momentos críticos, tendió al pánico: la mayoría de los granadinos tuvieron conocimiento del arresto de algún vecino o conocido. En ese clima de miedo implacable, muchos temieron la delación de un vecino, de un enemigo personal o político. No era extraño, pues las propias autoridades y su propaganda animaban a desenmascarar a los «malos patriotas». En una edición de Ideal de aquel verano, se podía leer: «cuando te encuentres con un sujeto de esos, no dudes en cumplir con tu deber: DENÚNCIALO». 

Una vez encarcelados, muchos fueron sometidos a torturas y vejaciones. Fueron comunes en el gobierno civil, entonces sito en la céntrica y concurrida calle Duquesa. Hace tiempo, los porteros de dicha institución aseguraron a Ian Gibson que entonces se empleó asiduamente un aparato de tortura («el aeroplano») que consistía en izar hasta el techo a los prisioneros con los brazos atados a la espalda hasta romperles los omóplatos. Los alaridos de las víctimas podían escucharse desde la calle, y en varias ocasiones algunos se arrojaron por la ventana para escapar a la tortura. Más conocido es el golpe que, con una culata de fusil, recibió el notable periodista y director de El Defensor de Granada, Constantino Ruiz Carnero. Sus gafas quedaron aplastadas contra sus ojos, provocándole numerosas heridas. Al llegar donde iba a ser fusilado, ya había encontrado la muerte. 

En una Granada sitiada y tan provinciana como aquella, la represión no escapó al conocimiento de nadie. La prensa la presagiaba, el rumor alargaba su sombra y los propios acontecimientos afirmaban su existencia. Sin duda, el sonido de los fusilamientos no llegaba cada noche a los oídos de todos los granadinos. No obstante, los camiones de presos puede que sí: durante días, cruzaron repletos las vías principales de la ciudad. Gran Vía, Reyes Católicos, Paseo de los Tristes... hasta llegar por la Cuesta de los Chinos al Cementerio. En su correspondencia a la familia Rodríguez Acosta, José María Bérriz dejó constancia sobrada de tener conocimiento de las ejecuciones, informando puntualmente sobre quiénes habían sido encarcelados y fusilados, ofreciendo incluso la fecha exacta en la que algunas personalidades, incluido García Lorca, fueron asesinados. 

En el Cementerio tuvieron lugar la mayoría de las ejecuciones. Helen Nicholson, una americana partidaria de la insurrección que residía junto a la Alhambra escribió sobre aquellas tristes madrugadas: «alrededor de las dos me despertó el ruido de un camión y varios automóviles que subían por la colina hacia el cementerio, y poco después oí una descarga de fusilería, y luego los vehículos que regresan. Todos estos ruidos llegaron a serme demasiado familiares, y se repetían con tal regularidad que llegué a sentir verdadero terror». 

Después, quedaba el silencio. No volvía a hablarse del que había perdido la vida. Por miedo, no se pedían explicaciones a las nuevas autoridades. Las familias renunciaban a evocar en público a sus seres queridos. Tan sólo les quedaba la ausencia y el duelo interior. La sobrina de García Lorca e hija del Manuel Fernández Montesinos, alcalde de la ciudad en el momento de la sublevación y ejecutado en los primeros días, era sólo una niña en 1936. No obstante, guardó en su memoria aquel extraño verano en la Huerta de San Vicente, en la que la imagen de su madre y otros familiares vestidos de riguroso luto coincidió con la desaparición de su padre y de su tío. Mientras tanto, esta Granada del silencio, de la ausencia y del dolor contemplaba triste a la Granada de la victoria. 

Aquella Granada de los vencedores ha sido muy bien tratada por Claudio Hernández Burgos en su Granada Azul. Cuando miramos al pasado es difícil creer que, mientras la brutal represión tenía lugar, miles de granadinos participaban de forma activa en desfiles, discursos, himnos y ceremonias patrióticas. Pero es precisamente la naturaleza de esa «Nueva España» que se forjaba entonces con la movilización ciudadana, la que explica su actitud contra los republicanos. Tal como reconocía José María Bérriz entonces, «estamos en guerra civil y no se da cuartel, y cuando la piedad y misericordia habla en nuestra alma la calla el recuerdo de tantos crímenes y de tanto mal hecho por esa innoble y ruin idea que de hermanos nos ha convertido en enemigos». 

Entonces se forjó una forma excluyente de ver España. Como reflejan los columnistas granadinos de Patria e Ideal, los «rojos» no eran verdaderos españoles, sino seres corrompidos por el «materialismo», la «masonería», el «judaísmo» y el «marxismo» foráneo. Las viñetas del dibujante Miranda representaba al «rojo» como un ser inferior, pestilente, brutal y atroz. Carecía de valores morales, de heroísmo, de valentía o de fe. Súbitamente, ser partidario de la República o de la democracia se convirtió en una característica que conllevaba al error, al mal y a una moralidad deleznable. Es esta concepción del enemigo republicano, completamente deshumanizada, la que justifica la represión. Ejemplo de ello puede ser el libro publicado entonces por los ultrarreaccionarios Ángel Gollonet Mejías y José Morales López, Rojo y Azul en Granada. En él se glosan las atrocidades cometidas por los republicanos, cuestionando su humanidad, mientras que se oculta la represión franquista. La guerra era necesaria para «despertar a la Patria adormecida», y así lavar «con sangre el pecado de España, para conseguir un renacer grandioso de prósperas y gloriosas gestas». Como se escribiría en un semanario falangista de octubre de ese año, era «preciso amputar el miembro gangrenado, para que no perezca el organismo entero». Es importante reflexionar sobre la responsabilidad de escritores y periodistas a la hora de justificar e incitar la represión. 

La descalificación total del enemigo coincidió con la efervescencia patriótica. Granada se vistió de azul mahón falangista. La Falange, hasta entonces un partido minoritario, se convirtió tras el 18 de julio en un partido de masas, del que miles de granadinos pasaron a engrosar sus filas. Algunos militarían en él para escapar a sospechas sobre su pasado político, es cierto, pero la mayoría lo haría con convencimiento, identificando al partido con la adhesión completa al golpe de Estado y a la dictadura encabezada por Francisco Franco. 

Los granadinos no permanecieron impávidos. Muchos jóvenes fueron a luchar al frente. Algunos dejaron constancia de esas campañas en publicaciones, como Bonifacio Soria Marco, miembro de la milicia «Españoles Patriotas», que concebía la guerra como una «reconquista, palmo a palmo, de un terreno que fue maltrecho por la barbarie y la destrucción». En la retaguardia, los periódicos y la radio sembraron sus columnas y alocuciones de crónicas de guerra. La población mostraba su adhesión por diversas vías. Fueron célebres las suscripciones económicas: en los periódicos aparecían no sólo los amplios listados de los contribuyentes, sino también las sumas aportadas. Pero existieron más formas de apoyo: asistencia a veladas, conciertos, corridas de todos, tómbolas benéficas, donaciones de ropa para los combatientes... 

La «Nueva España» que quería crearse vio la luz en aquella Granada movilizada, de brazos en alto y camisas azules. El espacio público fue ocupado por los símbolos, ritos y ceremonias de los rebeldes. A mediados de agosto, la bandera bicolor sustituyó a la tricolor republicana en Granada, siendo «besada y estrujada por la multitud». También entonces los crucifijos volvieron a las escuelas y calles de la ciudad, llevando a cabo una recatolización del espacio urbano. Especialmente llamativo fue el caso del Albayzín, donde se acometió una verdadera campaña de reposición de hornacinas y cruces; la iniciativa no era anecdótica, pues el barrio había sido durante la República un importante bastión obrero y, tras el golpe de estado, sus habitantes trataron de resistir a los sublevados. Durante la guerra, algunas calles y plazas se llenaron con emblemas de la Alemania nazi y de la Italia fascista, consideradas por los rebeldes como «países hermanos». Las calles y avenidas cambiaron su nombre, enterrando en el olvido el pasado y exaltando a los nuevos héroes de la «Cruzada». 

Las ceremonias, los discursos y los actos patrióticos fueron constantes, dando una oportunidad a la población para manifestar su adhesión a la causa franquista, algo que muchos no desaprovecharon. En la Plaza del Carmen se congregaban frecuentemente muchos granadinos, especialmente para celebrar la toma de alguna localidad importante. El 26 de julio, el general golpista Orgaz visitó la ciudad, celebrándose un desfile de las fuerzas militares «juntamente con las milicias y voluntarios, todos los cuales fueron delirantemente ovacionados por una inmensa muchedumbre que se agolpaba en las aceras de las calles y plazas». El entusiasmo de los granadinos obligó al general a «dirigir unas palabras desde el balcón de un hotel de la Puerta Real». A veces, cualquier ocasión era óptima para demostrar el fervor popular. En la tarde del domingo 17 de agosto, bastó el concierto de la Banda Municipal en la Plaza del Campillo para que el público hiciese «repetir un sinnúmero de veces los himnos de la Legión y Falange Española» a la banda, mientras que «todos saludaban y proferían gritos estusiásticos de ¡Viva España!». Más avanzada la contienda, en febrero de 1937, cientos de falangistas se congregaron frente al ayuntamiento en un acto en el que destruyeron urnas de cristal y destruyeron papeletas de voto, como símbolo evidente de su oposición a una democracia a la que contribuían decididamente a destruir. 

En definitiva, si desde el presente debemos rechazar esa «cultura de la victoria» surgida entonces o conocer las dimensiones de la brutal represión granadina, no es porque pretendamos hacer girar la historia y, tal como algunos periodistas ultraconservadores han afirmado, «ganar la guerra civil» casi 75 años después. Como demostrarían los años del franquismo, aquella concepción de España y de la guerra civil como «Cruzada» frente a un invasor, condujo a un tiempo de exclusión y no-reconciliación entre los españoles. Los valores plurales, democráticos y de justicia real, tardarían en brotar casi cuarenta años. Tal vez merezca la pena recordar que, durante bastante tiempo, no fueron mayoritarios. Hablar del pasado conduce a su defensa. Por el contrario, el silencio y el olvido sólo contribuyen a debilitarlos.
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Fuente:  Granada Hoy

28 de julio de 2016

Rafael Lopez Alvarez, de Lanjaron





Carmen Contero, de 62 años, sintió ayer una mezcla variada de sentimientos antes y después de declarar, durante casi dos horas, en el juzgado de Rubí. Por un lado le invadió la pena tras pensar que su madre, ya fallecida, no pudo vivir un momento así. También, “tranquilidad” y “agradecimiento al juez por haberme escuchado”. Ella se ha querellado contra el responsable del grupo de la Guardia Civil que tiroteó por la espalda a su tío Rafael López Álvarez, de 24 años, en 1948. “Se había unido a la guerrilla un año antes, cuando trabajaba en la zona de la alpujarra y de Sierra Nevada cortando pinos”, detalla Carmen.

Un día, aprovechando la cercanía con su pueblo natal, Lanjarón (Granada), decidió acercarse a visitar a su novia. Pero alguien le delató, y a eso de las seis de la mañana los agentes rodearon la vivienda. “Le dijeron que se entregase; que no le iba a pasar nada. Y salió con las manos en alto”, concreta. “Un guardia civil le dio un cigarrillo para que no estuviera tan nervioso. Le decían que no pasaba nada”, añade. Rafael obedeció, fumó y, pasados unos minutos, los guardias le ordenaron caminar delante de ellos. Acto seguido, le dispararon por la espalda. “Después se llevaron detenidos a su novia y a los padres y dos tías de ella. Mis tías, que le habían visitado aquella tarde, fueron encarceladas al día siguiente. Permanecieron un año encerradas en la prisión provincial de Granada, sin juicio”, lamenta Carmen.

Rafael Lopez Alvarez, de Lanjaron


Carmen Contero, de 62 años, sintió ayer una mezcla variada de sentimientos antes y después de declarar, durante casi dos horas, en el juzgado de Rubí. Por un lado le invadió la pena tras pensar que su madre, ya fallecida, no pudo vivir un momento así. También, “tranquilidad” y “agradecimiento al juez por haberme escuchado”. Ella se ha querellado contra el responsable del grupo de la Guardia Civil que tiroteó por la espalda a su tío Rafael López Álvarez, de 24 años, en 1948. “Se había unido a la guerrilla un año antes, cuando trabajaba en la zona de la alpujarra y de Sierra Nevada cortando pinos”, detalla Carmen.

Un día, aprovechando la cercanía con su pueblo natal, Lanjarón (Granada), decidió acercarse a visitar a su novia. Pero alguien le delató, y a eso de las seis de la mañana los agentes rodearon la vivienda. “Le dijeron que se entregase; que no le iba a pasar nada. Y salió con las manos en alto”, concreta. “Un guardia civil le dio un cigarrillo para que no estuviera tan nervioso. Le decían que no pasaba nada”, añade. Rafael obedeció, fumó y, pasados unos minutos, los guardias le ordenaron caminar delante de ellos. Acto seguido, le dispararon por la espalda. “Después se llevaron detenidos a su novia y a los padres y dos tías de ella. Mis tías, que le habían visitado aquella tarde, fueron encarceladas al día siguiente. Permanecieron un año encerradas en la prisión provincial de Granada, sin juicio”, lamenta Carmen.

Alerta! Year 1, no. 12 Issuing organisation



Partido Obrero de Unificación Marxista

Language Spanish Document

Date 23 March 1937



¡ALERTA! Organo de los combatientes del P.O.U.M. Con heroísmo personal nos defendemos. Con armamento adecuado atacaremos y venceremos. Año 1 - - Núm. 12 EDITADO EN EL FRENTE DE ARAGON Siétamo, 23 Marzo 1937 El oro que está en nuestras manos ha de convertirse en material de guerra Mientras dure la actual incertidumbre respecto la iniciativa en los ataques en todos los frentes leales, serán siempre de una relevante actualidad, las enseñanzas que nos ofrece el transcurso de la historia, en lo que se refiere a grandes levantamientos populares. Recientemente, la conmemoración de la «Commune» de Paris, glosada como era debido por toda la prensa del Partido, nos refrescó aciertos y errores inestimables de una práctica e inmediata aplicación en el movimiento que estamos gestando, cuyos actores principales somos nosotros mismos. Del movimiento de la «Commune» levantamiento popular, primera manifestación de fuerza de la clase trabajadora enfrentada contra la idiosincracia burguesa representada por las figuras de Thierz y Gambetta, entresacamos cuatro errores fundamentales, los cuales, insuperados, acabaron con la gesta heroica del proletariado parisino. La bandera roja hizada en el Ayuntamiento de Paris, la jornada del 18 de marzo de 1871, culminó con la represión inhumana del sangriento Thierz. El proletariado victorioso, sin guía, incierto, vacilante, moderado con sus determinaciones para con su enemigo secular le llevó a la capitulación. Dejaron con vida al Gobierno burgués: primer error. Convocaron elecciones mientras el proletariado luchaba contra los ejércitos de Prusia, en la culminación del movimiento insurreccional, segundo error. Tercer error fué no aprovecharse de las divisas oro depositadas en el Banco de Francia, para mantener y alimentar el ejército del pueblo. Y cuarto y fundamental error fué mantener en el ejército del pueblo, los antiguos mandos del ejército pseudo-imperial. Nuestra Revolución triumfante va camino de repetir parte de los errores de los communards fronceses. Nuestros ejércitos se mantienen a la defensiva, cuando una razón histórica imperiosa debiera empujarlos constantemente a la ofensiva. Luchamos a base del heroismo personal de los combatientes, faltos muchas veces de material adecuado, cuando en el Banco de España, en manos leales, se conserva intacto el remanente del oro. Los intervencionistas del comité de No Intervención (sesuda invención) piensan más en él que no nosotros. Nuestra victoria, demostrado está ya, y más a medida que se prolongue la guerra, se asentará sobre el número y calidad del material bélico que podamos enfrentrar al del enemigo. Y el material «no se régala». Nuestros remanentes de oro deben servir para GANAR LA GUERRA. Tiempo y espacio nos sobrará para glosar el error cometido en conservar los oficiales del antiguo Ejército. Bástanos, por hoy, remachar la necesidad ineplazable de llamar la atención sobre la falta de material de que adolecen nuestros combatientes. Nuestro grito, el grito de los combatientes de Aragón, es: A la ofensiva, con material suficiente y adecuado, SEREMOS INVENCIBLES. Leed LA BATALLA ¿ PARA QUE GUARDAMOS EL ORO ? Linóleum por MARSAL La primera medida del Comité de No Intervención es intervenir en las divisas oro del Banco de España

Alerta! Year 1, no. 12 Issuing organisation

Partido Obrero de Unificación Marxista
Language Spanish Document
Date 23 March 1937

¡ALERTA! Organo de los combatientes del P.O.U.M. Con heroísmo personal nos defendemos. Con armamento adecuado atacaremos y venceremos. Año 1 - - Núm. 12 EDITADO EN EL FRENTE DE ARAGON Siétamo, 23 Marzo 1937 El oro que está en nuestras manos ha de convertirse en material de guerra Mientras dure la actual incertidumbre respecto la iniciativa en los ataques en todos los frentes leales, serán siempre de una relevante actualidad, las enseñanzas que nos ofrece el transcurso de la historia, en lo que se refiere a grandes levantamientos populares. Recientemente, la conmemoración de la «Commune» de Paris, glosada como era debido por toda la prensa del Partido, nos refrescó aciertos y errores inestimables de una práctica e inmediata aplicación en el movimiento que estamos gestando, cuyos actores principales somos nosotros mismos. Del movimiento de la «Commune» levantamiento popular, primera manifestación de fuerza de la clase trabajadora enfrentada contra la idiosincracia burguesa representada por las figuras de Thierz y Gambetta, entresacamos cuatro errores fundamentales, los cuales, insuperados, acabaron con la gesta heroica del proletariado parisino. La bandera roja hizada en el Ayuntamiento de Paris, la jornada del 18 de marzo de 1871, culminó con la represión inhumana del sangriento Thierz. El proletariado victorioso, sin guía, incierto, vacilante, moderado con sus determinaciones para con su enemigo secular le llevó a la capitulación. Dejaron con vida al Gobierno burgués: primer error. Convocaron elecciones mientras el proletariado luchaba contra los ejércitos de Prusia, en la culminación del movimiento insurreccional, segundo error. Tercer error fué no aprovecharse de las divisas oro depositadas en el Banco de Francia, para mantener y alimentar el ejército del pueblo. Y cuarto y fundamental error fué mantener en el ejército del pueblo, los antiguos mandos del ejército pseudo-imperial. Nuestra Revolución triumfante va camino de repetir parte de los errores de los communards fronceses. Nuestros ejércitos se mantienen a la defensiva, cuando una razón histórica imperiosa debiera empujarlos constantemente a la ofensiva. Luchamos a base del heroismo personal de los combatientes, faltos muchas veces de material adecuado, cuando en el Banco de España, en manos leales, se conserva intacto el remanente del oro. Los intervencionistas del comité de No Intervención (sesuda invención) piensan más en él que no nosotros. Nuestra victoria, demostrado está ya, y más a medida que se prolongue la guerra, se asentará sobre el número y calidad del material bélico que podamos enfrentrar al del enemigo. Y el material «no se régala». Nuestros remanentes de oro deben servir para GANAR LA GUERRA. Tiempo y espacio nos sobrará para glosar el error cometido en conservar los oficiales del antiguo Ejército. Bástanos, por hoy, remachar la necesidad ineplazable de llamar la atención sobre la falta de material de que adolecen nuestros combatientes. Nuestro grito, el grito de los combatientes de Aragón, es: A la ofensiva, con material suficiente y adecuado, SEREMOS INVENCIBLES. Leed LA BATALLA ¿ PARA QUE GUARDAMOS EL ORO ? Linóleum por MARSAL La primera medida del Comité de No Intervención es intervenir en las divisas oro del Banco de España

LIBERTAD "ESPAÑA." BOLETÍN DE INFORMACIÓN DE LA CNT y la FAI

BOLETÍN DE INFORMACIÓN DE LA CNT y la FAI Emitido a través de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). CNT - Confederación Nacional del Trabajo (Confederación Nacional del Trabajo).  FAI - Federación Anarquista Ibérica (Federación Anarquista de Iberia). No. 1 AGOSTO DE 1936






Las diferencias locales no significan caos. La autonomía de hecho refuerza el movimiento, dejando a un lado la centralización, que siempre han sido objeto de una carga de la que siempre han deseado los pueblos españoles para deshacerse de, incluso por la rebelión abierta, y una cosa que a su vida diaria que desafían la medida en que sea posible. Los españoles siempre han considerado que el gobierno central, ya sea monárquico o republicano, como enemigo del pueblo y simplemente el apoyo de terratenientes grandes ausentes, tiburones mercantes, generales, un clero cuyo mayor logro fue la Inquisición, la presente semillero de clericalismo militante, que convierte los edificios religiosos en arsenales y nidos de francotiradores. Esto puede ayudar a explicar por qué el pueblo español siempre ha odiado y desconfiar del Estado y todos los que, bajo su protección, se aprovechan de ella, lana y coaccionar a ella y el trabajo principal del clero - tratar de suprimir su desarrollo intelectual. En él se explica también por qué los españoles luchan desesperadamente por lo que tienen que ser la causa de la liberación; ya que siempre es un esfuerzo supremo para la emancipación real, completa de la autoridad y la explotación. Por lo tanto, es fácil ver que el socialismo Estado autoritario se reunió con ninguna respuesta seria en España, mientras que el socialismo federalista libre fue recibido con entusiasmo. La rama española de la Asociación Internacional de los Trabajadores se formó bajo la inspiración del Fanelli y Bakunin en 1870. fusión de las asociaciones de trabajadores ampliamente desarrollados desde 1840, y al mismo tiempo adoptó el anarquismo colectivista.

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BOLETÍN DE INFORMACIÓN DE LA CNT y la FAI Emitido a través de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). CNT - Confederación Nacional del Trabajo (Confederación Nacional del Trabajo).  FAI - Federación Anarquista Ibérica (Federación Anarquista de Iberia). No. 1 AGOSTO DE 1936

Las diferencias locales no significan caos. La autonomía de hecho refuerza el movimiento, dejando a un lado la centralización, que siempre han sido objeto de una carga de la que siempre han deseado los pueblos españoles para deshacerse de, incluso por la rebelión abierta, y una cosa que a su vida diaria que desafían la medida en que sea posible. Los españoles siempre han considerado que el gobierno central, ya sea monárquico o republicano, como enemigo del pueblo y simplemente el apoyo de terratenientes grandes ausentes, tiburones mercantes, generales, un clero cuyo mayor logro fue la Inquisición, la presente semillero de clericalismo militante, que convierte los edificios religiosos en arsenales y nidos de francotiradores. Esto puede ayudar a explicar por qué el pueblo español siempre ha odiado y desconfiar del Estado y todos los que, bajo su protección, se aprovechan de ella, lana y coaccionar a ella y el trabajo principal del clero - tratar de suprimir su desarrollo intelectual. En él se explica también por qué los españoles luchan desesperadamente por lo que tienen que ser la causa de la liberación; ya que siempre es un esfuerzo supremo para la emancipación real, completa de la autoridad y la explotación. Por lo tanto, es fácil ver que el socialismo Estado autoritario se reunió con ninguna respuesta seria en España, mientras que el socialismo federalista libre fue recibido con entusiasmo. La rama española de la Asociación Internacional de los Trabajadores se formó bajo la inspiración del Fanelli y Bakunin en 1870. fusión de las asociaciones de trabajadores ampliamente desarrollados desde 1840, y al mismo tiempo adoptó el anarquismo colectivista.

FRANCO FUÉ UN DICTADOR Y PARTICIPO DE UN GOLPE DE ESTADO






FRANCO FUÉ UN DICTADOR Y PARTICIPO DE UN GOLPE DE ESTADO


Una carta severa y despectiva que el Caudillo escribió a Alfonso XIII el 4 de diciembre de1937. El rey, que recientemente había donado un millón de pesetas a la causa nacional, había escrito a Franco expresándole su inquietud por el hecho de que la Restauración de la Monarquía no fuera una prioridad. Franco respondió fríamente, insinuando que los problemas que habían originado la Guerra Civil eran obra del rey y subrayando tanto los
logros de los nacionales como las tareas que quedaban por emprender después de la guerra. Abundando en la entrevista publicada en ABC el 18 de julio de 1937, el Caudillo dejó claro a Alfonso XIII que no podía esperar ningún papel en el futuro: «La nueva España que hoy forjamos, tiene tan poco en común con la liberal y constitucional en que reinasteis que habrá de constituir para los españoles un motivo de preocupación y recelos vuestra formación y las obligadas prácticas políticas de antaño».
La carta concluía con la petición de que el rey velase por la preparación de su heredero «cuya meta presentimos pero que por lo lejana no vislumbramos todavía». Era la indicación más diáfana de que Franco no tenía intención de renunciar nunca al poder.