6 de septiembre de 2024

Antonio Vicente, medio de la multitud en la toma de Arles

La fotografía de Antonio Vicente, miembro de los FTP-MOI de origen español, en la plaza del ayuntamiento de Arles en agosto de 1944, captura un momento crucial en la historia de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. En esta imagen, Vicente, de pie bajo un cartel de señalización marcado por un impacto de bala, se encuentra rodeado de una multitud animada, simbolizando la esperanza renovada y la liberación de la opresión nazi.

Vicente, que lideraba a un grupo de aproximadamente veinte guerrilleros, se destacó por su valentía en los combates del 22 y 23 de agosto de 1944. Su presencia en la plaza no es solo un acto de liderazgo; representa la colaboración entre diversas facciones de la resistencia, en este caso, los FTP-MOI y los Francs-Tireurs et Partisans (FFI). Este encuentro en la plaza del ayuntamiento no solo es un hito en la narrativa de la lucha por la libertad, sino que también refleja la solidaridad y el compromiso de quienes se unieron en la lucha contra el ocupante alemán.

El contexto histórico de este evento es fundamental. La noche del 23 al 24 de agosto, tras intensos combates, las tropas alemanas comenzaron a retirarse, marcando el inicio de la liberación de Arles. La alegría que embargó a la población se hizo palpable en el momento en que los primeros destacamentos estadounidenses llegaron a la ciudad, simbolizando el final de un periodo de angustia. La imagen de Vicente, por lo tanto, encapsula no solo un instante de celebración, sino también la resistencia inquebrantable de un pueblo que luchó por su libertad. 

En resumen, la fotografía de Antonio Vicente es un testimonio visual de un momento decisivo en la lucha por la libertad en Europa. Sirve como recordatorio de la importancia de la resistencia colectiva y el sacrificio individual en la búsqueda de la justicia y la paz. La historia de Vicente y sus compañeros guerrilleros sigue siendo relevante, evocando el espíritu de lucha y la esperanza en tiempos de adversidad.



Salvador Estrada Dilmer, el teniente mosquiro.

El legado de los héroes que lucharon por la libertad durante períodos oscuros de la historia a menudo queda relegado al silencio del olvido. Uno de estos héroes es Salvador Estrada Dilmer, un resistente que, a pesar de las adversidades, se destacó en la lucha contra la opresión. Nacido el 30 de noviembre de 1914 en Barcelona, España, Estrada Dilmer se convirtió en un importante miembro de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) y dejó su huella en Lamagistère, Tarn-et-Garonne, donde cayó en combate el 16 de agosto de 1944.

La vida de Salvador Estrada Dilmer estuvo marcada por la Guerra Civil Española, donde sirvió como capitán de artillería en el ejército republicano. Tras resultar herido, se encontró en una situación desesperada, recluido en campos de concentración en los Pirineos Orientales, junto a otros republicanos. Sin embargo, su determinación lo llevó a reconstruir su vida en Francia, donde se trabajó como obrero agrícola en Luzech, en el departamento del Lot.

En 1943, ante la creciente opresión del régimen nazi, Estrada Dilmer se unió al maquis de Montcuq, que más tarde sería conocido como Montcuq-en-Quercy-Blanc. Su experiencia y habilidades especiales en el sabotaje lo hicieron destacar. Fue asignado por su superior, el teniente del FTPF De Goudusson, a un grupo de comando estadounidense con la misión de interrumpir las líneas de comunicación entre Burdeos y Toulouse.

El 15 de agosto de 1944, Salvador y su grupo de 21 soldados estadounidenses, junto con un grupo de FTP, se encontraron con residentes de la localidad que aconsejaron contra la operación. Sin embargo, decidido a cumplir su misión, Estrada Dilmer, conocido cariñosamente como "Mosquito" por su valentía, se adentró solo en la zona para reconocer el terreno. En la mañana del 16 de agosto, siendo consciente de los riesgos, fue abatido por una ráfaga de metralleta alemana que le atravesó el pecho, cayendo en el puente de ferrocarril sobre la Barguelonne.

La noticia de su muerte conmocionó a sus compañeros y a la comunidad local. Su verdadero nombre permaneció en el anonimato durante muchos años, hasta que la perseverancia de Charles Farreny y otros ciudadanos, como Michèle Landois y Marie-Amélie Farreny-Rey, logró revelar su identidad completa. En reconocimiento a su valentía y sacrificio, el 23 de abril de 2019, el ONAC de Caen le otorgó la mención honorífica de "Muerto por Francia".


Emilia Elías Herrando (1898-1976): Una Maestra de Vida, Compromiso y Lucha

 

Emilia Elías Herrando (1898-1976): Una Maestra de Vida, Compromiso y Lucha

Madrid, España, 2 de octubre de 1898 - Ciudad de México, México, 1976

En el tapiz de la historia, la figura de Emilia Elías Herrando destaca como un faro de dedicación a la educación y un pilar en la lucha contra el fascismo, especialmente durante uno de los capítulos más tumultuosos de la historia española: la Guerra Civil.


Emilia, nacida en Madrid el 2 de octubre de 1898, no fue solo una maestra normalista; fue una ferviente defensora de la justicia social y una mujer cuyo legado resuena a través de los tiempos. Su historia está entrelazada con su matrimonio con Antonio Ballesteros Usano y la llegada al mundo de dos hijas, Emilia y Encarnación.

La impronta de Emilia en la educación se evidenció en su papel como Directora de la Escuela Normal de Gerona, donde no solo impartía conocimientos, sino que también fomentaba el pensamiento crítico y la conciencia social entre sus estudiantes. Su carrera educativa la llevó desde Segovia hasta Madrid, consolidándose como una referencia en el ámbito pedagógico.

Su compromiso político se manifestó en la Comisión de Mujeres del Comité Central del PCE, donde Emilia no solo abrazó la causa feminista sino que también se erigió como voz contra el fascismo. En 1933, se unió al Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, un hito en una época donde las mujeres luchaban por su lugar en la esfera pública.

Durante la Guerra Civil, Emilia asumió el papel de secretaria general de la Comisión Nacional de la Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA), sustituyendo a Encarnación Fuyola. Su presencia se extendió al consejo de administración de la revista "Mujeres", el órgano oficial de AMA, y al Comité Nacional de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza, donde desempeñó el papel de Secretaria Adjunta de Prensa y Propaganda.

El exilio marcó un nuevo capítulo en la vida de Emilia. Abordando el vapor Sinaia desde Francia hasta Veracruz, México, Emilia se convirtió en beneficiaria de los fondos del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles. En México, su compromiso perduró. Participó activamente en la reconstrucción de la Unión de Mujeres Españolas (UME), asumiendo el cargo de secretaria general en 1946. Además, contribuyó a la formación de la Unión Nacional Española y colaboró con la revista "Mujeres Españolas". Su labor se extendió al ámbito educativo, donde junto a su esposo, contribuyó a la formación de profesores.

Las fuentes primarias para esta narrativa incluyen archivos del Archivo Histórico Nacional (España) y documentos de la Agrupación de Mujeres Antifascistas. Además, se han revisado entrevistas con descendientes de Emilia Elías Herrando y se han consultado archivos del Archivo General de la Administración (México).

Emilia Elías Herrando, más que un nombre en los libros de historia, es una inspiración. Su vida nos recuerda la importancia de la educación y la resistencia en tiempos turbulentos. Este artículo solo rasca la superficie de su legado; su historia merece una exploración más profunda y una atención continua para inspirar a las generaciones venideras.

5 de septiembre de 2024

La Vigilancia de los Diplomáticos Extranjeros en Marsella

La nota de los Renseignements généraux del 3 de agosto de 1943 pone de relieve la inquietante sospecha de que los diplomáticos españoles en Marsella pudieran estar involucrados en actividades de apoyo a los judíos perseguidos. Este documento refleja las tensiones diplomáticas de la época y el delicado equilibrio entre la neutralidad y la moralidad en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. La postura de España en este asunto merece un análisis profundo.


Recientemente, los Renseignements Généraux de Marsella han presentado al prefector regional un informe que pone de manifiesto la estrecha vigilancia a la que son sometidos los diplomáticos extranjeros, incluso aquellos que representan a países teóricamente aliados del Reich, como es el caso de España. Este texto, redactado en condicional, parece estar diseñado para eludir la responsabilidad del servicio en caso de que las informaciones que comprometen al cónsul y al vicecónsul de España en Marsella resulten ser incorrectas.

Las acusaciones son graves: se sospecha que estos diplomáticos están involucrados en la "entrega ilegal de documentos" y en "tráfico de influencia" relacionados con la comunidad judía. En esencia, se les acusa de facilitar la salida de judíos de Francia al proporcionarles documentos españoles, una acción que, según el informe, no sería gratuita.

La respuesta del gobierno español a estas acusaciones ha sido notable. Se ha informado de la destitución del vicecónsul y el traslado del cónsul a Perpiñán, un movimiento que suscita interrogantes, dado que M. Via Ventallo es considerado un separatista catalanista. Resulta sorprendente que el régimen franquista optase por una simple reubicación en lugar de una respuesta más contundente.

Esta coyuntura refleja la ambigüedad inherente a la política del franquismo respecto a los judíos, poniendo en evidencia las complejidades de las relaciones diplomáticas en un contexto histórico convulso.



19 de abril de 2024

 

LA QUEMA DE LIBROS EN LA GUERRA CIVIL

Las bibliotecas particulares definen la ideología de una persona, los contextos en que socializa, las compañías, literarias o físicas, que frecuenta, su manera de enfrentarse al mundo que le rodea, leer es un acto político y, por tanto, una práctica normalmente perseguida por regímenes dictatoriales. Los libros y su contenido son un reflejo poderoso de las ideologías, creencias y experiencias de una persona. La lectura puede ser un acto de resistencia, especialmente en tiempos de opresión política.

La quema de libros y la censura de la literatura han sido tácticas comunes utilizadas por regímenes autoritarios para suprimir ideas y pensamientos contrarios a su ideología, la historia de la censura de libros es larga y compleja. Podemos empezar señalando, como recuerda Werner Fuld en su Breve historia de los libros prohibidos, que el primer emperador romano, Augusto, es conocido por haber ordenado la quema de libros proféticos que podrían cuestionar su ascenso al poder. Esta es una de las primeras noticias documentadas de censura de libros.

Además, la Biblia también fue prohibida en Roma en un intento de frenar la expansión del cristianismo por el Imperio. A lo largo de la historia, los textos sagrados de diversas religiones han sido prohibidos o su difusión ha sido mal vista en territorios donde predomina una religión diferente. Esto incluye no solo la Biblia, sino también el Corán y la Torá.

La censura de libros ha sido una herramienta utilizada por aquellos en el poder para controlar la narrativa y limitar la disidencia o las ideas que podrían desafiar el status quo. Aunque hoy en día la libertad de expresión es un derecho protegido en muchas partes del mundo, la censura de libros sigue siendo una práctica habitual en algunos países.

A lo largo de la historia, varios regímenes han utilizado la censura de libros como una forma de controlar la difusión de ideas y mantener su autoridad. Aquí tenemos algunos ejemplos:

El Imperio Romano: Prohibió el cristianismo y la Biblia, que explicaba todas las creencias cristianas. La Iglesia Católica: Prohibió muchas obras en el pasado, especialmente textos y tratados sobre otras religiones y libros sobre ciencia que anteponían el pensamiento racional a la fe cristiana.

Como curiosidad, la Unión Soviética, Corea del Norte o China: Prohibieron ‘Rebelión en la granja’ de George Orwell, una metáfora sobre los peligros de un sistema autoritarios. Estados Unidos: Prohibió ‘Las uvas de la ira’ de John Steinbeck, que hablaba sobre la pobreza que afectaba a gran parte de la población durante la Gran Depresión de los años 30 y el Crack del 29. En Irán: El Ayatolá Jomeini, su líder religioso, emitió una fatua que sentenciaba a muerte al escritor Salman Rushdie por la publicación de ‘Los versos satánicos’, considerado una ofensa para el Islam.

Otra de las grandes razones de las prohibiciones, fuera de las políticas, es la religión; la Iglesia Católica ha tenido una larga historia de censura a través del uso del Index Librorum Prohibitorum, o Índice de Libros Prohibidos. Este índice fue una herramienta utilizada por la Iglesia para prohibir la lectura de ciertos libros que se consideraban perjudiciales para la fe católica. Fue promulgado por primera vez en 1564 a petición del Concilio de Trento, y la última edición se publicó en 1948. A lo largo de su historia, el Índice incluyó las obras de muchos escritores y pensadores influyentes, como Erasmo de Róterdam, François Rabelais, Giordano Bruno y Thomas Hobbes.

Mirando al siglo pasado y sus devenires políticos, la imagen que más poderosamente se ha instalado en la memoria colectiva ha sido la de la Alemania nazi, donde la furia desatada contra las páginas de papel tomó forma en las quemas públicas que organizó el ministro Goebbels en la primavera de 1933. Aunque mucho menos conocidas, las hogueras franquistas también arrasaron toneladas de libros y otras publicaciones en España a partir de 1936.

En España, durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco, también se llevaron a cabo actos similares de censura y destrucción de libros. Las autoridades militares y civiles requisaron y quemaron millones de libros y documentos relacionados con la cultura republicana y las organizaciones que consideraban subversivas.

Estos actos de censura y destrucción no solo buscaban eliminar las ideas contrarias al régimen, sino también instaurar miedo y control sobre la población. Sin embargo, a pesar de estos intentos de supresión, las ideas y la literatura a menudo encuentran formas de sobrevivir y continuar influyendo en las generaciones futuras. La resistencia a través de la literatura y la cultura es un testimonio del poder de las palabras y las ideas.

En este sentido, las autoridades militares en colaboración con las civiles debían requisar en las zonas controladas y en las que se fueran conquistando toda la documentación de las “sociedades masónicas, Liga de Derechos del Hombre, Amigos de Rusia, Socorro Rojo Internacional, Cine Clubs (material cinematográfico), Ligas Anti- Fascistas, Ateneos Libertarios, Instituciones Naturistas, Ligas contra la Guerra y el Imperialismo, Asociaciones Pacifistas, Federación de los Trabajadores de la Enseñanza”.

En Sevilla, Queipo de Llano publicó un bando el 4 de septiembre de 1936 y otro el 23 de diciembre de 1936, en el que acusaba a marxistas y judíos de la propagación de “ideas peligrosas” en los libros, por lo que ordenaba a sus patrullas el requisar libros, ya fueran de kioscos, bibliotecas particulares y escuelas, luego “purgarlos” y ver qué libros se destruían y cuáles no. Además, impuso la censura previa y fuertes multas económicas a aquellos que escondieras libros prohibidos por los golpistas, el bando del 4 de septiembre de 1936 emitido por Queipo de Llano fue uno de los más infames durante la Guerra Civil Española.

En la ciudad de Córdoba, en el verano de 1936, la quema de libros estuvo dirigida por un teniente de la guardia civil llamado Bruno Ibáñez, que, en entrevistas concedidas a la edición sevillana del ABC el 26 de septiembre de 1936 y a El Defensor de Córdoba el 5 octubre, presumía de que solo de una vez había destruido más de 5.400 libros. Al mismo tiempo que destruía todos esos volúmenes, el teniente Ibáñez programó un ciclo de películas religiosas y de documentales nazis en la ciudad.

Esta actuación hizo que le apodaran “El Terror de Don Bruno” (septiembre de 1936 - febrero de 1937). Una de sus primeras medidas fue la quema de libros de todo tipo de ideologías y procedencia. Al tomar posesión de su cargo hizo méritos, arrestando de inmediato a 109 personas a partir de las listas que le presentaban terratenientes y eclesiásticos. A diario se producían ejecuciones en el cementerio y en las carreteras que salían de la ciudad. Aparecían jornaleros fusilados en los caminos o entre los olivos.

Uno de los casos más sangrante fue hacer fusilar a un camarero del Hotel de España y Francia, donde él vivía, porque el mismo, había sido testigo de los comentarios poco ejemplares de este camarero.

Así en una nota publicada por ABC de Sevilla el 26 de septiembre de ese mismo año decía sobre la quema de Córdoba:

En nuestra querida capital, al día siguiente de iniciarse el movimiento del Ejército salvador de España, por bravos muchachos de Falange Española fueron recogidos de kioscos y librerías centenares de ejemplares de esa escoria de la literatura que fueron quemados como merecían. Asimismo, muy recientemente, los valientes y abnegados Requetés realizaron análoga labor, recogiendo también otro gran número de ejemplares de esas malditas lecturas que deben desaparecer para siempre del pueblo español”

Especialmente trágica fue la quema de libros hecha en un antiguo huerto de la Universidad Central de Madrid (hoy la Complutense) el 30 de abril de 1939, durante la Feria del Libro de ese año. La quema fue organizada por el SEU y presidida por los falangistas David Jato y Antonio Luna, (catedrático de Derecho) que además se encargó de escoger los libros a destruir (se ha calculado en varios miles).

Al acto, acudieron líderes de Falange, del SEU y algunos jerarcas de la dictadura. Fue noticia en el diario monárquico ABC y en el católico Ya, este último publicó el 2 de mayo de 1939 que:

El Sindicato Español Universitario celebró el domingo la Fiesta del Libro con un simbólico y ejemplar auto de fe. En el viejo huerto de la Universidad Central –huerto desolado y yermo por la incuria y la barbarie de tres años de oprobio y suciedad –se alzó una humilde tribuna, custodiada por dos grandes banderas victoriosas. Frente a ella, sobre la tierra reseca y áspera, un montón de libros torpes y envenenados (…) Y en torno a aquella podredumbre, cara a las banderas y a la palabra sabia de las Jerarquías, formaron las milicias universitarias, entre grupos de muchachas cuyos rostros y mantillas prendían en el conjunto viril y austero una suave flor de belleza y simpatía. Prendido el fuego al sucio montón de papeles, mientras las llamas subían al cielo con alegre y purificador chisporroteo, la juventud universitaria, brazo en alto, cantó con ardimiento y valentía el himno Cara al sol”.



Paco Robles