30 de marzo de 2016

El catorce de abril celebraremos la República española...



El catorce de abril celebraremos la República española

(...) (... no se oye bien...)

Pero ese día

bien cantaremos

la Marsellesa

y el himno [de] Riego

y las beatas estarán diciendo:

“que todos los socialistas

porque son pecadores

irán al infierno.”



CANCIÓN POPULAR - GRUPO DE MAYORES DE LA PROVINCIA DE GRANADA

El catorce de abril celebraremos la República española...


El catorce de abril celebraremos la República española
(...) (... no se oye bien...)
Pero ese día
bien cantaremos
la Marsellesa
y el himno [de] Riego
y las beatas estarán diciendo:
“que todos los socialistas
porque son pecadores
irán al infierno.”

CANCIÓN POPULAR - GRUPO DE MAYORES DE LA PROVINCIA DE GRANADA

24 de marzo de 2016

Máximas del buen socialista, Francisco Largo Caballero




El buen socialista no es un fanático que se aferra al todo o nada; tiene flexibilidad mental y de espíritu para adaptarse a las imposiciones de la realidad, siempre en favor de los trabajadores y de su país sin claudicar por ello de los principios socialistas.


El buen socialista respeta y admira a los correligionarios que, por sus condiciones excepcionales, se distinguen en la defensa de los intereses de la clase obrera, pero no se suma a ninguna bandería ni hipoteca su opinión, sino que examina, analiza los problemas y resuelve con absoluta independencia de criterio.


Máximas del buen socialista
Francisco Largo Caballero

Máximas del buen socialista, Francisco Largo Caballero

El buen socialista no es un fanático que se aferra al todo o nada; tiene flexibilidad mental y de espíritu para adaptarse a las imposiciones de la realidad, siempre en favor de los trabajadores y de su país sin claudicar por ello de los principios socialistas.
El buen socialista respeta y admira a los correligionarios que, por sus condiciones excepcionales, se distinguen en la defensa de los intereses de la clase obrera, pero no se suma a ninguna bandería ni hipoteca su opinión, sino que examina, analiza los problemas y resuelve con absoluta independencia de criterio.
Máximas del buen socialista
Francisco Largo Caballero

22 de marzo de 2016

Rogelio Almansa Martinez, Alias Diego Martínez Castilla

ALMANSA MARTÍNEZ, ROGELIO

[Cantorio-Almeria / Granada 28-09-1936]. 

Anarquista y confederal almeriense. Iniciada la guerra formó parte del grupo miliciano Los Niños de la Noche, especializado en la evasión de los perseguidos en Granada. 

El 28-09-1939 un grupo de cuatro policías se presentaron en el n°21 de la calle de Garrido en Granada para detenerle, donde vivía bajo el nombre falso de Diego Martínez Castilla. Se defendió y mató al agente José Pérez Fajardo antes de ser abatido.





Fuente CNT Fundacion Anselmo Lorenzo



M. Iñiguez "Enciclopedia...", op. cit. // E. Comin Colomer "Libro de oro de la policia gubernativa", 1953// Polemica, Barcelone, n°80 (article de A. Tellez) //

Rogelio Almansa Martinez, Alias Diego Martínez Castilla

ALMANSA MARTÍNEZ, ROGELIO
[Cantorio-Almeria / Granada 28-09-1936]. 
Anarquista y confederal almeriense. Iniciada la guerra formó parte del grupo miliciano Los Niños de la Noche, especializado en la evasión de los perseguidos en Granada. 
El 28-09-1939 un grupo de cuatro policías se presentaron en el n°21 de la calle de Garrido en Granada para detenerle, donde vivía bajo el nombre falso de Diego Martínez Castilla. Se defendió y mató al agente José Pérez Fajardo antes de ser abatido.

Fuente CNT Fundacion Anselmo Lorenzo

M. Iñiguez "Enciclopedia...", op. cit. // E. Comin Colomer "Libro de oro de la policia gubernativa", 1953// Polemica, Barcelone, n°80 (article de A. Tellez) //

20 de marzo de 2016

La fuga del Yatero





Una vez acabada la guerra civil, los edificios de la espartera de Benalúa de Guadix, fueron utilizados por el ejército franquista como campo de concentración de prisioneros fieles a la República, tanto civiles como militares. De su control y vigilancia se encargó un destacamento del batallón 903, de la división 32 del Ejército. En este campo se produjeron varias fugas de reclusos.



Una de las más divulgadas fue la del capitán Juan Francisco Medina García. Natural de Tocón de Quéntar y conocido como "el Yatero", apodo que le venía de su padre, al que llamaban "el tío Yatero" porque nació en Yátor. Juan Francisco se dedicó desde muy joven a trasquilar ovejas por los contornos de Sierra Nevada donde era muy conocido y querido. Durante la guerra llegó a ser capitán de artillería y al término de la misma fue hecho prisionero en su casa y encarcelado en la prisión de Guadix durante varios meses. Tras caer enfermo por las palizas recibidas, pasó por la enfermería de la prisión y una vez repuesto, gracias a su mujer y a otras personas amigas, fue trasladado al campo de concentración de La Espartera de Benalúa, donde se encontraba esa mañana?



Aquel 29 de mayo de 1939 no iba a ser como los demás días. La mañana amaneció radiante después de la lluvia de la noche anterior. Los fríos del duro invierno iban desapareciendo poco a poco, aunque ese año habían hecho estragos entre los prisioneros del campo, muchos de los cuales no pudieron sobrevivir debido a las condiciones adversas, al hambre, la miseria y las palizas. Juan Francisco, con casi 1,85 de altura aparentaba ser un hombre corpulento, aunque el hambre le había dejado en los huesos y un poco encorvado, pero aun así su ingenio y lucidez habían quedado intactos.



-¡Rápido, rápido, tenemos que seguir el plan o todo se irá al traste! Le dijo, muy nervioso, el soldado encargado de la vigilancia.



-Muchacho, estos dos vienen conmigo, respondió "el Yatero".



-¡Eso es imposible! Cuando hablé con tu mujer solo planeamos sacarte a ti? Más gente pondría en peligro la fuga.



-¡Pues si no vienen mis dos camaradas, yo me quedo!



El soldado lo miró y vio en sus ojos la firmeza de un hombre que no iba a cambiar fácilmente de opinión.



-Está bien, pero hay que darse prisa, el relevo está al llegar y si nos descubren ya sabéis los que nos pasará.



Los otros dos se miraron con preocupación, "el Yatero" se adelantó hacia el soldado y cogiéndole del brazo le instó a que siguieran con el plan.



-Vamos, muchacho, no es hora de meter miedo. ¿Por dónde tenemos que ir?



-Poneos en fila delante mía, con la cabeza gacha como si os llevara escoltados a un trabajo encargado por algún superior.



Así bajaron la escalera que daba al patio interior y desde ahí hacia la verja, donde aguardaba el camión para los traslados. Un teniente del batallón estaba controlando a una partida de prisioneros que subían al camión y fijándose en ellos, preguntó:





-¿A dónde vas con esos tres?



-La voz hizo que los cuatro se pararan en seco, atemorizados y llenos de angustia.



-Mi teniente, los llevo a cargar unas vigas de hierro para la azucarera, que está de reparaciones.



-Bien? pon ojo avizor, no vaya a que se escapen en un descuido.



-Que lo intenten y verán, respondió al tiempo que cogía el fusil y apuntaba a la cabeza de "el Yatero". El teniente rió la ocurrencia del soldado.



-Así me gusta, muchacho. No tengas piedad de estos "rojos" de mierda.



Los cuatro continuaron su camino hacia la puerta trasera de La Espartera, frente a la azucarera, y una vez fuera del recinto, a todos se les escapó un suspiro de alivio.



-Hasta aquí llega mi compromiso? ¡Ahora sois libres!





Juan Francisco cogió la pistola y mirándolo a los ojos le pregunto al soldado por qué los había ayudado.



-A mi padre y a mi hermano los fusilaron al comienzo de esta maldita guerra, nadie les ayudó, ni siquiera le preguntaron su nombre.



-Dime por lo menos tu nombre, para saber a quién le debo la vida.



-Mi nombre no tiene importancia, solo recuerda que hay gente que está dispuesta a ayudar a sus semejantes aún con riesgo de perder su propia vida.



"El Yatero" le dio un abrazo y prometió que nunca usaría la violencia contra nadie que no se lo mereciera. Después los tres liberados se perdieron entre la espesura del río, refugiándose primero en el Molino de la Gitana y más tarde en el Cortijo de Aguas Blancas. Poco después, al reunirse con él Jesús Salcedo "capitán Salcedo" y dos de los hermanos Quero (Antonio y José), se echaron al monte a mediados de 1940.



A partir de las primeras operaciones quedó bien claro que la partida se abstendría de ejercer violencia alguna contra nadie y evitaría causar bajas a la población civil. Las pautas dadas por "el Yatero" se aplicaron a rajatabla. Tanto es así que varios de sus hombres aseguraron que en la partida se llegó a pasar hambre por no extorsionar a los campesinos.



En el invierno de 1946, Juan Francisco decidió disolver la banda y marcharse a Francia con los que quisieran acompañarle. Había comprobado que la lucha guerrillera estaba degenerando en muertes sin sentido, atracos sangrientos y violencia gratuita? Precisamente todo lo que él odiaba y había prometido que trataría de evitar.

La fuga del Yatero


Una vez acabada la guerra civil, los edificios de la espartera de Benalúa de Guadix, fueron utilizados por el ejército franquista como campo de concentración de prisioneros fieles a la República, tanto civiles como militares. De su control y vigilancia se encargó un destacamento del batallón 903, de la división 32 del Ejército. En este campo se produjeron varias fugas de reclusos.

Una de las más divulgadas fue la del capitán Juan Francisco Medina García. Natural de Tocón de Quéntar y conocido como "el Yatero", apodo que le venía de su padre, al que llamaban "el tío Yatero" porque nació en Yátor. Juan Francisco se dedicó desde muy joven a trasquilar ovejas por los contornos de Sierra Nevada donde era muy conocido y querido. Durante la guerra llegó a ser capitán de artillería y al término de la misma fue hecho prisionero en su casa y encarcelado en la prisión de Guadix durante varios meses. Tras caer enfermo por las palizas recibidas, pasó por la enfermería de la prisión y una vez repuesto, gracias a su mujer y a otras personas amigas, fue trasladado al campo de concentración de La Espartera de Benalúa, donde se encontraba esa mañana?

Aquel 29 de mayo de 1939 no iba a ser como los demás días. La mañana amaneció radiante después de la lluvia de la noche anterior. Los fríos del duro invierno iban desapareciendo poco a poco, aunque ese año habían hecho estragos entre los prisioneros del campo, muchos de los cuales no pudieron sobrevivir debido a las condiciones adversas, al hambre, la miseria y las palizas. Juan Francisco, con casi 1,85 de altura aparentaba ser un hombre corpulento, aunque el hambre le había dejado en los huesos y un poco encorvado, pero aun así su ingenio y lucidez habían quedado intactos.

-¡Rápido, rápido, tenemos que seguir el plan o todo se irá al traste! Le dijo, muy nervioso, el soldado encargado de la vigilancia.

-Muchacho, estos dos vienen conmigo, respondió "el Yatero".

-¡Eso es imposible! Cuando hablé con tu mujer solo planeamos sacarte a ti? Más gente pondría en peligro la fuga.

-¡Pues si no vienen mis dos camaradas, yo me quedo!

El soldado lo miró y vio en sus ojos la firmeza de un hombre que no iba a cambiar fácilmente de opinión.

-Está bien, pero hay que darse prisa, el relevo está al llegar y si nos descubren ya sabéis los que nos pasará.

Los otros dos se miraron con preocupación, "el Yatero" se adelantó hacia el soldado y cogiéndole del brazo le instó a que siguieran con el plan.

-Vamos, muchacho, no es hora de meter miedo. ¿Por dónde tenemos que ir?

-Poneos en fila delante mía, con la cabeza gacha como si os llevara escoltados a un trabajo encargado por algún superior.

Así bajaron la escalera que daba al patio interior y desde ahí hacia la verja, donde aguardaba el camión para los traslados. Un teniente del batallón estaba controlando a una partida de prisioneros que subían al camión y fijándose en ellos, preguntó:


-¿A dónde vas con esos tres?

-La voz hizo que los cuatro se pararan en seco, atemorizados y llenos de angustia.

-Mi teniente, los llevo a cargar unas vigas de hierro para la azucarera, que está de reparaciones.

-Bien? pon ojo avizor, no vaya a que se escapen en un descuido.

-Que lo intenten y verán, respondió al tiempo que cogía el fusil y apuntaba a la cabeza de "el Yatero". El teniente rió la ocurrencia del soldado.

-Así me gusta, muchacho. No tengas piedad de estos "rojos" de mierda.

Los cuatro continuaron su camino hacia la puerta trasera de La Espartera, frente a la azucarera, y una vez fuera del recinto, a todos se les escapó un suspiro de alivio.

-Hasta aquí llega mi compromiso? ¡Ahora sois libres!

Juan Francisco cogió la pistola y mirándolo a los ojos le pregunto al soldado por qué los había ayudado.

-A mi padre y a mi hermano los fusilaron al comienzo de esta maldita guerra, nadie les ayudó, ni siquiera le preguntaron su nombre.

-Dime por lo menos tu nombre, para saber a quién le debo la vida.

-Mi nombre no tiene importancia, solo recuerda que hay gente que está dispuesta a ayudar a sus semejantes aún con riesgo de perder su propia vida.

"El Yatero" le dio un abrazo y prometió que nunca usaría la violencia contra nadie que no se lo mereciera. Después los tres liberados se perdieron entre la espesura del río, refugiándose primero en el Molino de la Gitana y más tarde en el Cortijo de Aguas Blancas. Poco después, al reunirse con él Jesús Salcedo "capitán Salcedo" y dos de los hermanos Quero (Antonio y José), se echaron al monte a mediados de 1940.

A partir de las primeras operaciones quedó bien claro que la partida se abstendría de ejercer violencia alguna contra nadie y evitaría causar bajas a la población civil. Las pautas dadas por "el Yatero" se aplicaron a rajatabla. Tanto es así que varios de sus hombres aseguraron que en la partida se llegó a pasar hambre por no extorsionar a los campesinos.

En el invierno de 1946, Juan Francisco decidió disolver la banda y marcharse a Francia con los que quisieran acompañarle. Había comprobado que la lucha guerrillera estaba degenerando en muertes sin sentido, atracos sangrientos y violencia gratuita? Precisamente todo lo que él odiaba y había prometido que trataría de evitar.

Miguel Martín Padial



Al final de la guerra civil, Miguel Martín Padial, cuyo padre fue encarcelado y condenado a muerte, había sido enviado al servicio militar de tres años en Gibraltar. A su regreso, no pueden encontrar trabajo en Alhama de Granada, Miguel Martín Padial Campanito se trasladó a Barcelona a mediados de 1947. En 1948 se propuso Culito y espartillo de nuevo a Alahama para que se integren la guerrilla. Mao permaneció allí muy poco después de que el líder del grupo de la Agrupación Roberto dónde estaba, Antonio Nuñez Montosa Crescencio , le ha pedido que probarse a sí mismo para quitar su villagen quelqi'un lo que se negó. Volvió a Barcelona, ​​donde luego fue contactado por ex compañeros - Antonio Campaña, Comino y Miguel Arenas - y luego participó en varias granjas de ataques en la provincia de Granada.


Luego, con El Retorcio , Víctor y espartillo decidió abandonar definitivamente la guerra de guerrillas y volver a Barcelona. Detenido en el verano de 1949 en la estación de La Encina, el tren Valencia-Cartagena, fue llevado ante un consejo de guerra y condenado a 30 años de prisión aunque en realidad sólo ha jugado tres ataques menores granjas.


Después de un largo y difícil de detención, donde fue internado sucesivamente en Granada, Puerto de Santa María y Alcalá de Henares, Miguel Padial a su Mayo 21, 1960 casó Amadora Martínez García, miembro de la Agrupación guerrilera Levante él se reunió en Alcalá de Henares. Él continuó haciendo campaña al Partido comuniste Madrid y trabajó por primera vez como una impresora y luego en el edificio. Detenido el 29 de abril de 1968, con motivo del 1 de mayo, que fue condenado a 6 años de prisión de los cuales se efectúa 4 Carrabanchel Segovia y fue puesto en libertad el 3 de enero 1972.


En octubre de 2005 participó en la organización de la conmemoración y homenaje a la guerrilla celebrada en Santa Cruz de Moya.


Migiel Padial Martin murió en Madrid el 18 de octubre de 2007.






Fuentes: JA Romero Navas "Censo ...", op. cit.//





Miguel Martín Padial

Al final de la guerra civil, Miguel Martín Padial, cuyo padre fue encarcelado y condenado a muerte, había sido enviado al servicio militar de tres años en Gibraltar. A su regreso, no pueden encontrar trabajo en Alhama de Granada, Miguel Martín Padial Campanito se trasladó a Barcelona a mediados de 1947. En 1948 se propuso Culito y espartillo de nuevo a Alahama para que se integren la guerrilla. Mao permaneció allí muy poco después de que el líder del grupo de la Agrupación Roberto dónde estaba, Antonio Nuñez Montosa Crescencio , le ha pedido que probarse a sí mismo para quitar su villagen quelqi'un lo que se negó. Volvió a Barcelona, ​​donde luego fue contactado por ex compañeros - Antonio Campaña, Comino y Miguel Arenas - y luego participó en varias granjas de ataques en la provincia de Granada.
Luego, con El Retorcio , Víctor y espartillo decidió abandonar definitivamente la guerra de guerrillas y volver a Barcelona. Detenido en el verano de 1949 en la estación de La Encina, el tren Valencia-Cartagena, fue llevado ante un consejo de guerra y condenado a 30 años de prisión aunque en realidad sólo ha jugado tres ataques menores granjas.
Después de un largo y difícil de detención, donde fue internado sucesivamente en Granada, Puerto de Santa María y Alcalá de Henares, Miguel Padial a su Mayo 21, 1960 casó Amadora Martínez García, miembro de la Agrupación guerrilera Levante él se reunió en Alcalá de Henares. Él continuó haciendo campaña al Partido comuniste Madrid y trabajó por primera vez como una impresora y luego en el edificio. Detenido el 29 de abril de 1968, con motivo del 1 de mayo, que fue condenado a 6 años de prisión de los cuales se efectúa 4 Carrabanchel Segovia y fue puesto en libertad el 3 de enero 1972.
En octubre de 2005 participó en la organización de la conmemoración y homenaje a la guerrilla celebrada en Santa Cruz de Moya.
Migiel Padial Martin murió en Madrid el 18 de octubre de 2007.

Fuentes: JA Romero Navas "Censo ...", op. cit.//

Campo de Concentración de Benalua de Guadix

Lidia Muñoz, GRANADA HOY, 9 de mayo 2004, pp. 26-27.



Una fosa común en el cementerio de Guadix era el último destino de un recorrido que comenzaba en la espartera de Benalúa y terminaba en la ermita de San Antón. Lugares que fueron testigos de piedra del particular vía crucis que sufrieron decenas de republicanos en tierras accitanas durante la represión de la posguerra. Una memoria que sigue viva en algunos accitanos y que ahora puede ser rescatada con la ayuda de las instituciones.









Francisco Parra, de 78 años, espera en su ciudad natal, Guadix, la publicación de su libro Memoria y recuerdos de un currante accitano, que dice ser la continuación de Mi cesta de mimbre, una obra sobre la memoria de su niñez, que aún recuerda perfectamente. “En aquellos años, vendía bollos y tortas en una cesta de mimbre, donde fui acumulando las historias que mis paisanos me iban contando”, relata Francisco, testigo de muchos apresamientos y fusilamientos en Guadix durante la Guerra Civil.



Un recuerdo que le llevó a indagar sobre el particular vía crucis que sufrieron los represaliados de la guerra en Guadix, una iniciativa que ha recogido el Ayuntamiento de Benalúa interesado en investigar la historia del campo de concentración que fue la espartera en la posguerra, con las ayudas que la Consejería de Justicia pone a disposición de todos los ayuntamientos andaluces.



El objetivo de esta iniciativa es recuperar la memoria histórica y otorgar el reconocimiento institucional y social a las personas desaparecidas durante la Guerra Civil y la posguerra.



La primera estación del vía crucis era la antigua espartera de Benalúa, convertida en campo de concentración para los prisioneros durante los primeros años cuarenta. También en la azucarera San Torcuato de Guadix.



Aquellos que no conseguían un salvoconducto, iniciaban el paseo, esposados y camino de la ermita de San Antón, lugar donde tuvieron lugar muchos fusilamientos. Los cuerpos que allí quedaban los trasladaban al cementerio, a una fosa común que servía de lugar de enterramiento.





Manuel Prendes nació en 1924 en Benalúa. Con apenas 15 años, hacía el trayecto casi a diario con su carro desde su casa a la espartera, donde su amigo, el teniente Miró, se encontraba detenido. Le llevaba el café a su amigo, pero también era el encargado de recoger los restos de comidas y de hacer la limpieza de los baños de los más de 200 prisioneros que calcula que hubo en este campo durante al menos un año entero.



También viajaba hasta la azucarera de Guadix, con el carro repleto de patatas para los presos que se encarcelaron allí, “y que estuvieron muchos años”. Recuerda también filas de presos que caminaban por la carretera de Guadix a Benalúa, custodiados por soldados, camino de la espartera. Manuel habla de los que consiguieron el preciado “aval” para ser liberados, pero también recuerda fusilamientos de vecinos de Benalúa en los años de la posguerra.



Francisco Parra, nacido en Guadix en 1926, también fue testigo de muchos paseos, pero recuerda uno en especial, el de un hombre esposado que lloraba suplicando a su paisano que, “por sus hijos”, no lo mataran. “Lo más duro fue que yo no conocía al prisionero, pero sí a quién lo llevaba esposado hacia la ermita de San Antón, otro paisano accitano que había delatado a su vecino, probablemente por antiguas rencillas, y el hecho de ser de izquierdas era motivo sobrado para poder apresarlo y ejecutarlo”, según opina Francisco.



Otro de sus recuerdos vivos es el de su amigo Miguel Pujada, El Colorines, que fue ejecutado en Guadix. El Colorines era el que elaboraba las tortas y bollos que él vendía, “mi maestro, mi patrón y mi amigo”. Murió en agosto de 1939, fusilado, en la ermita de San Antón. Su esposa, Aurelia, conservaba alguno de los escritos que Miguel enviaba a su mujer, ocultos en la cesta de la comida durante su cautiverio en la ermita, y que los recoge Francisco en su libro Mi cesta de mimbre.



(…) Los muros fueron testigos mudos de torturas y pocos son los accitanos que sí recuerdan lo que allí vieron o llegó a sus oídos, manteniendo viva la memoria de los seres queridos que allí murieron, “en la peor de las muertes, humillados, deshonrados y una gran mayoría sin un tribunal legítimamente constituido que los juzgase con dignidad”.



Muchos fueron paseados porque un día hubo un disgusto por cosas de novias, rencillas familiares, represalias o simplemente porque figuraron en uno u otro partido y no habían podido conseguir el “aval”. Francisco dice que “es preferible no señalar los nombres de estos justicieros, para que los jóvenes de hoy los sigan ignorando, tanto el de los fallecidos como el de los pocos que aún quedan vivos”.



Pero lo que no se debe olvidar es la historia de lo que allí pasó. Prisioneros, procedentes de toda España, estuvieron encarcelados en la espartera de Benalúa, una fábrica de pasta de esparto para papel que conserva entre sus ruinas huellas de lo que fue aquel campo de concentración. Rastreando en su interior, todavía se pueden distinguir los habitáculos empleados como celdas o los disparos de fusil, según comenta Mª Ángeles Pérez, teniente alcalde de Benalúa.



Tantos fueron los presos que allí llegaron, que hubo que habilitar parte de la fábrica azucarera San Torcuato de Guadix. Allí fueron interrogados, no sin recibir torturas. Muchos de los que superaron los castigos y fueron liberados, quedaron marcados por la dura experiencia. Pero los que no pudieron volver a casa, salieron de la espartera camino de la Venta Eritaña, y de allí, como última estación del vía crucis, a la ermita.



Francisco aún recuerda las voces que durante la noche y la madrugada escuchaba procedentes de la ermita. Dos palabras que todavía resuenan en su cabeza: “¡Centinela, alerta!”. Tampoco olvida el desfile de madres, esposas e hijos que diariamente iban a llevar la comida a sus familias encerradas en la azucarera y San Antón. “Lo más triste es cuando llegaban a la ermita con el cesto de viandas y el guardián les decía que ya no era preciso, que esa misma mañana había fallecido”.



Una escena la recuerda Francisco con especial conmoción. Fue la de una niña de corta edad que iba a llevar la comida a su padre cuando un día alguien le dijo, señalando al camposanto, “que su padre ya había cambiado de sitio”.



Francisco Martínez nació en el barrio de San Miguel hace 84 años. Conversando en el Centro de Día de Mayores de Guadix, recuerda ver los primeros paseos el mismo año en que comenzó la guerra, pero también fusilamientos en las mismas calles de su barrio. A su amigo Rafael lo mataron “en las mismas escaleras del palacio del Obispado, donde se encarceló a los primeros presos”.



También hubo capturas de maquis que se ocultaron en la sierra huyendo de la detención por pequeños robos o tener delitos pendientes con la justicia.



Ningún ayuntamiento de esta comarca posee documentación alguna sobre los represaliados que pasaron por este campo tras la guerra, pero muchos de los que allí estuvieron encarcelados han vuelto en busca de un documento que pueda testificar oficialmente la existencia del campo de concentración, con el fin de que puedan solicitar, como prisioneros de guerra, la indemnización que el gobierno central y algunas autonomías conceden en estos casos.

Campo de Concentración de Benalua de Guadix

Lidia Muñoz, GRANADA HOY, 9 de mayo 2004, pp. 26-27.

Una fosa común en el cementerio de Guadix era el último destino de un recorrido que comenzaba en la espartera de Benalúa y terminaba en la ermita de San Antón. Lugares que fueron testigos de piedra del particular vía crucis que sufrieron decenas de republicanos en tierras accitanas durante la represión de la posguerra. Una memoria que sigue viva en algunos accitanos y que ahora puede ser rescatada con la ayuda de las instituciones.



Francisco Parra, de 78 años, espera en su ciudad natal, Guadix, la publicación de su libro Memoria y recuerdos de un currante accitano, que dice ser la continuación de Mi cesta de mimbre, una obra sobre la memoria de su niñez, que aún recuerda perfectamente. “En aquellos años, vendía bollos y tortas en una cesta de mimbre, donde fui acumulando las historias que mis paisanos me iban contando”, relata Francisco, testigo de muchos apresamientos y fusilamientos en Guadix durante la Guerra Civil.

Un recuerdo que le llevó a indagar sobre el particular vía crucis que sufrieron los represaliados de la guerra en Guadix, una iniciativa que ha recogido el Ayuntamiento de Benalúa interesado en investigar la historia del campo de concentración que fue la espartera en la posguerra, con las ayudas que la Consejería de Justicia pone a disposición de todos los ayuntamientos andaluces.

El objetivo de esta iniciativa es recuperar la memoria histórica y otorgar el reconocimiento institucional y social a las personas desaparecidas durante la Guerra Civil y la posguerra.

La primera estación del vía crucis era la antigua espartera de Benalúa, convertida en campo de concentración para los prisioneros durante los primeros años cuarenta. También en la azucarera San Torcuato de Guadix.

Aquellos que no conseguían un salvoconducto, iniciaban el paseo, esposados y camino de la ermita de San Antón, lugar donde tuvieron lugar muchos fusilamientos. Los cuerpos que allí quedaban los trasladaban al cementerio, a una fosa común que servía de lugar de enterramiento.

Manuel Prendes nació en 1924 en Benalúa. Con apenas 15 años, hacía el trayecto casi a diario con su carro desde su casa a la espartera, donde su amigo, el teniente Miró, se encontraba detenido. Le llevaba el café a su amigo, pero también era el encargado de recoger los restos de comidas y de hacer la limpieza de los baños de los más de 200 prisioneros que calcula que hubo en este campo durante al menos un año entero.

También viajaba hasta la azucarera de Guadix, con el carro repleto de patatas para los presos que se encarcelaron allí, “y que estuvieron muchos años”. Recuerda también filas de presos que caminaban por la carretera de Guadix a Benalúa, custodiados por soldados, camino de la espartera. Manuel habla de los que consiguieron el preciado “aval” para ser liberados, pero también recuerda fusilamientos de vecinos de Benalúa en los años de la posguerra.

Francisco Parra, nacido en Guadix en 1926, también fue testigo de muchos paseos, pero recuerda uno en especial, el de un hombre esposado que lloraba suplicando a su paisano que, “por sus hijos”, no lo mataran. “Lo más duro fue que yo no conocía al prisionero, pero sí a quién lo llevaba esposado hacia la ermita de San Antón, otro paisano accitano que había delatado a su vecino, probablemente por antiguas rencillas, y el hecho de ser de izquierdas era motivo sobrado para poder apresarlo y ejecutarlo”, según opina Francisco.

Otro de sus recuerdos vivos es el de su amigo Miguel Pujada, El Colorines, que fue ejecutado en Guadix. El Colorines era el que elaboraba las tortas y bollos que él vendía, “mi maestro, mi patrón y mi amigo”. Murió en agosto de 1939, fusilado, en la ermita de San Antón. Su esposa, Aurelia, conservaba alguno de los escritos que Miguel enviaba a su mujer, ocultos en la cesta de la comida durante su cautiverio en la ermita, y que los recoge Francisco en su libro Mi cesta de mimbre.

(…) Los muros fueron testigos mudos de torturas y pocos son los accitanos que sí recuerdan lo que allí vieron o llegó a sus oídos, manteniendo viva la memoria de los seres queridos que allí murieron, “en la peor de las muertes, humillados, deshonrados y una gran mayoría sin un tribunal legítimamente constituido que los juzgase con dignidad”.

Muchos fueron paseados porque un día hubo un disgusto por cosas de novias, rencillas familiares, represalias o simplemente porque figuraron en uno u otro partido y no habían podido conseguir el “aval”. Francisco dice que “es preferible no señalar los nombres de estos justicieros, para que los jóvenes de hoy los sigan ignorando, tanto el de los fallecidos como el de los pocos que aún quedan vivos”.

Pero lo que no se debe olvidar es la historia de lo que allí pasó. Prisioneros, procedentes de toda España, estuvieron encarcelados en la espartera de Benalúa, una fábrica de pasta de esparto para papel que conserva entre sus ruinas huellas de lo que fue aquel campo de concentración. Rastreando en su interior, todavía se pueden distinguir los habitáculos empleados como celdas o los disparos de fusil, según comenta Mª Ángeles Pérez, teniente alcalde de Benalúa.

Tantos fueron los presos que allí llegaron, que hubo que habilitar parte de la fábrica azucarera San Torcuato de Guadix. Allí fueron interrogados, no sin recibir torturas. Muchos de los que superaron los castigos y fueron liberados, quedaron marcados por la dura experiencia. Pero los que no pudieron volver a casa, salieron de la espartera camino de la Venta Eritaña, y de allí, como última estación del vía crucis, a la ermita.

Francisco aún recuerda las voces que durante la noche y la madrugada escuchaba procedentes de la ermita. Dos palabras que todavía resuenan en su cabeza: “¡Centinela, alerta!”. Tampoco olvida el desfile de madres, esposas e hijos que diariamente iban a llevar la comida a sus familias encerradas en la azucarera y San Antón. “Lo más triste es cuando llegaban a la ermita con el cesto de viandas y el guardián les decía que ya no era preciso, que esa misma mañana había fallecido”.

Una escena la recuerda Francisco con especial conmoción. Fue la de una niña de corta edad que iba a llevar la comida a su padre cuando un día alguien le dijo, señalando al camposanto, “que su padre ya había cambiado de sitio”.

Francisco Martínez nació en el barrio de San Miguel hace 84 años. Conversando en el Centro de Día de Mayores de Guadix, recuerda ver los primeros paseos el mismo año en que comenzó la guerra, pero también fusilamientos en las mismas calles de su barrio. A su amigo Rafael lo mataron “en las mismas escaleras del palacio del Obispado, donde se encarceló a los primeros presos”.

También hubo capturas de maquis que se ocultaron en la sierra huyendo de la detención por pequeños robos o tener delitos pendientes con la justicia.

Ningún ayuntamiento de esta comarca posee documentación alguna sobre los represaliados que pasaron por este campo tras la guerra, pero muchos de los que allí estuvieron encarcelados han vuelto en busca de un documento que pueda testificar oficialmente la existencia del campo de concentración, con el fin de que puedan solicitar, como prisioneros de guerra, la indemnización que el gobierno central y algunas autonomías conceden en estos casos.

18 de marzo de 2016

Miguel Arcos González


Miguel Arcos González: Nació en 1912 en Tocón (Íllora: Granada), vecino de Andújar, soltero y sin hijos, profesión jornalero, sabe leer y escribir. El 31 de marzo de 1939, dos días después que las tropas nacionales entran en Andújar es detenido y encarcelado en la Prisión del Partido Judicial. El 22 de agosto de 1939 pasa por el consejo de guerra en el que el fiscal solicita la condena de 6 años y 1 día, pero el tribunal militar falla 30 años de reclusión.











CONSEJO DE GUERRA: 22 de agosto de 1939


Composición tribunal militar


                                                                                                  











José María Guillén Escolar-Noriega


Presidente


Teniente Coronel


Alfonso Baena Fernández


Vocal


Capitán Honorario C.J.M.


Manuel Gallego Molina


Vocal


Teniente Guardia Civil


Juan Castillo Mena


Vocal


Teniente Guardia Civil


Manuel Rico Jiménez


Vocal


Teniente de Infantería


José Arnal Fiestas


Vocal Ponente


Capitán C.J.M.


Rafael Ramírez Pazos


Fiscal


Oficial 1º Honorario C.J.M.


Juan Entrena Santaella


Defensor


Oficial de Caballería






PRESOS QUE ASISTIERON AL CONSEJO DE GUERRA




















Registro


Cárcel


Presos juzgados


Profesión


Natural


Pena solicitada


por el fiscal


Pena


impuesta




















189


Abad Sotillo, Antonio


Metalúrgico


Andújar


20 años


12 años y un día


149


Alonso Torres, Tránsito


SL


Andújar


6 años


12 años y un día


331


Arcos González, Miguel


Jornalero


Íllora (Granada)


6 años y un día


30 años


316


Cubero Luque, José


Guardia Municipal


Castro del Río


Pena de muerte


05/04/1940


470


De Haro García, Isabel


SL


Andújar


6 años


12 años y un día


251


Dulce Ruiz, María


SL


Andújar


6 años


30 años


249


Expósito Murillo, Joaquina


SL


Andújar


4 años


12 años y un día


266


Granados Galaso, Alfonsa


SL


Andújar


6 años


8 años


579


Gutiérrez Parras, Manuel


Jornalero


Andújar


6 meses y un día


absuelto


229


Hernán Rodríguez, Petra


SL


Andújar


20 años


30 años


146


Leal Campos, José


Jornalero


Granada


Pena de muerte


(S/D)


246


Montes Castilla, Rosario


SL


Andújar


6 años


12 años y un día








Fuentes: De Córdoba Ortega, Santiago: "Geografía de la represión criminal franquista: Todos los nombres de Jaén (1936-1952)"; AH-Andújar: Policía Municipal (Reg.  Carcelario Prisión Partido Judicial) 

Miguel Arcos González

Miguel Arcos González: Nació en 1912 en Tocón (Íllora: Granada), vecino de Andújar, soltero y sin hijos, profesión jornalero, sabe leer y escribir. El 31 de marzo de 1939, dos días después que las tropas nacionales entran en Andújar es detenido y encarcelado en la Prisión del Partido Judicial. El 22 de agosto de 1939 pasa por el consejo de guerra en el que el fiscal solicita la condena de 6 años y 1 día, pero el tribunal militar falla 30 años de reclusión.



CONSEJO DE GUERRA: 22 de agosto de 1939
Composición tribunal militar
                                                                                                  
José María Guillén Escolar-Noriega
Presidente
Teniente Coronel
Alfonso Baena Fernández
Vocal
Capitán Honorario C.J.M.
Manuel Gallego Molina
Vocal
Teniente Guardia Civil
Juan Castillo Mena
Vocal
Teniente Guardia Civil
Manuel Rico Jiménez
Vocal
Teniente de Infantería
José Arnal Fiestas
Vocal Ponente
Capitán C.J.M.
Rafael Ramírez Pazos
Fiscal
Oficial 1º Honorario C.J.M.
Juan Entrena Santaella
Defensor
Oficial de Caballería

PRESOS QUE ASISTIERON AL CONSEJO DE GUERRA

Registro
Cárcel
Presos juzgados
Profesión
Natural
Pena solicitada
por el fiscal
Pena
impuesta






189
Abad Sotillo, Antonio
Metalúrgico
Andújar
20 años
12 años y un día
149
Alonso Torres, Tránsito
SL
Andújar
6 años
12 años y un día
331
Arcos González, Miguel
Jornalero
Íllora (Granada)
6 años y un día
30 años
316
Cubero Luque, José
Guardia Municipal
Castro del Río
Pena de muerte
05/04/1940
470
De Haro García, Isabel
SL
Andújar
6 años
12 años y un día
251
Dulce Ruiz, María
SL
Andújar
6 años
30 años
249
Expósito Murillo, Joaquina
SL
Andújar
4 años
12 años y un día
266
Granados Galaso, Alfonsa
SL
Andújar
6 años
8 años
579
Gutiérrez Parras, Manuel
Jornalero
Andújar
6 meses y un día
absuelto
229
Hernán Rodríguez, Petra
SL
Andújar
20 años
30 años
146
Leal Campos, José
Jornalero
Granada
Pena de muerte
(S/D)
246
Montes Castilla, Rosario
SL
Andújar
6 años
12 años y un día


Fuentes: De Córdoba Ortega, Santiago: "Geografía de la represión criminal franquista: Todos los nombres de Jaén (1936-1952)"; AH-Andújar: Policía Municipal (Reg.  Carcelario Prisión Partido Judicial)