Los asesinados no eran sólo los presos mandados desde la cárcel de Granada, que maniatados y transportados en los “camiones de la muerte” cruzaban la ciudad por la Gran Vía y subían por la Cuesta de Gomérez, para enlazar con el Camino del cementerio, sino también, aquellas personas que la “Escuadra Negra” (facciosos adeptos al golpe militar) secuestraba directamente, los llamados “paseos”, y eran conducidos en coches ligeros hasta las tapias del cementerio.
El 25 de agosto de 1978, José García Arquelladas, guarda del cementerio en los primeros meses de la represión franquista, relató lo siguiente a Ian Gibson (presentamos algunos fragmentos):
“Los enterradores llegaban a las 9 de la mañana, o sea que desde que se producían las ejecuciones a las 6 de la mañana, o antes, quedaban solos los cadáveres. Quedaban solos, abandonados allí. Las puertas del cementerio estaban cerradas, el cementerio no lo abrían hasta las 9. Un desastre….
Los primeros meses estuve allí, luego me tuve que incorporar a la guerra. Aquello era, día y noche, un chorro. Coches subiendo, coches bajando, de día y de noche. Mujeres y todo, las criaturas allí andando de rodillas y no tenían perdón de nadie, allí llegaban –plin, plam, plin, plam- y se acabó. Unos decían: “¡Viva la República!”, otros: “¡Viva el comunismo!”. Había de todo, otras criaturas iban muertas, no todos tenían el mismo espíritu, arrastrándose de rodillas, pidiendo perdón… …Por la noche, con los mismos faros de los coches, en las mismas tapias, los ponían allí y ya está. Hay que darse cuenta de lo que es día y noche, no había regla, lo mismo subían 8, que 9, que 15, que 14, un lío, en los primeros meses más de 50 cada día…..y una chillería allí de mujeres y de todo y allí nosotros allí asustados, y Dios y su Madre…”
Los sepultureros debieron de trasladar los cuerpos amontonados en el exterior hasta el Patio de San José, donde abrieron numerosas fosas comunes para enterrar los cadáveres. Las víctimas que procedían de la cárcel, llevaban en el bolsillo una tarjeta de identificación, cuyos datos eran recogidos en los libros de registros del cementerio. Se anotaba la fecha de defunción, el nombre y apellidos y la causa de la muerte. En las primeras víctimas de la represión, la causa de la muerte se indicaba con la frase “disparo de arma de fuego”, luego será sustituida por “orden de tribunal militar”.
Ian Gibson en 1966 pudo consultar el libro de registros correspondiente a los años 1936-1939, donde se anotó la muerte de 2.102 hombres y mujeres fusilados entre el 26 de Julio de 1936 y el 1 de marzo de 1939. A este número habría que sumar los asesinados por la “Escuadra Negra”, que no llevaban identificación alguna y todos los ejecutados en años posteriores.
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