31 de agosto de 2018

Quintanilla Pérez Nicolás

Quintanilla Pérez, Nicolás



22/10/1936



Jornalero de Peligros. Entregado al puesto de mando del sector de Víznar el 22 de Octubre de 1936 para ser fusilado. Su nombre aparece en la relación publicada por Molina Fajardo (obra “Últimos días de García Lorca”, páginas 458 y 544) de las listas originales conservadas en el puesto de Víznar.

Quintanilla Pérez Nicolás

Quintanilla Pérez, Nicolás

22/10/1936

Jornalero de Peligros. Entregado al puesto de mando del sector de Víznar el 22 de Octubre de 1936 para ser fusilado. Su nombre aparece en la relación publicada por Molina Fajardo (obra “Últimos días de García Lorca”, páginas 458 y 544) de las listas originales conservadas en el puesto de Víznar.

La caza del maestro



JOSEP FONTANA

10 AGO 2006

El día 8 de agosto de 1936, un grupo de falangistas fue a buscar a Daniel González Linacero a la casa de Arévalo en que pasaba las vacaciones con su familia y lo asesinó. Su partida de defunción dice, con elocuente simplicidad, que falleció "a consecuencia del Movimiento Nacional existente". Tenía treinta y tres años y dejaba esposa, que vive todavía, y tres hijas de corta edad. La casa fue cerrada y saqueada.





¿Quién era ese enemigo del nuevo orden al que se consideraba tan peligroso como para asesinarle? Daniel González Linacero había nacido en 1903 en Valdilecha (Madrid), de padres maestros. Estudió Magisterio en Ávila y ejerció por primera vez en Montejo de Arévalo (Segovia), en 1925. Fue más tarde a Madrid y, a la vez que trabajaba, obtuvo el título de licenciado en Historia. Tras una etapa en la escuela normal de Teruel, fue destinado a la de Palencia como director y desarrolló allí una importante actividad. Consiguió el traslado de la Escuela a un local más apropiado y dirigió el cursillo para maestros de 1932. Participó además en diversas misiones pedagógicas y en actos de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, que él mismo había contribuido a crear en Palencia.



Su mayor crimen consistía, sin embargo, en haber escrito un texto para la enseñanza de la historia en la escuela primaria que tuvo muy buena acogida. Mi primer libro de historia, publicado en Palencia en 1933, comenzaba con una introducción para los maestros en que atacaba los "libros históricos amañados con profusión de fechas, sucesos, batallas y crímenes; relatos de reinados vacíos de sentido histórico, todo bambolla y efectismo espectacular". Y pedía que no se olvidase "que la historia no la han hecho los personajes, sino el pueblo, todo y principalmente el pueblo trabajador humilde y sufrido, que, solidario y altruista, ha ido empujando la vida hacia horizontes más nobles, más justos, más humanos".



Este planteamiento inicial se traducía en las lecciones destinadas a los niños en unos textos claros y sencillos sobre "historia de las cosas", que seguían "el orden evolutivo natural, de lo más sencillo a lo más complicado", para conseguir "la espontánea comparación entre lo actual y lo anterior". Las lecciones comenzaban con la vivienda y acababan en un capítulo sobre "cooperación y solidaridad", donde se sostenía que en la actualidad "nadie vive para sí", sino que todos dependemos del trabajo de los demás. No había en el libro una sola alusión política, salvo una lamentación por los millones de muertos en la Primera Guerra Mundial y un dibujo de una Casa del Pueblo donde, se decía, "los trabajadores aprenden a practicar las dos grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad".



No parece suficiente como para justificar un asesinato, que sólo se explica por el hecho de que esta muerte formaba parte de una campaña sistemática de persecución de la enseñanza y de la cultura por parte de los sublevados de julio de 1936, como lo manifestaba un artículo publicado en agosto del mismo año en la prensa de Sevilla en que se pedía el castigo de los maestros, la escuela, la prensa y el libro.



Los maestros y los libros fueron los primeros en sufrir tal castigo. La depuración de los maestros no sólo pretendía apartar de la enseñanza a los que no compartían el ideario de los sublevados, sino reducir su número para cerrar escuelas. José Pemartín, jefe del Servicio de Enseñanza Superior y Media, decía en 1937 que "tal vez un 75 por ciento del personal oficial enseñante ha traicionado -unos abiertamente, otros solapadamente, que son los más peligrosos- a la causa nacional". A lo que añadía: "Una depuración inevitable va a disminuir considerablemente, sin duda, la cantidad de personas de la enseñanza oficial". Se clausuraron, por ello, 54 institutos públicos de enseñanza secundaria creados por la República, que el nuevo régimen consideraba innecesarios.



Antes de que se pusiera en marcha la depuración formal y reglamentada del personal docente, hubo, sin embargo, una etapa previa de asesinato de maestros, sin normas ni controles, que no se refleja en la documentación conservada. No sabemos cuántas fueron sus víctimas, pero los datos de las nueve provincias en que se ha investigado el tema dan un total de alrededor de 250 maestros ejecutados o desaparecidos. Una cifra mínima a la que habrá que agregar los de otras provincias, como la de Ávila, donde fue asesinado Linacero.



Aclaremos un punto. Hubo muertes de maestros en los dosbandos. Los republicanos mataron a maestros católicos, pero no por su oficio, sino por motivos políticos personales. Su muerte no formaba parte del programa republicano, sino que fue una triste y condenable consecuencia de la violencia de la Guerra Civil. En el bando franquista, en cambio, la caza del maestro formaba parte de un programa que incluía el cierre de centros escolares y la destrucción de libros, que eran el otro medio de educación popular que convenía combatir.



Sabemos el impulso que la República había dado a la creación de bibliotecas públicas. Hasta entonces las únicas accesibles a los lectores populares habían sido las de las Casas del Pueblo, centros republicanos, cooperativas o ateneos obreros. Ahora se crearon bibliotecas municipales de 300 a 500 volúmenes y se dotó de libros a las escuelas. En plena Guerra Civil, una octavilla de la Conselleria de Cultura de Valencia afirmaba que "la mejor manera de hacer la revolución es hacer cultura" e incitaba a los jóvenes a que pidieran "la instalación de una biblioteca popular en el pueblo".



En el otro bando las cosas fueron muy distintas. Una de las primeras medidas de los sublevados fue la de quemar libros de las bibliotecas públicas. El ideal gallego de 19 de agosto de 1936 decía: "A orillas del mar, para que el mar se lleve los restos de tanta podredumbre y de tanta miseria, la Falange está quemando montones de libros y folletos". Las quemas fueron generales y sistemáticas, y contaron con apoyos intelectuales como el del rector de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo Calamita, que en el número 3 del Boletín de Educación publicó un artículo con el título de "¡El peor estupefaciente!" que contenía su aportación como científico a la campaña depuradora: "El fuego purificador es la medida radical contra la materialidad del libro".



¿Qué justificación había para este holocausto bibliográfico? ¿Cuáles eran los libros que se quemaban o prohibían para evitar sus efectos corruptores? Una ojeada a las listas de libros "prohibidos terminantemente" en las escuelas de Segovia puede darnos idea de la naturaleza de esta persecución. En la lista figura, para empezar, una gran parte de la literatura española contemporánea: Unamuno, Valle-Inclán, Pérez Galdós (incluyendo expresamente los Episodios nacionales), Valera, Baroja, Azorín, Palacio Valdés e incluso Concha Espina, junto a nombres de otros siglos, como Rojas Zorrilla, Moreto, algunas obras de Lope, las poesías de Espronceda, La Alpujarra de Alarcón o el Ideario español de Ganivet.



En materia de literatura universal caen, entre otros muchos, Eurípides, Edgar Allan Poe, Chateaubriand, Goethe, Shakespeare (por lo menos "los tomos 2º y 8º de sus Obras completas"), junto a algunas novelas que debían considerarse tan maléficas como para merecer una mención individualizada, tales como Tartarín de Tarascón de Daudet o Quo Vadis? de Sienkiewicz. Caen también todos los autores rusos imaginables, sin importar cuál fuera su filiación ideológica, de acuerdo con una norma superior que mandaba eliminar "la mal llamada literatura rusa".



En las listas de Valladolid se repiten la mayor parte de estas prohibiciones, a las que se añaden las de La Celestina o de las fábulas de La Fontaine, mientras las Novelas ejemplares de Cervantes no llegan a prohibirse, pero se indica que deben reservarse para lectores maduros y formados. En Barcelona caen Pascal y las novelas de Emilio Salgari, que estaban, en cambio, autorizadas en Valladolid.



En el campo de la historia se prohíben la Historia de España y de la civilización española de Rafael Altamira (Vegas Latapie nos cuenta, por otra parte, que un falangista se le ofreció para "dar el paseo" al autor de esta obra maestra de nuestra historiografía) y, repetidamente, Mi primer libro de historia de Linacero, perseguido con una saña especial.



El caso del libro de Linacero nos muestra cuáles eran los valores de la enseñanza republicana que combatían a sangre y fuego los franquistas, y nos permite advertir que lo que temían no era la subversión revolucionaria, que no tiene nada que ver con las propuestas del maestro asesinado, sino la razón, la tolerancia y el proyecto de construir pacíficamente un mundo más justo, valiéndose, según sus propias palabras, de "las dos grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad". Nada puede resultar más revelador que el hecho de que al hombre que escribía tales cosas no se contentasen con hacerle callar, quemando sus libros, sino que creyesen que era necesario matarlo.



Vivimos en tiempos de revisionismo en que se pretende sostener que en la contienda civil española ambos bandos fueron igualmente culpables y que la sublevación militar de julio de 1936 fue una consecuencia inevitable de los errores y abusos del régimen republicano. Pienso, por el contrario, que un análisis de lo realizado por cada uno de los dos bandos muestra que les movían razones muy distintas. Y que es imposible entender lo que significó la Segunda República Española, y los motivos por los que la combatieron los sublevados de 1936, si se pasan por alto diferencias tan fundamentales como ésta: la República construyó escuelas, creó bibliotecas y formó maestros; el "régimen del 18 de julio" se dedicó desde el primer momento a cerrar escuelas, quemar libros y asesinar maestros.



Josep Fontana es catedrático de Historia y director del Instituto Universitario de Historia Jaume Vicens i Vives de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.



* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de agosto de 2006

La caza del maestro

JOSEP FONTANA
10 AGO 2006
El día 8 de agosto de 1936, un grupo de falangistas fue a buscar a Daniel González Linacero a la casa de Arévalo en que pasaba las vacaciones con su familia y lo asesinó. Su partida de defunción dice, con elocuente simplicidad, que falleció "a consecuencia del Movimiento Nacional existente". Tenía treinta y tres años y dejaba esposa, que vive todavía, y tres hijas de corta edad. La casa fue cerrada y saqueada.


¿Quién era ese enemigo del nuevo orden al que se consideraba tan peligroso como para asesinarle? Daniel González Linacero había nacido en 1903 en Valdilecha (Madrid), de padres maestros. Estudió Magisterio en Ávila y ejerció por primera vez en Montejo de Arévalo (Segovia), en 1925. Fue más tarde a Madrid y, a la vez que trabajaba, obtuvo el título de licenciado en Historia. Tras una etapa en la escuela normal de Teruel, fue destinado a la de Palencia como director y desarrolló allí una importante actividad. Consiguió el traslado de la Escuela a un local más apropiado y dirigió el cursillo para maestros de 1932. Participó además en diversas misiones pedagógicas y en actos de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, que él mismo había contribuido a crear en Palencia.

Su mayor crimen consistía, sin embargo, en haber escrito un texto para la enseñanza de la historia en la escuela primaria que tuvo muy buena acogida. Mi primer libro de historia, publicado en Palencia en 1933, comenzaba con una introducción para los maestros en que atacaba los "libros históricos amañados con profusión de fechas, sucesos, batallas y crímenes; relatos de reinados vacíos de sentido histórico, todo bambolla y efectismo espectacular". Y pedía que no se olvidase "que la historia no la han hecho los personajes, sino el pueblo, todo y principalmente el pueblo trabajador humilde y sufrido, que, solidario y altruista, ha ido empujando la vida hacia horizontes más nobles, más justos, más humanos".

Este planteamiento inicial se traducía en las lecciones destinadas a los niños en unos textos claros y sencillos sobre "historia de las cosas", que seguían "el orden evolutivo natural, de lo más sencillo a lo más complicado", para conseguir "la espontánea comparación entre lo actual y lo anterior". Las lecciones comenzaban con la vivienda y acababan en un capítulo sobre "cooperación y solidaridad", donde se sostenía que en la actualidad "nadie vive para sí", sino que todos dependemos del trabajo de los demás. No había en el libro una sola alusión política, salvo una lamentación por los millones de muertos en la Primera Guerra Mundial y un dibujo de una Casa del Pueblo donde, se decía, "los trabajadores aprenden a practicar las dos grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad".

No parece suficiente como para justificar un asesinato, que sólo se explica por el hecho de que esta muerte formaba parte de una campaña sistemática de persecución de la enseñanza y de la cultura por parte de los sublevados de julio de 1936, como lo manifestaba un artículo publicado en agosto del mismo año en la prensa de Sevilla en que se pedía el castigo de los maestros, la escuela, la prensa y el libro.

Los maestros y los libros fueron los primeros en sufrir tal castigo. La depuración de los maestros no sólo pretendía apartar de la enseñanza a los que no compartían el ideario de los sublevados, sino reducir su número para cerrar escuelas. José Pemartín, jefe del Servicio de Enseñanza Superior y Media, decía en 1937 que "tal vez un 75 por ciento del personal oficial enseñante ha traicionado -unos abiertamente, otros solapadamente, que son los más peligrosos- a la causa nacional". A lo que añadía: "Una depuración inevitable va a disminuir considerablemente, sin duda, la cantidad de personas de la enseñanza oficial". Se clausuraron, por ello, 54 institutos públicos de enseñanza secundaria creados por la República, que el nuevo régimen consideraba innecesarios.

Antes de que se pusiera en marcha la depuración formal y reglamentada del personal docente, hubo, sin embargo, una etapa previa de asesinato de maestros, sin normas ni controles, que no se refleja en la documentación conservada. No sabemos cuántas fueron sus víctimas, pero los datos de las nueve provincias en que se ha investigado el tema dan un total de alrededor de 250 maestros ejecutados o desaparecidos. Una cifra mínima a la que habrá que agregar los de otras provincias, como la de Ávila, donde fue asesinado Linacero.

Aclaremos un punto. Hubo muertes de maestros en los dosbandos. Los republicanos mataron a maestros católicos, pero no por su oficio, sino por motivos políticos personales. Su muerte no formaba parte del programa republicano, sino que fue una triste y condenable consecuencia de la violencia de la Guerra Civil. En el bando franquista, en cambio, la caza del maestro formaba parte de un programa que incluía el cierre de centros escolares y la destrucción de libros, que eran el otro medio de educación popular que convenía combatir.

Sabemos el impulso que la República había dado a la creación de bibliotecas públicas. Hasta entonces las únicas accesibles a los lectores populares habían sido las de las Casas del Pueblo, centros republicanos, cooperativas o ateneos obreros. Ahora se crearon bibliotecas municipales de 300 a 500 volúmenes y se dotó de libros a las escuelas. En plena Guerra Civil, una octavilla de la Conselleria de Cultura de Valencia afirmaba que "la mejor manera de hacer la revolución es hacer cultura" e incitaba a los jóvenes a que pidieran "la instalación de una biblioteca popular en el pueblo".

En el otro bando las cosas fueron muy distintas. Una de las primeras medidas de los sublevados fue la de quemar libros de las bibliotecas públicas. El ideal gallego de 19 de agosto de 1936 decía: "A orillas del mar, para que el mar se lleve los restos de tanta podredumbre y de tanta miseria, la Falange está quemando montones de libros y folletos". Las quemas fueron generales y sistemáticas, y contaron con apoyos intelectuales como el del rector de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo Calamita, que en el número 3 del Boletín de Educación publicó un artículo con el título de "¡El peor estupefaciente!" que contenía su aportación como científico a la campaña depuradora: "El fuego purificador es la medida radical contra la materialidad del libro".

¿Qué justificación había para este holocausto bibliográfico? ¿Cuáles eran los libros que se quemaban o prohibían para evitar sus efectos corruptores? Una ojeada a las listas de libros "prohibidos terminantemente" en las escuelas de Segovia puede darnos idea de la naturaleza de esta persecución. En la lista figura, para empezar, una gran parte de la literatura española contemporánea: Unamuno, Valle-Inclán, Pérez Galdós (incluyendo expresamente los Episodios nacionales), Valera, Baroja, Azorín, Palacio Valdés e incluso Concha Espina, junto a nombres de otros siglos, como Rojas Zorrilla, Moreto, algunas obras de Lope, las poesías de Espronceda, La Alpujarra de Alarcón o el Ideario español de Ganivet.

En materia de literatura universal caen, entre otros muchos, Eurípides, Edgar Allan Poe, Chateaubriand, Goethe, Shakespeare (por lo menos "los tomos 2º y 8º de sus Obras completas"), junto a algunas novelas que debían considerarse tan maléficas como para merecer una mención individualizada, tales como Tartarín de Tarascón de Daudet o Quo Vadis? de Sienkiewicz. Caen también todos los autores rusos imaginables, sin importar cuál fuera su filiación ideológica, de acuerdo con una norma superior que mandaba eliminar "la mal llamada literatura rusa".

En las listas de Valladolid se repiten la mayor parte de estas prohibiciones, a las que se añaden las de La Celestina o de las fábulas de La Fontaine, mientras las Novelas ejemplares de Cervantes no llegan a prohibirse, pero se indica que deben reservarse para lectores maduros y formados. En Barcelona caen Pascal y las novelas de Emilio Salgari, que estaban, en cambio, autorizadas en Valladolid.

En el campo de la historia se prohíben la Historia de España y de la civilización española de Rafael Altamira (Vegas Latapie nos cuenta, por otra parte, que un falangista se le ofreció para "dar el paseo" al autor de esta obra maestra de nuestra historiografía) y, repetidamente, Mi primer libro de historia de Linacero, perseguido con una saña especial.

El caso del libro de Linacero nos muestra cuáles eran los valores de la enseñanza republicana que combatían a sangre y fuego los franquistas, y nos permite advertir que lo que temían no era la subversión revolucionaria, que no tiene nada que ver con las propuestas del maestro asesinado, sino la razón, la tolerancia y el proyecto de construir pacíficamente un mundo más justo, valiéndose, según sus propias palabras, de "las dos grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad". Nada puede resultar más revelador que el hecho de que al hombre que escribía tales cosas no se contentasen con hacerle callar, quemando sus libros, sino que creyesen que era necesario matarlo.

Vivimos en tiempos de revisionismo en que se pretende sostener que en la contienda civil española ambos bandos fueron igualmente culpables y que la sublevación militar de julio de 1936 fue una consecuencia inevitable de los errores y abusos del régimen republicano. Pienso, por el contrario, que un análisis de lo realizado por cada uno de los dos bandos muestra que les movían razones muy distintas. Y que es imposible entender lo que significó la Segunda República Española, y los motivos por los que la combatieron los sublevados de 1936, si se pasan por alto diferencias tan fundamentales como ésta: la República construyó escuelas, creó bibliotecas y formó maestros; el "régimen del 18 de julio" se dedicó desde el primer momento a cerrar escuelas, quemar libros y asesinar maestros.

Josep Fontana es catedrático de Historia y director del Instituto Universitario de Historia Jaume Vicens i Vives de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de agosto de 2006

28 de agosto de 2018

27 de agosto de 2018

MALDONADO LÓPEZ, Daniel







MALDONADO LÓPEZ, Daniel


Militante de la organización clandestina en Granada


Santa Fe (Granada) 10/07/1939 -- Santa Fe (Granada) 02/03/2018




 Agente de ventas y corredor de seguros. Tenía 10 años cuando falleció su padre, comenzando a trabajar como botones en el Liceo Cultural (Casino) de Santa Fe (Granada). Después lo hizo como carpintero y panadero. En 1958 marchó como voluntario a realizar el servicio militar en Madrid y al regresar volvió a trabajar como carpintero, ingresando en 1960 en la JOC (Juventud Obrera Católica). En 1962 emigró a Barcelona, trabajando en una empresa de radiadores. Regresó a Granada donde, en 1963, comenzó a trabajar en la empresa de chocolates Suchard, haciéndolo hasta 1987 que dicha empresa cerró en Granada. Compaginando el trabajo y los estudios logró el título de Graduado Escolar en 1970. Posteriormente trabajó como agente comercial de varias empresas del sector de la alimentación hasta su jubilación. En 1965 ingresó en la HOAC (Hermandades Obreras de Acción Católica) donde fue responsable de difusión en iniciación de los militantes y colaboró en la creación de la editorial ZYX. En 1966 trasladó su residencia de Santa Fe a Granada para vivir en la Comunidad de Base “La Virgencica”. Allí permaneció hasta comienzos de los años ochenta que, por motivos familiares, regresó a Santa Fe volviendo de nuevo a Granada en 1993. A comienzos de los años setenta contactó con la organización socialista clandestina de Granada, incorporándose a la UGT en 1972, pero no al PSOE. Fue secretario general de Comité Provincial de la UGT de Granada desde 1972 a 1978, asistiendo como delegado de la Federación de Granada al XXX Congreso de la UGT celebrado en Madrid en abril de 1976. En estos años colaboró activamente en el movimiento vecinal, participando en la constitución de la Asociación de Vecinos Vergeles-Zaidín y asesorando en la creación de las Asociaciones de Vecinos de los barrios de Polígono Cartuja y La Chana. Fue elegido diputado en la candidatura del PSOE por Granada en las primeras elecciones generales de la democracia celebradas en junio de 1977, afiliándose en ese momento al PSOE, en el que a comienzos de los años ochenta fue secretario de Política Sindical en Granada. En el Congreso constituyente de la UGT de Andalucía, celebrado del 12 al 13 de enero de 1980 en Fuengirola (Málaga), asistió como delegado de Granada y fue elegido Secretario de Organización. Abandonada la política activa se dedicó en Santa Fe al comercio al por mayor de mercancías no perecederas y fue corredor de seguros. Falleció en Santa Fe (Granada) el 2 de marzo de 2018.


Fotografía: Archivo fotográfico FPI



Fuentes: Archivo PSOE (FPI); Radiografía de las nuevas Cortes. – Madrid: Sedmay, 1977, p. 183; A. RAMOS ESPEJO. El último tranvía. – En: Crónica de un sueño: Memoria de la Transición Democrática en Granda 1973-1983. – Málaga: Comunicación y Turismo, 2002, pp. 56 a 58 y 64; B. FRIEYRO DE LARA y R. VILLA GARCÍA. Parlamentarios de Granada en la Transición a la Democracia. – Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2006, pp. 153 a 155; S. DE CÓRDOBA ORTEGA. Andadura hacia la libertad. Documentos...- Jaén: Diputación, 2007

MALDONADO LÓPEZ, Daniel


MALDONADO LÓPEZ, Daniel
Militante de la organización clandestina en Granada
Santa Fe (Granada) 10/07/1939 -- Santa Fe (Granada) 02/03/2018
 Agente de ventas y corredor de seguros. Tenía 10 años cuando falleció su padre, comenzando a trabajar como botones en el Liceo Cultural (Casino) de Santa Fe (Granada). Después lo hizo como carpintero y panadero. En 1958 marchó como voluntario a realizar el servicio militar en Madrid y al regresar volvió a trabajar como carpintero, ingresando en 1960 en la JOC (Juventud Obrera Católica). En 1962 emigró a Barcelona, trabajando en una empresa de radiadores. Regresó a Granada donde, en 1963, comenzó a trabajar en la empresa de chocolates Suchard, haciéndolo hasta 1987 que dicha empresa cerró en Granada. Compaginando el trabajo y los estudios logró el título de Graduado Escolar en 1970. Posteriormente trabajó como agente comercial de varias empresas del sector de la alimentación hasta su jubilación. En 1965 ingresó en la HOAC (Hermandades Obreras de Acción Católica) donde fue responsable de difusión en iniciación de los militantes y colaboró en la creación de la editorial ZYX. En 1966 trasladó su residencia de Santa Fe a Granada para vivir en la Comunidad de Base “La Virgencica”. Allí permaneció hasta comienzos de los años ochenta que, por motivos familiares, regresó a Santa Fe volviendo de nuevo a Granada en 1993. A comienzos de los años setenta contactó con la organización socialista clandestina de Granada, incorporándose a la UGT en 1972, pero no al PSOE. Fue secretario general de Comité Provincial de la UGT de Granada desde 1972 a 1978, asistiendo como delegado de la Federación de Granada al XXX Congreso de la UGT celebrado en Madrid en abril de 1976. En estos años colaboró activamente en el movimiento vecinal, participando en la constitución de la Asociación de Vecinos Vergeles-Zaidín y asesorando en la creación de las Asociaciones de Vecinos de los barrios de Polígono Cartuja y La Chana. Fue elegido diputado en la candidatura del PSOE por Granada en las primeras elecciones generales de la democracia celebradas en junio de 1977, afiliándose en ese momento al PSOE, en el que a comienzos de los años ochenta fue secretario de Política Sindical en Granada. En el Congreso constituyente de la UGT de Andalucía, celebrado del 12 al 13 de enero de 1980 en Fuengirola (Málaga), asistió como delegado de Granada y fue elegido Secretario de Organización. Abandonada la política activa se dedicó en Santa Fe al comercio al por mayor de mercancías no perecederas y fue corredor de seguros. Falleció en Santa Fe (Granada) el 2 de marzo de 2018.
Fotografía: Archivo fotográfico FPI
Fuentes: Archivo PSOE (FPI); Radiografía de las nuevas Cortes. – Madrid: Sedmay, 1977, p. 183; A. RAMOS ESPEJO. El último tranvía. – En: Crónica de un sueño: Memoria de la Transición Democrática en Granda 1973-1983. – Málaga: Comunicación y Turismo, 2002, pp. 56 a 58 y 64; B. FRIEYRO DE LARA y R. VILLA GARCÍA. Parlamentarios de Granada en la Transición a la Democracia. – Mojácar (Almería): Arráez Editores, 2006, pp. 153 a 155; S. DE CÓRDOBA ORTEGA. Andadura hacia la libertad. Documentos...- Jaén: Diputación, 2007

24 de agosto de 2018

'La Nueve', los olvidados de la victoria.


Un dia como hoy, 24 de Agosto, muy poco después del desembarco de Normandia, una columna aliada entra en París, sin encontrar apenas resistencia. Los vehiculos recorren las calles desiertas. En sus vehiculos, inscripciones como 'Brunete', 'Don quijote', 'Belchite' o 'Guadalajara'...


Son miembros de la segunda división Leclerc, de la Novena Compañia, integrada (a pesar de las bajas de la campaña francesa) casi integramente por exiliados republicanos españoles, con diferentes historias a susespaldas.



Son 'La Nueve', los olvidados de la victoria.


El primer blindado que llegó a la plaza del ayuntamiento de París fue el "Guadalajara", con tripulación exclusivamente extremeña. Los primeros disparos que las fuerzas aliadas efectuaron se hicieron,efectivamente, desde el blindado "Ebro", mandado por el capitán canario Campos y conducido por el catalán Bullosa. En las cercanías del Arco del Triunfo patrullaban Alfredo Piñero y Francisco Izquierdo, que se quedó mudo cuando una muchacha, tras los besos y abrazos de rigor exclamó:¡Eres el primer soldado francés al que beso". a lo que éste contestó "Somos rojos españoles".


A las 21:22 horas de la noche del 24 de agosto de 1944, la 9.ª Compañía irrumpió en el centro de París por la Porte d'Italie. Al entrar en la plaza del Ayuntamiento, el semioruga español "Ebro" efectuó los primeros disparos contra un nutrido conjunto de fusileros y ametralladoras alemanas. Después los civiles que salieron a la calle cantando La Marsellesa, para su sorpresa constataban que los primeros soldados liberadores eran todos españoles. El jefe francés de la 9.ª Compañía, Raymond Dronne, se dirigió hacia la comandancia del general alemán Dietrich von Choltitz para requerir la rendición.


'La Nueve', los olvidados de la victoria.

Un dia como hoy, 24 de Agosto, muy poco después del desembarco de Normandia, una columna aliada entra en París, sin encontrar apenas resistencia. Los vehiculos recorren las calles desiertas. En sus vehiculos, inscripciones como 'Brunete', 'Don quijote', 'Belchite' o 'Guadalajara'...
Son miembros de la segunda división Leclerc, de la Novena Compañia, integrada (a pesar de las bajas de la campaña francesa) casi integramente por exiliados republicanos españoles, con diferentes historias a susespaldas.
Son 'La Nueve', los olvidados de la victoria.
El primer blindado que llegó a la plaza del ayuntamiento de París fue el "Guadalajara", con tripulación exclusivamente extremeña. Los primeros disparos que las fuerzas aliadas efectuaron se hicieron,efectivamente, desde el blindado "Ebro", mandado por el capitán canario Campos y conducido por el catalán Bullosa. En las cercanías del Arco del Triunfo patrullaban Alfredo Piñero y Francisco Izquierdo, que se quedó mudo cuando una muchacha, tras los besos y abrazos de rigor exclamó:¡Eres el primer soldado francés al que beso". a lo que éste contestó "Somos rojos españoles".
A las 21:22 horas de la noche del 24 de agosto de 1944, la 9.ª Compañía irrumpió en el centro de París por la Porte d'Italie. Al entrar en la plaza del Ayuntamiento, el semioruga español "Ebro" efectuó los primeros disparos contra un nutrido conjunto de fusileros y ametralladoras alemanas. Después los civiles que salieron a la calle cantando La Marsellesa, para su sorpresa constataban que los primeros soldados liberadores eran todos españoles. El jefe francés de la 9.ª Compañía, Raymond Dronne, se dirigió hacia la comandancia del general alemán Dietrich von Choltitz para requerir la rendición.

4 de agosto de 2018

Dionisio AIVAL


Dionisio AIVAL



Né(e) le/en 08-01-1917 à Aldeire (Espagne)



Nacido en Aldeire el 8 de Enero de 1917, se enrolo en las fuerzas de la Legión Extranjera francesa y participo de La 9ª Compañia.


Carrière












Dionisio AIVAL

Dionisio AIVAL

Né(e) le/en 08-01-1917 à Aldeire (Espagne)

Nacido en Aldeire el 8 de Enero de 1917, se enrolo en las fuerzas de la Legión Extranjera francesa y participo de La 9ª Compañia.
Carrière