17 de julio de 2016

17 de Julio de 1936, Canarias.



El Ayuntamiento de Arucas, ha descubierto entre sus fondos casi 381 fotos anónimas en blanco y negro de 1936, entre las que figuran varias escenas del entonces capitán general de Canarias presidiendo el entierro del general Amadeo Balmes, la víspera de que partiera hacia Marruecos para liderar la sublevación contra la II República.

Ese sepelio ha abonado, además, la leyenda que gira en torno a las horas previas a la insurrección del 18 de julio, puesto que hay expertos que especulan con el hecho de que la muerte de Balmes, que oficialmente falleció disparándose su propia arma en un suicidio o por accidente, pudo ser asesinado por órdenes del propio Franco.

Evitar que el gobernador militar de Las Palmas se opusiera a la sublevación, debido a que era fiel a la República, o incluso dar a Franco una excusa para desplazarse desde Tenerife -sede de la Capitanía General- a Gran Canaria para poder coger un avión hacia Marruecos, habrían sido, según esa hipótesis, las posibles razones.

"Franco necesitaba venir a Gran Canaria para poder luego viajar a Marruecos", expone el historiador Alberto Anaya, investigador de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria especializado en el estudio de la Guerra Civil. Este experto califica de "asombrosas" y "valiosísimas" las fotos descubiertas en Arucas, porque retratan unos momentos singulares de la historia de España, 24 horas en las que los planes de Franco pudieron haberse ido al traste, subraya, si solo hubieran sido algo distintas las circunstancias de su estancia en Gran Canaria.

Alberto Anaya recuerda que en la Isla se proyectaron varios intentos de atajar sus propósitos golpistas, de los que tenían sospechas civiles afines a la República que, según teorías nunca demostradas, le prepararon el mismo 18 de julio una emboscada que burló viajando por mar en vez de por tierra a Gando, el lugar donde tomó el Dragón Rapide hacia Marruecos.

También tenían indicios de esos planes las propias autoridades, que ordenaron que le siguieran en Las Palmas de Gran Canaria espías y policías que incluso preveían detenerlo en el Hotel Madrid, donde se alojaba en aquellas fechas, aunque finalmente renunciaron a sus propósitos debido a que el general estuvo "en todo momento escoltado por falangistas y por cuatro oficiales del Ejército. Entonces, al verlos allí con sus pistolas, los policías desistieron"

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