Constantino Ruiz Carnero
Comprometido con la verdad y valiente para contarla.
Fue director de El Defensor de Granada de 1924 a 1936, el diario con mayor prestigio de la prensa provincial y uno de los más importantes de Andalucía, fundado en 1880 por el periodista Luis Seco Lucena.
Llegó a la dirección del rotativo, después de alcanzar el éxito como novelista y autor teatral, y con la popularidad que le dieron sus célebres “Siluetas del día”, columnas satíricas, irónicas y mordaces que firmaba con el sobrenombre de Constancio.
El Defensor de Granada llegó a ser un lugar de tertulia para los intelectuales de la época y sus páginas descubrieron los versos de García Lorca. Pronto surgió la gran amistad entre el poeta y el periodista, que en 1929 promueve un homenaje a Federico en el hotel Alhambra Pallace para celebrar el éxito de su Mariana Pineda. García Lorca ha triunfado en Granada y Ruiz Carnero no puede ocultar su emoción en el discurso que ofrece al poeta y amigo. Constantino fue el primero en defender a Lorca frente a la prensa conservadora, que lanzó una campaña contra el poeta por considerar que Yerma era un drama “inmoral y anticatólico”. También fue el primero en llamar por teléfono a la Huerta de San Vicente para saludar a Federico, que acababa de regresar de Madrid, en el que resultó ser su último viaje a Granada. El regreso del poeta fue primicia en El Defensor, el periódico mejor informado y más leído de la ciudad.
El que fuera último director de El Defensor de Granada hizo del diario decano de la prensa provincial un periódico moderno, con dos ediciones diarias y las técnicas de comunicación más avanzadas de su tiempo. Un diario capaz de competir con los grandes rotativos madrileños, algo sin precedentes en la historia del periodismo granadino. Constantino logró hacer de El Defensor el gran periódico de los granadinos, con el que forjó un estado de opinión favorable a las libertades democráticas representadas por la República. Pocas veces ha tenido Granada un periodista tan amante de la verdad y tan valiente para contarla. Tan amante de la libertad y tan valiente para defenderla. Era un hombre de compromiso y lo demostraba a diario en las páginas de El Defensor. Sus artículos, llenos de fina ironía, dictaron su sentencia de muerte.
Militante de Izquierda Republicana, Ruiz Carnero fue también concejal y alcalde interino, aunque no estuvo más de una semana al frente del Ayuntamiento porque se sentía, sobre todo, periodista. Desde las páginas de El Defensor denunciaba los abusos de terratenientes y caciques, que dominaban con despotismo a los jornaleros, y las conspiraciones contra el nuevo régimen salido de las urnas. Luchaba de la única forma que sabe hacerlo un periodista: escribiendo, cambiando la mentalidad de los granadinos. Defendía sus ideales con la letra impresa, algo que nunca le perdonaron sus enemigos, que eran muchos y muy peligrosos. Que no sabían escribir y respondían a la palabra con puñetazos y con balas. El primer aviso se lo dieron en el verano de 1935, cuando le golpearon en su propia casa de la Acera del Darro. Pero Constantino no se dejó intimidar y siguió escribiendo. Sólo pudo hacerlo un año más, hasta el 20 de julio de 1936, cuando los militares golpistas cerraron violentamente el periódico. Una semana más tarde, el 27 de julio, fue detenido, según su sobrino Jesús Fuster Ruiz, testigo de los últimos días del periodista.
Ruiz Carnero aún estaba vivo el 6 de agosto de 1936. Lo sabemos por un permiso carcelario que conserva la familia, con el que pudo visitarlo en la prisión provincial. Seguramente fue la última visita. A partir de entonces, se convierte en un desaparecido. Jesús Fuster Ruiz conoció, días más tarde, el trágico final de su tío. Le dijeron que un guardián de la prisión golpeó en la cabeza a Constantino con la culata de su fusil y le rompió los gruesos cristales de sus gafas, sin las cuales apenas podía ver. Numerosas esquirlas de vidrio se le clavaron en los ojos, por lo que estuvo agonizando toda la noche al negarle la asistencia de un médico. De madrugada lo subieron a un camión para llevarlo al cementerio, con intención de fusilarlo. Sin embargo, cuando llegaron al muro ya había muerto. El investigador Agustín Penón añade otro dato estremecedor que nos da una idea del fanatismo de sus verdugos. Nos dice que ataron a Ruiz Carnero a un poste y fusilaron su cadáver. Eliminaban así al periodista que había visto y contado demasiadas cosas. Comprometido con la verdad y valiente para contarla. Un observador crítico a lo largo de más de treinta años de profesión, que dejó testimonio de su compromiso en las páginas de El Defensor: “La pluma debe servir para algo más útil, más fuerte, mas vibrante, que trazar bellas notas de color o emborronar cuartillas, ha de formar el alma del pueblo”.
Francisco Vigueras Roldán
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