“Por una escuela popular y laica”.
Los hijos del maestro Angel Matarán – Jesús, Francisco y Fernando – quieren rehabilitar el nombre de su padre y buscan la fosa común donde fue enterrado, junto a su hermano mayor, por retirar los crucifijos de la escuela. Angel Matarán eran maestro de Alhendín y retiró estos símbolos religiosos en cumplimiento de la circular remitida por el Ministerio de Instrucción Pública para conseguir una enseñanza laica. Nunca pudo imaginar la violenta reacción de los vecinos ultracatólicos, arengados por las soflamas del párroco durante la homilía. El diario Ideal informaba así de la protesta contra el maestro en su edición del 8 de mayo de 1932:
Solemne fiesta religiosa
Protestas contra el maestro
“La multitud se dirigió hacia las escuelas, puso en ellas los crucifijos y expulsó de su clase al señor Matarán, que hubo de salir corriendo perseguido por los chicos, algunos de los cuales le arrojaban piedras. La guardia civil del puesto de Alhendín intervino rápidamente, y aunque no pudo llegar a tiempo de evitar las manifestaciones de hostilidad contra el maestro, logró restablecer la calma. Esta es ya completa a la hora de telefonear”.
Al final, la Escuadra Negra descubrió el escondite donde se ocultaba el primo de Jesús, que acabó fusilado. Justa de Vicente, madre de Jesús, tuvo más suerte. No la fusilaron, pero fue destituida y apartada del magisterio. Angela, hermana de Jesús, tampoco pudo ejercer. Al igual que Alfonso, el primogénito fusilado junto a su padre; era estudiante de magisterio en los célebres cursillos del 36, pero la sublevación militar obligó a suspender el examen y dio al traste con tantas ilusiones depositadas en esta nueva generación de maestros. Eran cursillos organizados por el Ministerio de Instrucción Pública, que necesitaba con urgencia a 16.000 maestros para incorporarlos a las misiones pedagógicas, con el fin de enseñar a leer y a escribir a los jornaleros analfabetos.
Tiempo después le dijeron que su padre y su hermano fueron fusilados en Nigüelas o en la Venta de las Angustias, y enterrados en una fosa común, junto a otros 60 detenidos del mismo pueblo: “Cuando fui a Alhendín, la gente me rehuía -añade Jesús-. Nadie quería estar conmigo por ser hijo de fusilado. No se atrevían ni a saludarme. Mis propios compañeros de instituto dejaron de hablarme”.
Fernando, el benjamín de la familia, tenía cinco años cuando fusilaron a su padre. Aún conserva su sombrero y recuerda con orgullo el acto de rebeldía infantil que protagonizó en la escuela: “El maestro insultaba a los rojos y como yo me acordaba de que los suyos habían matado a mi padre y mi hermano, pues le arrojé un tintero a la cabeza. Me expulsaron inmediatamente del colegio”. Fernando ha estado tres veces en el barranco de Nigüelas, buscando la fosa común donde, según le dijeron algunos testigos, están enterrados Angel y Alfonso Matarán. Dice que todos los hermanos han transmitido a sus nietos aquella tragedia familiar. La mayor parte de ellos acabaron emigrando a Buenos Aires, porque no soportaban el ambiente de represión y miseria que había en Granada.
FRANCISCO VIGUERAS ROLDÁN
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