3 de marzo de 2016

LUIS FAJARDO FERNÁNDEZ. ALCALDE DE GRANADA.

“Carta desde la cárcel”.
De aquellos días marcados por el terror y la barbarie, resulta especialmente estremecedor el testimonio de Luis Fajardo Fernández, militante destacado de Izquierda Republicana, que precedió en la Alcaldía de Granada al socialista Manuel Fernández-Montesinos; ambos fusilados en la tapia del cementerio.
Luis Fajardo está en su domicilio de la capital granadina el mismo día del golpe militar, 20 de julio de 1936, en compañía de Enrique, su primogénito. El resto de la familia, esposa y dos hijos más, veranean en un pueblo de la Alpujarra. Preocupado por la deriva de los acontecimientos, considera que su deber es acudir al Gobierno Civil para colaborar con las autoridades leales a la República en el intento de hacer fracasar la sublevación. Pero cuando llega, el Gobierno Civil ha caído ya en manos de los golpistas y Luis Fajando es detenido y encarcelado. Enrique, su hijo mayor, le lleva todos los días la comida a la cárcel y recibe algunas notas escritas a lápiz de su padre: “Yo no he hecho nada delictivo”. “Busca influencias”. El 12 de agosto de 1936, la familia de Luis Fajardo recibe devuelto el cesto de la comida. Pero esta vez, hay a una carta dramática, oculta en su interior. Fajardo escribe desde la cárcel una carta, a modo de testamento y para despedirse de su familia, al comprender que lo iban a matar:
“A mi esposa, mis hijos y mis hermanos: Escribo estas líneas ante la perenne eventualidad de mi fusilamiento, de día en día más posible. Y quiero que sean en forma de testamento y como despedida de todos ellos a los que les hago presente, en estos momentos trágicos por los que paso el desvelo y profundo cariño que por todos siempre sentí. Escribo hoy viernes 7 de agosto de 1936 y son las ocho de la noche. No sé lo que me sucederá esta noche. Y por ello quiero dejar ordenadas mis cosas dentro de lo posible. Cuanto hay en la cada y pueda perteneceros de la tienda son herederos obligatorios mi mujer y mis tres hijos. Aquellas de mis ropas que no puedan ser aplicadas a mi hijo Enrique serán entregadas a mi hermano Miguel. En el escritorio de mi casa había 3.000 pesetas, en una caja de lata, y 400 en otras fosforeras de plata también. Ese dinero es mío y se hará cargo de él mi mujer y mis hijos para que vayan defendiéndose hasta que puedan ir normalizando sus vidas… Al suceder lo que espero, todos los días tened la seguridad de que mi último recuerdo será para vosotros. Os abraza vuestro esposo, padre y hermano. Luis”.
Luis Fajardo forma parte del grupo de presos políticos que escriben desde la cárcel un manifiesto, publicado en el diario Ideal, en el que se oponen a los bombardeos republicanos. En un último intento de salvar la vida, los firmantes de aquel manifiesto apelan a la “caballerosidad de los militares españoles” para que no lleven a cabo sus amenazas de fusilar a los presos en represalia por los bombardeos. Pero no hay clemencia y el 11 de agosto de 1936 muere fusilado ante las tapias del cementerio de Granada.
A partir de ese momento, la familia Fajardo tiene que sobrevivir con muchas dificultades. La viuda se ve obligada a coser para el Ejército y una hija logra colocarse en la fábrica de cartón. El primogénito, Enrique, es movilizado enseguida como soldado de segunda y, paradójicamente, tiene que combatir en las filas de los que asesinaron a su padre. Eso permite que su madre pueda cobrar los 30 duros del subsidio del combatiente. El menor de la familia, que también se llama Luis, consigue estudiar y hacerse odontólogo.
Entre los grandes proyectos que Luis Fajardo impulsó desde la Alcaldía está el cubrimiento del río Darro, que no pudo iniciarse a causa del estallido de la Guerra Civil. Semanas después, el primer alcalde franquista, Miguel del Campo, puso en marcha la obra proyectada  y presupuestada por Luis Fajardo.
FRANCISCO VIGUERAS ROLDÁN