22 de agosto de 2016

LA SIMBOLOGIA Y LA ACCIÓN TOTALITARIA SE ADUEÑAN DE LA GRANADA NACIONAL.





(Rafael Gil Bracero, 2016)



Aunque la gran mayoría de los granadinos permanecieron –cierto
es que contra su voluntad y exponiendo sus vidas- ajenos a la lucha
por el poder durante los tres años de guerra, el devenir cotidiano
se vio convulsionado por una nueva dialéctica, un “nuevo estilo y
una nueva estética”. Tal como ocurre en la implantación de todos
los regímenes de corte militar-autoritario-fascista, en la Granada
nacional adquieren importancia los actos y conmemoraciones pensados
para su exteriorización en la calle. Desfiles, actos de afirmación
nacional, concentraciones religiosas, mítines de propaganda
política, cuestaciones patriótico-benéficas, responden al mismo
objetivo: mentalizar, influir, adoctrinar a la población. Pero al
mismo tiempo pretenden convencer o disuadir a los reticentes u
opositores de la fortaleza y cohesión del nuevo mensaje que se
impone.





La militarización de los actos públicos será nota constante
hasta 1939. Recordemos a título de ejemplo la exaltación patriótica
de los valores de la milicia –encarnada en la figura de Franco”-
que tuvo lugar en el acto de afirmación nacional en el Palacio de
Carlos V el 2 de agosto de 1937, cuando el catedrático de Derecho
Alfonso García Valdecasas (fundador de Falange Española junto a
José Antonio Primo de Rivera y Ruiz de Alda) afirma que “el
Ejército ha sido la cabeza de la misma Falange para recuperar el
honor de España”; por su parte Antonio Gallego Burín insiste en
la idea de que “la tradición de España ha sido ésa: armas y
letras unidas, milicia y pensamiento”. Exaltación patriótica de
España que deviene en ser admiración hacia los movimientos
fascistas europeos (actos de confraternización hispano-alemán o
propaganda entusiasta del Congreso nazi de Nuremberg o las glosas al
modelo corporativo de Mussolini...




La propaganda del Nuevo orden quedó bien simbolizada en el acto
que tiene lugar el 16 de febrero de 1937 “contra el sufragio
universal” organizado por Falange Española en la Plaza del Carmen
o en el esfuerzo por difundir los principios que inspiran el Fuero
del Trabajo y el nuevo sindicalismo. Como dejará plasmado el
editorialista de IDEAL, el Nuevo Régimen asume “la misión de
establecer un régimen de economía superadora de los intereses de
individuo, de grupo y de clase para la multiplicación de los bienes
al servicio del poderío del Estado, de la Justicia social y de la
libertad cristiana de la persona.... se huye del estatismo, de la
absorción por el Estado de las energías individuales, familiares y
sociales.”





Sin olvidar la vinculación estrecha de la Iglesia
con la causa de los sublevados bien en forma de exteriorización
católica de todos los actos públicos y privados, bien mediante el
discurso de la recristianización de la sociedad...(educar en
profundo sentimiento católico). Se recuerdan todavía la exhortación
pastoral del Arzobispo Parrado publicada en octubre de 1936 donde se
afirma que la “peste de nuestra sociedad es el llamado laicismo con
sus errores y sus impíos incentivos. El laicismo, además de ser con
relación a Jesucristo una ofensa gravísima, una blasfemia horrible
que provoca la ira de Dios..., es con relación a nosotros, una
enfermedad mortal...”; en el mismo sentido, la Carta Pastoral
difundida en febrero de 1937 en la que se exhorta a los feligreses a
reconocer que la causa de la guerra se deriva del pecado generalizado
de los hombres; la guerra es por tanto un “castigo que Dios nos
envía para el bien del hombre...”





Todo ello acompañado inseparablemente de una amplio
movimiento legitimador: la idea de tradición imperial y unidad
religiosa. Se recurre insistentemente a efemérides significativas
de nuestra Historia para explicar el Movimiento de 1936 como una
continuidad providencial de un pasado de esplendor patrio. Granada,
último reducto conquistado a los musulmanes en 1492, se convierte
por derecho propio en un marco especialmente significativo para una
nueva “Santa Cruzada” y para ello destacan dos momentos de
indudable exaltación pública: la festividad del 2 de enero en que
se conmemora la Toma de Granada por los Reyes Católicos y el Día de
la Raza, el 12 de octubre origen y sentido de nuestro glorioso pasado
imperial.





Al margen de la propaganda publicada, el miedo (a la
represión), la carestía de vida (más del ochenta por ciento de
inflación en 1939 respecto a julio de 1936 en productos de primera
necesidad), el cercenamiento del pensamiento libre y la sensación de
agobio del que se siente vigilado continuamente, dibujan un panorama
algo más tenue en la Granada nacional durante la guerra.