Paulina (Lina) Odena García, nació en Barcelona el 22 de enero de 1911. Los padres, José y Mª Dolores, eran dos modestos industriales que regentaban una sastrería en el Pasaje Lluis Pellicer s/n, sito en el barcelonés barrio del Eixample. Lina, todavía una adolescente, ayudó en el negocio familiar; primero como aprendiza y más tarde como sastresa. Ingresada muy joven en el PCE, tras romper con su familia de la que se emancipó, fue enviada a la URSS en julio de 1931 junto con otros varios jóvenes catalanes, en una estancia que duraría 14 meses, pasando allí a cursar estudios en la Escuela Marxista-Leninista de Moscú, escuela donde se formaban los cuadros y donde coincidió con Jesús Hernández, futuro miembro del Buró Político del PCE o con Enrique Lister Forján y Juan Guilloto León, más conocido por Modesto.
A su regreso a España, pasó a formar parte de las Juventudes Comunistas de Cataluña del recién creado Partido Comunista de Cataluña (PCC) dirigido en aquel entonces por Ramón Casanellas. A la caída de Bullejos, secretario general del PCE, y con él, Etelvino Vega, secretario general de la Federación Nacional de Juventudes, al celebrarse el III Congreso de las UJC, Lina pasó primero formar parte del Buró Nacional del PCE como delegada para Cataluña, más tarde, en febrero de 1933, sería nombrada secretaria general de las Juventudes Comunistas de Cataluña, pasando también a ser candidata al Parlamento de la República aquel mismo año.
Al producirse en Cataluña la sublevación de octubre de 1934, Lina Odena fue una de las pocas mujeres que empuñó el fusil, participando activamente en algunos combates que tuvieron lugar en la carretera de la Rabassada o en San Cugat. Al fracaso del movimiento Lina pasó a la clandestinidad formando parte del también clandestino Socorro Rojo Internacional, siendo detenida y fichada en Barcelona por la policía en agosto de 1935. Al mes siguiente Lina participó en el IV Congreso de la Internacional Juvenil Comunista (IJC) que tuvo lugar en Copenhague, formando parte de la delegación española que encabezaba Trifón Medrano y donde se produjo un importante giro político.
Consecuencia de aquel congreso, cuando se inició la unificación de las juventudes comunistas con las otras juventudes revolucionarias, Lina tuvo que abandonar Cataluña reclamada por el PCE pasando a residir en Madrid.
Al convocarse las elecciones generales de febrero de 1936, que concluirán con el triunfo del Frente Popular, Lina fue encargada de acompañar a Dolores Ibarruri, la Pasionaria, en los mítines que esta tuvo que dar en Asturias, Madrid, Sevilla o Córdoba. Temporalmente desplazada a Barcelona, participó en las últimas conversaciones que sellaron la unificación de las juventudes marxistas y que darían lugar en abril a la Unió de Juventuts Socialistas de Catalunya (UJSC).
Al iniciarse en julio de 1936 los trabajos previos al Congreso Nacional de Unificación, con congresos provinciales que culminarían con el nacional, a Lina le correspondió Almería, por ello el 18 de julio la sorprendería allí, participando en los combates que tuvieron lugar y donde jugaron un importante papel a favor de la República la llegada de dos compañías de aviación huidas de Granada, que unos días más tarde la nombrarían delegada y representante de la unidad en el Comité local. Como símbolo de su cargo, Lina lució con orgullo, sobre su mono de miliciana, las alas de la aviación desde aquel día y hasta su muerte, tal como atestiguan sus últimas fotografías.
Lina Odena en su ficha policial.La columna de la que formaba parte Lina, formada por milicianos junto con los antiguos soldados de aviación o marinos procedentes de Almería, fue asignada a la toma de Guadix y más tarde a la Motril. En aquella marcha Lina entabló amistad con Antonio Pretel, diputado comunista y jefe de otra segunda columna que tenía los mismos objetivos. Después de unos viajes relámpago a Madrid o Barcelona, acompañada por Pretel y con la misión de reunir armas, Lina regresó al frente andaluz.
El 14 de septiembre de 1936, junto al Pantano de Cubillas, cerca de Granada, Lina, equivocadamente al errar en un cruce el chofer que la acompaña, entró con su coche en un control falangista, y antes de caer prisionera del enemigo, sacando su pistola, se suicidó. El cuerpo de Lina reposaba hasta hace unos años en la fosa 122, Patio de la Ermita, del cementerio de Granada, pero al no ser reclamados por nadie sus restos pasaron a engrosar un anónimo osario.
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