28 de noviembre de 2016

¿Quién denunció a Federico?

Fui al juzgado, ¿y sabes lo que me dijeron allí? Pues nada más que esto, que un señor de Tarragona, al que, por cierto, no conozco, se había querellado por mi Romance de la Guardia Civil española”.
Se lo explicó el poeta Federico García Lorca a un periodista madrileño, pocas semanas antes de ser asesinado en Granada (1936). Setenta y cinco años después de su muerte, los investigadores todavía no han identificado al “señor de Tarragona” que puso la querella.

En los convulsos primeros meses de 1936, García Lorca, hombre de letras, de izquierdas y homosexual, despertaba un gran odio en la España conservadora y tradicionalista, que acabó apoyando el alzamiento militar de Franco. Puede que la denuncia originada en Tarragona no guarde relación directa con la causa que le llevó a la muerte, semanas más tarde en Granada.

Aunque lo que motivó ambos procesos probablemente sea “el mismo deseo represor” hacia un personaje molesto y libre, explica el historiador tarraconense Jordi Rovira, quien hace un tiempo que sigue la pista al denunciante. En 1935, el autor del Romancero gitano y Yerma era un hombre conocido, y visitó Tarragona en varias ocasiones. Una primera, en septiembre, con motivo de las fiestas de Santa Tecla, acompañado probablemente por Salvador Dalí. Y poco después, en noviembre, para la representación de su obra La dama boba.

Un libro de reciente edición (Lorca, la incógnita visita, del artista Josep Maria Roselló) recupera una conversación con el poeta publicada en esos días en el Diari de Tarragona. El libro se hace eco también del rechazo que el poeta generaba entre facciones ultraconservadoras de la ciudad. Meses después de su visita a Cataluña, en la que también pasó por Barcelona, García Lorca regresó a Madrid y recibió en su domicilio una citación judicial.

El denunciante, el tal “señor de Tarragona”, explicó García Lorca al periodista Antonio Otero en julio de 1936, “había sentido de pronto unos afanes reivindicatorios, dormidos durante tanto tiempo, y pedía poco menos que mi cabeza”. Supuestamente, la cosa no fue a más, según el escritor, y el fiscal aceptó sus explicaciones “y el bravo defensor de la Benemérita” no consiguió procesarle. Pero lo cierto es que no hay un final oficial conocido para esta historia. Nadie ha conseguido dar con la denuncia tomada en Tarragona, ni con el supuesto acto de archivo, si es que se produjo.

Como tampoco hay ningún documento oficial que justifique el ajusticiamiento del poeta en Granada, el 18 de agosto, tras ser detenido por falangistas y encerrado en el Gobierno Civil. Más allá de su emblemática figura, algunos investigadores sostienen que la muerte de García Lorca fue una venganza de caciques locales contra su padre, un hombre bien posicionado pero de corte más progresista que aquellos. Sea cual sea la principal motivación del asesinato, para el biógrafo Ian Gibson “bastaba con el Romance”, en que se basó la denuncia de Tarragona. Según Gibson, el comandante José Valdés Guzmán, quien se había hecho con el Gobierno Civil de Granada tras estallar la guerra, era un hombre con parentela directa en la Guardia Civil “y estaba sin duda al tanto del poema, que consideraría muy ofensivo”. Setenta y cinco años después, la verdad sigue en el aire.

LA VANGUARDIA

Edición del lunes, 02 mayo 2011, página 33