En una carta a Eleonor Roosevelt fechada en Barcelona en 1938, Martha Gellhorn escribió:
Este país es demasiado bello como para que los fascistas lo hagan suyo.Ya han convertido Alemania, Italia y Austria en algo tan repugnante que incluso el paisaje es feo. Cuando conduzco por las carreteras de aquí y veo las montañas de piedra y los campos áridos a ambos lados, los parasoles clavados en la arena de las playas, los pueblos del color de la tierra y los lechos de grava de los ríos, la cara de sus agricultores, pienso: ¡hay que salvar España para la gente decente, es demasiado hermosa como para desperdiciarla!
Martha Gellhorn fue una de las corresponsales de guerra más destacadas del siglo XX y su cobertura de la Guerra Civil española fue muy valorada por su enfoque en la población civil y su estilo personal y gráfico.
Su implicación con la causa republicana se debió a su conciencia política y su preocupación por la pobreza y el ascenso del fascismo en Europa.
En sus crónicas, Gellhorn se centró en las consecuencias de la guerra en la población civil, documentando el hambre, las casas bombardeadas, las mujeres que se habían convertido en el único sustento de la familia, y la crudeza de las mutilaciones y heridas de los soldados y voluntarios internacionales.
Además, su cobertura de la Guerra Civil española fue una novedad en el periodismo de guerra, ya que se enfocó en la vida de los civiles y no solo en las batallas y la intervención extranjera.
En este artículo hablamos sobre Martha Gellhorn, una periodista estadounidense que cubrió la Guerra Civil Española en 1937 como corresponsal de guerra para Collier's Weekly. Gellhorn se involucró profundamente en la causa republicana y sus crónicas bélicas
destacan por su enfoque en la población civil, a diferencia de la mayoría de los hombres periodistas de guerra que se centraban en las batallas y la intervención extranjera.
En sus crónicas, Gellhorn describió el hambre y los niños heridos por balas perdidas, la vida en casas bombardeadas y cómo las ciudades se esforzaban por recuperar la normalidad pese al asedio de los obuses. También destacó el papel de la mujer española, que se había convertido en el único sostén de la familia a la espera de que regresaran del frente los maridos, hijos o hermanos.
Gellhorn creó un estilo personal que daba cabida a aquello que, por lo general, no merecía más que un breve apunte en el periodismo de guerra: los niños, las mujeres, los ancianos y los heridos protagonizaron sus escritos. En sus textos, que recorren los lugares más emblemáticos de Madrid, desde Callao y la plaza Mayor a la Gran Vía, desde el hotel Florida (donde se fraguó su relación amorosa con Ernest Hemingway) y el Palace al Chicote, se respira el mismo aire viciado y polvoriento que dejaba tras sí un bombardeo.
Gellhorn es considerada una de las grandes corresponsales de guerra de la historia, y su carrera la llevó a cubrir buena parte de los conflictos que sacudieron el pasado siglo. Sus reportajes sobre la Segunda Guerra Mundial, Cuba, Kenia, México, Vietnam y Centroamérica la convirtieron en la reportera más reconocida de su época. Pero es en la Guerra Civil Española donde Gellhorn dejó una huella imborrable como periodista y como defensora de la causa republicana.
Fue la única mujer, que se sepa, que desembarcó en Normandía el Día D cubriendo como reportera la Segunda Guerra Mundial, al igual que antes había hecho con la Guerra Civil española y después haría con otras. Sin embargo, sus méritos suelen quedar relegados a un
segundo plano cuando se la presenta simplemente como la esposa de Ernest Hemingway.
Paco Robles
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