En consonancia con una tradición típicamente decimonónica, SánchezAlbornoz fue un historiador plenamente implicado en la vida pública de su tiempo, llegando a asumir, como es sabido, relevantes responsabilidades políticas e institucionales durante la Segunda República.
Diputado por Ávila en las tres legislaturas por Acción Republicana (partido fundado por Manuel Azaña en 1925), Ministro de Estado (1933), Vicepresidente de las Cortes (1936), Consejero de Instrucción Pública y embajador de España en Lisboa fueron algunos de los cargos más importantes que desempeñó.
Sánchez-Albornoz hubo de pagar un alto precio por sus servicios a la República, debiendo exiliarse en Francia, primero, y en Argentina, después, país en el que transcurrió buena parte de su vida y del que no regresó a España hasta después de la muerte del dictador.
Primero de forma temporal en 1976, en una estancia de algo más de dos meses de duración, y, más tarde, un año antes de su muerte, que se produjo en 1984, a la edad de 91 años.
Asimismo, como es sabido, su hijo, el también historiador Nicolás Sánchez-Albornoz (n. 1926), sufrió las represalias del franquismo, siendo detenido y condenado a trabajos forzados. Su fuerte implicación con la República y el consiguiente rechazo absoluto de la dictadura franquista son aspectos de la vida de Claudio Sánchez-Albornoz que se contraponen fuertemente con el sentido de su labor historiográfica, en la que predomina una orientación mucho más conservadora.
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