Diego Martínez Barrio (1883-1962) fue un político cuyos rasgos fueron su fe republicana y su adscripción a la masonería. Como en más de una circunstancia se ha señalado, ostentó en vida la representación nacional a través de las tres más altas magistraturas de la Segunda República: la Presidencia de la Nación, la del Gobierno y la de las Cortes.
Había sido además diputado nacional, concejal del Ayuntamiento de Sevilla y, en la masonería, Gran Maestre de la Regional de Mediodía y del Gran Oriente Español.
Resultan especialmente interesantes las relaciones personales y políticas de Martínez Barrio con otros protagonistas de nuestra historia alejados o próximos ideológicamente
y que sorprenden por su cordialidad.
Un rasgo de tolerancia política en unos momentos en los que las tendencias políticas tendían a ser centrífugas.
Diego Martínez Barrio, republicano y masón, cultivó la amistad de Ignacio Luca de Tena,
monárquico y católico, y del político de la Liga Católica, y con posterioridad diputado de la CEDA, Manuel Giménez Fernández. Especial interés para entender el republicanismo
(antes, durante y después de la SegundaRepública), la democracia, el juego de los partidos políticos y la historia que fue, tienen las referencias a sus relaciones con Alcalá Zamora, Azaña, Negrín, Prieto y, deforma peculiar, Lerroux.
Martínez Barrio concebía “la pujanza de las actividades masónicas como algo indisolublemente unido al porvenir democrático y liberal de España”.
Martínez Barrio concebía “la pujanza de las actividades masónicas como algo indisolublemente unido al porvenir democrático y liberal de España”.
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