23 de noviembre de 2011

El Convento de San Pedro de Alcantara - parte 3


DEPLORABLE DESGRACIA PARA LOS HERMANOS
Desde el año 1670 hasta el 1680, los prelados granadinos, considerando que tanto la iglesia, cuanto el lugar que ocupaban los frailes eran bastante pequeños y considerablemente incómodos, desearon ampliar así una como el otro, pero dada la escasez de limosnas debidas a la penuria de los tiempos y de la peste que asoló a España en este intervalo de tiempo, solamente pudieron levantar una parva iglesia y una habitación que tan poco ofrecía muchas comodidades. Pero para colmo de desdichas, ésta, la iglesia ardió totalmente en el año 1680. Para reparar tal ruina trabajaron con todo su esfuerzo los superiores del convento, cosa que no pudieron ver finalizada, a causa de la extrema pobreza de aquellos años. No obstante, el guardián, fray Antonio Martínez, contando ya con limosnas de más consideración, la reparó totalmente en el año 1684.



AMPLIACIÓN DE LA IGLESIA Y ENSANCHAMIENTO DEL CONVENTO
En el capítulo provincial celebrado en Granada el quince de julio de 1687, fue destinado para la prefectura del convento, el confesor, fray Alfonso Galindo. Quien inmediatamente tomo posesión de la misma y llevado por su gran celo hacia Dios y los religiosos se propuso firmemente construir una iglesia más amplia y agrandar el convento. Como señal de que la divinidad aprobaba este proyecto, mientras se acopiaban los materiales para la construcción, se produjeron una serie de milagros, de los que el cronista nos narra los siguientes: La señora Dª Juana Rojo, natural de la villa y piadosa devota de los hermanos comenzó a padecer una fiebre maligna que la puso al borde de la muerte. Para remediar su mal, invocando a S. Pedro de Alcántara, le aplicaron una reliquia del mismo que se guardaba en el convento. Inmediatamente entró en una especie de éxtasis en el cual contempló una serie de santos que salían de este convente, entre los que se encontraba el referido S. Pedro que la dijo a la enferma: Pide a Dios la salud por los tres cilicios con los que continuamente castigaba mi cuerpo y te verás sana y salva. La enferma al recobrarse del trance, hizo loo que el santo le había mandado e inmediatamente su cuerpo recobró totalmente la salud.
Otro hecho portentoso, cuando no milagroso que nos narra, es el que le ocurría a Dª María de Laguna. Esta mujer era una piadosa devota de los frailes a los que socorría, casi continuamente con donaciones de vino y aceite, pues bien cada vez que llevaba una limosna de este tipo al convento, al volver a saca, siempre encontraba las tinajas de dónde había sacado los líquidos, completamente llenas.
Con estos hechos milagrosos se acrecentaron las donaciones y limosnas a los frailes que llegaron a concluir la construcción colocando la siguiente lápida conmemorativa:
Este templo fue levantado por este pueblo cristiano de Illora para alabanza de Dios y de S. Pedro de Alcántara, siendo pontífice Inocencio XI y rey de España, Carlos II, en el año de nuestra redención MDCLXXXVIII del mes de junio.
Con la ayuda de los habitantes de la villa, el menciona guardián Galindo terminó totalmente los cimientos de la iglesia y del convento.


TERMINACIÓN TOTAL DE LA IGLESIA Y DEL CONVENTO
Además de las limosnas recibida, de D. Antonio Ruiz de Molina y de su esposa Dª María de Castro y Palomino porque se les concediese el patronato de cierta capilla de la iglesia, los frailes contaron con la aportación económica de todos los fieles del pueblo con lo que, por fin, fue acelerado al máximo el trabajo de terminación de la iglesia y del convento. La primera fue finalizada el ocho de junio del año1695, a la cual con los correspondientes festejos y concurrencia de los habitantes de Illora, a finales de septiembre del año 1695, trasladó la Sagrada Eucaristía. El convento fue terminado totalmente y los frailes se trasladaron definitivamente al mismo a finales del referido año, con lo que la comunidad quedó ya ubicada en un lugar digno y con amplitud suficiente para poder realizar todas sus tareas religiosas y apostólicas con la debida y decorosa comodidad. No obstante quedaba aún por finalizar la estructura de la capilla mayor, cosa que llevó a cabo el predicador fray José de Molina y el día diecinueve de octubre del año 1697, trasladó con toda solemnidad el venerable sacramento de la Eucaristía, cuyo hecho festivo, fue celebrado durante ocho días.

RELIQUIAS QUE SE CONSERVAN EN EL CONVENTO
Como todos los cenobios de los franciscanos en éste no podía faltar una colección, debidamente autenticada, por las autoridades competentes de las reliquias que en él se conservaban y, que según nos relata el autor eran las siguientes.
En la sagrada oficina del convento se custodiaban una pequeña parte del hábito de S. Pascual Bailón y un parvo trozo de un hueso de S. Pedro de Alcántara. Además en el archivo del mismo, se conservaban con todo decoro, la pierna completa del mártir S. Pío, un hueso del brazo de S. Celestino, mártir y la pierna completa de la mártir santa Teodora.

EL CONVENTO COMO SEMINARIO Y PROFESORIO
En el capítulo provincial, celebrado el día tres de mayo del año 1724, siendo comisario general el padre Juan de Soto, y que se llevó a cabo en Granada, por consenso común de todos los asistentes y sin que nadie discrepase, se estableció que un convento de la provincia, se constituyese en seminario o en profesorio y que se dispusiese que los hermanos clérigos de dicha provincia, inmediatamente, un vez emitida por ellos esta determinación, irremisiblemente la llevasen a la práctica y allí, durante un año, por lo menos, perfeccionasen las costumbres religiosas. Este decreto fue confirmado, por consenso en los comicios provinciales el trece de junio del año 1730. Para su ejecución fue enviado a este convento de Illora, fray Tomás Montalvo, ministro provincial. En el mismo cenobio preparó veinte celdas como dormitorio y las demás cosas necesarias, además un seminario, separado del lugar común de los hermanos pero sin embargo adosado al convento. Una vez dispuesto como habitable, el día ocho de diciembre del año 1731, en la congregación provincial celebrada en Granada, se resolvió definitivamente que el nuevo seminario comenzase a ser ocupado por los jóvenes clérigos. Este lugar resultó pequeño, pues llegaron a poblarlo más de cuarenta frailes, por lo que el provincial fray Tomás García, entre los años 1735 y 1736, levantó desde los cimientos otro dormitorio más amplio, finalizándolo totalmente.
La constitución de este seminario profesorio, fue aprobada y confirmada por el Papa Clemente XII, el día 10 de septiembre del año 1782.