23 de noviembre de 2011

El Convento de San Pedro de Alcantara - parte 2



TOMA DE POSESIÓN DEL EMBRIÓN DEL CONVENTO Y NOMBRAMIENTO DE LOS CARGOS MÁS IMPORTANTES DEL MISMO
Una vez que el provincial tuvo en su poder las referidas licencias, ésta las presentó rápidamente ante el arzobispo de Granada, quien le indujo a la posesión de la nueva fundación, entendiendo que el asunto no podía demorarse demasiado, por su propia urgencia.. Para ello comisionó con su propia facultad de derecho al doctor D. Juan de Leiva, capellán doctoral de la capilla regia de Granada, visitador general del arzobispado y después obispo de Almería. El referido comisario, el mencionado provincial, fray Diego Fernández y su secretario, fray Manuel Ramírez, se reunieron en la casa de D. Juan Fernández Crespo. En dicha reunión, fray Francisco López, lector primario en la casa de Loja y otros religiosos que habían acudido, por mandato del provincial, poco después, en la misma mañana, ante D. Diego Tesifón de Soto, beneficiario y párroco del pueblo, Diego de Salamanca y Juan del Castillo, jueces pedáneos de la villa, Salvador López, concejal de la misma y otros muchos vecinos, observando todas las disposiciones que manda el derecho, llevaron a cabo la posesión de la tan anhelada fundación, la cual el presidente provincial aceptó en que se ubicara un cierta ermita denominada de S. Sebastián, situada dentro de las murallas del referido pueblo. Como último acto de la misma se distribuyeron los cargos más importantes del convento que recayeron en fray francisco López, como presidente absoluto, predicador conventual, el mencionado secretario, confesores a fray Manuel Ortega y francisco Crespo, como portero, a Benedicto Abellán, como maestro síndico a D. Juan Fernández Crespo y, como responsable del huerto, a Fray José García. Para que quedase constancia legal de la autenticidad de los mencionados nombramientos, dio fe de ello el notario apostólico, D. Pedro Ruiz.
DONATIVO GRACIOSO PARA AMPLIAR LA PARVEDAD EL CONVENTO
Como hemos dicho la fundación se llevó a cabo con la toma de posesión de la ermita de S. Sebastián, pero ésta no tenía ningún anexo o habitación contigua en la que los frailes pudiesen realizar sus más elementales funciones. Por ello, D. Nicolás Ruiz, piadoso devoto de los frailes, gratuitamente y a perpetuidad, les donó una casa, no muy amplia, en la que el provincial preparó del mejor modo que pudo un domicilio lo más conveniente posible para los religiosos. La mencionada mansión también resultó ser exigua para los hermanos que componían la comunidad y además no podían tener el huerto, tan querido por los descalzos, por lo que determinaron, trasladar, en principio a un lugar poco distante, para lo cual obtuvieron previamente la licencia del arzobispo granadino. Sin embargo toparon con los inconvenientes de los propietarios de las casas que necesitaban los frailes, ya que no quisieron, no sólo cedérseles gratuitamente, sino ni siquiera vendérselas, ni aún ceder ante las presiones de personas importantes que intervinieron en ello. Sin embargo hubo dos señores, D. Pedro Ramos Berrocal y D. Diego Jiménez, que, parece ser que movidos por la intervención divina, según manifiesta el autor, les regalaron gratuitamente lo siguiente: el primero, un solar y el segundo, una casita que compró a sus expensas. 


NUEVA AMPLIACIÓN DEL LOCAL
Igualmente la nueva residencia resultó insuficiente para los hermanos, por lo que intentaron ampliarla comprándole una casa, bastante amplia, a un tal D. Alfonso Camarero. Éste al principio, se negó en redondo a efectuar la transacción, por lo que nos dice el cronista que, hasta los mismos chiquillos del pueblo se burlaban del mismo por su terquedad. El escarnio público, o más bien la sentencia del tribunal real, ya que tuvieron que recurrir a un pleito, movió el corazón de este hombre y al final, les vendió a los descalzos la casa en litigio y terminó encariñándose con ellos devotamente.

DIVERSAS DONACIONES PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL CONVENTO
En el año 1670, los hermanos se vieron agraciados con distintos donativos entregados por almas caritativas y piadosas. Uno de ellos fue el que les hizo, el primero de agosto, el doctor D. Francisco Montiel, párroco de la villa de Huetortójar, quien, sin pedir nada a cambio les entregó doce mil reales de oro. No fue menos magnánimo el beneficiario de la parroquia de Asquerosa , D. Esteban Ruiz, quien, el once de diciembre del mismo año les donó quince mil reales de oro. Sin embargo la donación más espléndida fue la que les hizo el vecino de Illora, D. Martín Ruiz, quien el mismo día que el anterior, les entregó quinientos ducados. Todas estas donaciones tuvieron como condición que se empleasen exclusivamente en la construcción del convento. Con estas limosnas, más las de algunas otras personas piadosas y caritativas. el presidente absoluto, Fray Francisco López y su sucesor, fray Salvador Aguayo. prepararon, en el lugar de la referida posesión, una pequeña iglesia, así como un reducido convento.
CONSTITUCIÓN DE LA VENERABLE ORDEN TERCERA
El día trece de abril de 1672, por escrito del comisario de la orden, fray Francisco Jiménez de Samaniego y el ministro de la provincia, fray Alfonso de Segura, fue instituida en dicho convento, según el ritual preceptuado para ello, la venerable Orden Tercera. El autor nos dice que esta decisión plugo tanto a Dios que manifestó su complacencia con varios milagros, según él. Aunque no cuente todos sí voy a referir uno que, parece ser, era desconocido hasta para algunos padres franciscanos de nuestros días. El hecho fue el siguiente: Con motivo de la instauración de los terciarios, celebrando los funerales por sus hermanos difuntos, encendieron seis hachones de cera que estuvieron encendidos ininterrumpidamente durante seis meses. Pues bien, después de tanto tiempo, no sólo no se consumieron sino que estaban más blancos que la misma nieve. Por ello nos dice el autor que los terciarios franciscanos, desde entonces, se ciñen el hábito con un cíngulo blanco.
PRIVILEGIO PAPAL PARA EL ALTAR MAYOR DE LA IGLESIA
El papa Clemente X, el día 20 de marzo del año 1674 concedió indulgencia plenaria, durante un setenio, al referido altar, siempre que se cumpliesen las siguientes condiciones
-Que diariamente se celebren en él siete misas
-Que cualquier sacerdote que, en cualquier tiempo, celebrase en dicho altar por lo menos una misa de difuntos, en el día de la conmemoración de los fieles difuntos y en cada uno de los días dentro de su octava y en la feria segunda de cualquier semana, por cualquier cristiano, cuya alma, unida a la caridad de Dios, hubiese fallecido.

PLEITO POR EL PAGO DE IMPUESTOS
No se vieron libres los frailes de este convento, como ya ocurrió también en otros, del deseo de los recaudadores de tributos reales, que pretendían que los hermanos pagasen impuestos por los productos que ellos mismos recolectaban o fabricaban, tales como carne, vino, peces, aceite, vinagre y jabón, que una vez obtenidos los vendían a los parroquianos.
Corría el año 1676, cuando D. Antonio de Castrorreal, recaudador de millones de la hacienda real, pretendió que los hermanos, al igual que el resto de los comerciantes abonasen la parte correspondiente por los productos que vendían. Se estableció el pleito correspondiente del cual salieron airosos los frailes, ya que la exención era un privilegio concedido a la Orden. Por ello el doctor D. Juan de Leiva, vicario general del arzobispado de Granada, como juez apostólico, designado por la parte eclesiástica, el 17 de junio del mismo año, consiguió una resolución, firmada ese mismo día, por la que la comunidad conservó todo su derecho reconocido desde tiempos ancestrales y D. Antonio de Castrorreal, no tuvo más remedio que aceptar el fallo y dejar a los frailes tranquilos.