Aun se resiste uno a creer en la evidencia de la muerte del gran poeta Federico García Lorca. El corazón, que no entiende de razones, se niega a aceptar como cierta una noticia que, desgraciadamente, no lleva camino de ser rectificada. Y, sin embargo, a medida que pasa el tiempo, se van perdiendo los últimos asideros de esperanza, hasta desvanecerse totalmente.
Pocos días antes de la marcha de García Lorca a Granada tuvimos ocasión de hablar extensamente con el gran poeta. Por entonces quedó inédita aquella conversación, por propio deseo del ilustre autor de Yerma. Hoy ya no hay por qué callar lo que nos dijo. Mucho más cuando en aquella conversación está el índice de toda la labor terminada y comenzada, inédita hasta ahora. ¿Testigo de aquella conversación? Su abogado. ¿Su abogado? Sí. Porque Federico García Lorca tenía por aquellos días un pleito muy curioso, que hasta ahora no ha transcendido al publico.
He aquí las palabras de Federico:
—No lo vas a creer, de puro absurda que es la cosa; pero es verdad. Hace poco me encontré sorprendido con la llegada de una citación judicial. Yo no podía sospechar de lo que se tratara, porque, aun cuando le daba vueltas a la memoria, no encontraba explicación a la llamada. Fui al Juzgado. ¿Y sabes lo que me dijeron allí? Pues nada más que esto: que un señor de Tarragona,
al que, por cierto, no conozco, se había querellado por mi romance de la Guardia Civil española, publicado hace ya más de diez años en el Romancero gitano. El hombre, por lo visto, había sentido de pronto unos afanes reivindicatoríos, dormidos durante tanto tiempo, y pedía poco menos que mi cabeza. Yo, claro, expliqué al fiscal minuciosamente cuál era el propósito de mi romance, mi concepto de la Guardia Civil, de la poesía, de las imágenes, del surrealismo, de la literatura y de no
sé cuántas cosas más.
—¿Y el fiscal?
—Era muy inteligente, y, como es natural, se dio por satisfecho. El bravo defensor de la Benemérita se ha quedado sin lograr su propósito de procesarme. Esos lectores que echan boba...
—Tengo inéditos—nos dijo Federico—seis libros de Versos, y todo mi teatro sin publicar. He recibido cartas de todos los editores de España proponiéndome la publicación de Yerna y otras obras mías; pero soy tan perezoso, que lo voy dejando de un día para otro sin decidirme a abordar la tarea.
—¿Títulos de esos libros?
—Poeta en Nueva York. Está terminado desde hace mucho tiempo. En multitud de sitios he leído fragmentos de él. Tendrá trescientas páginas, o algunas más. Será un tomo con el que se podrá matar a una persona tirándoselo a la cabeza. Ya está puesto a máquina, y creo que dentro de pocos días lo entregaré. Llevará ilustraciones fotográficas y cinematográficas. Esos lectores que echan baba lujuriosa sobre La casada infiel porque sólo han visto en mi romance la sensualidad, se encontrarán defraudados con Poeta en Nueva York, que es un libro sobrio, en el que la parte social tiene una gran importancia.
Volúmenes de poesía
—¿Cuántos libros más tienes terminados?
—De poesía, cinco. Los libros de poesía se van haciendo siempre lentamente. El Romancero gitano tardó cinco años en publicarse. Además, yo escribo, no cuando quiero, sino cuando debo escribir. A veces, en los momentos más insospechados. Mientras se estrenaba Doña Rosita o el lenguaje de las flores yo estaba tranquilamente en mi cuarto del hotel terminando un libro de sonetos.
Los títulos de esos cinco libros son: Tierra y luna. Diván del Tamarit. Odas. Poemas en prosa. Y Suites, un libro que he trabajado mucho, y con gran amor, sobre temas antiguos. La revolución, el cante y el incesto, temas de teatro
—Y de teatro, ¿qué tienes terminado o en preparación?
—¿Terminado? Un drama social, aún sin título, con intervención del público de la sala y de la calle, donde estalla una revolución y asaltan el teatro. Una comedia andaluza, de la vega granadina, con cantaores—¡cuidado!, no una comedia flamenca al uso—y un drama que se titula La sangre no tiene vos. Esta última obra tiene por tema un caso de incesto. Y por si al saberlo se asustan los tartufos, bueno será advertirles que el tema tiene un ilustre abolengo en nuestra literatura desde que Tirso de Molina le eligió para una de sus magníficas producciones.
He aquí, reflejada fielmente, con las propias palabras del gran poeta, parte de aquella conversación. En ella queda un índice completo de la labor que ha dejado inédita García Lorca, ¿No cree el Ministerio de Instrucción Pública que sería conveniente hacer las gestiones oportunas para que esas obras, si quedaron en Madrid, sean conocidas de todos los españoles?
Nos parece éste el mejor homenaje que se podía rendir al novio de Marianita, Pineda, víctima, como el de su amor a la Libertad,
A. O. S.
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