ANTONIO MACHADO escribe a las tropas de la 3ª División
Suplemento de 3ª División
NOVIEMBRE 1938 MADRID (1936-1938)
El insigne escritor Don Antonio Machado ha tenido la gentileza de escribir
estas cuartillas para 3.a DIVISIÓN
En los primeros días de la rebelión militar, Madrid tuvo la intuición
inmediata del enemigo, la revelación de toda la fuerza con que había de
medirse. Cómo y por qué el pueblo, precisamente el pueblo madrileño,
era el menos sorprendido por la traición fascista, y el más dispuesto a
combatirla, es algo que los historiadores del porvenir nos explicarán,
acaso, algún día. El hecho es que la decisión de pelear hasta morir fué
algo perfectamente maduro en el alma del pueblo.
Y esta decisión era tanto más heroica y magnífica, cuanto que el pueblo
carecía de todo recurso material para la guerra; no tenía armas ni
instrumentos, ni hábitos militares, frente a un enemigo que parecía
poseerlo todo. En opinión de muchos, asistimos por aquellos días, ya
para siempre gloriosos, a uno de estos milagros de la voluntad popular,
que sólo se obran en España. Y hemos de reconocer que el milagro se
hizo en Madrid sin aparato mágico, sin apariencias sobrenaturales,
como una empresa perfectamente humana.
Quien oyó los primeros cañonazos disparados sobre Madrid por las
baterías facciosas emplazadas en la Casa de Campo, conservará para
siempre en la memoria una de las emociones más antipáticas, más
angustiosas y perfectamente demoníacas que pueda el hombre
experimentar en su vida. Allí estaba la guerra, embistiendo testaruda y
bestial, una guerra sin sombra de espiritualidad, hecha de maldad y
rencor, con sus ciegas máquinas destructoras vomitando la muerte de
un modo frío y sistemático sobre una ciudad casi inerme, despojada
vilmente de todos sus elementos de combate, sobre una ciudad que
debía ser sagrada para todos los españoles, porque en ella teníamos
todos - ellos también - alguna raíz sentimental y amorosa. Los asesinos
de Madrid, asesinos de España, estaban allí crueles, implacables... Pero
no entraban. ¡Ah! No podían entrar.
Hubo de aplazarse indefinidamente el sacrilego Te Deum en la Puerta
del Sol que proyectaban aquellos enemigos de Dios, para festejar la
consumación de su crimen. No entraron, no podían entrar, porque
Madrid no lo consentía. Un general insigne y unos cuantos capitanes
egregios - ¿habrá algún día bronce bastante para ellos? - cuajaron con
los pechos del pueblo un frente de combate, una barrera infranqueable
para el odio faccioso. Han pasado dos años, y para asombro del mundo -
¿merece el mundo tan sublime espectáculo? - esa barrera sangra, pero
no cede ¿Triunfará? La victoria la ha ganado cien veces; quiero decir,
que cien veces la ha merecido.
- ANTONIO MACHADO, Noviembre de 1938
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